Bastará recordar la cantidad de ornamentos prehispánicos donde el coral juega un papel importante en la composición de los mismos para señalar que tan antiguo es el gusto en nuestro país por el empleo de este material.
El coral ha sido complemento de la joyería popular fina, y su tallado y montaje quedó limitado a los estados de Oaxaca y Yucatán; en el primero sirve como elemento distintivo de prendedores y aretes que se manufacturan tanto en la ciudad de Oaxaca como en Tehuantepec; en Yucatán los artesanos de Mérida lo emplean en collares, aretes y rosarios que mantienen en conjunto una ciudad insuperable; cabe señalar que las alhajas mencionadas forman parte del bellísimo atuendo de las “mestizas”.
Durante las últimas décadas, los artesanos de Quintana Roo han empezado a usar el llamado coral “negro” con el que producen joyería diversa y donde la falta de diseño adecuado es patente.