Conforme el ser humano avanzó en su evolución cultural la experiencia que fue acumulando poco a poco le sirvió para aprovecharse de las materias primas que su entorno le proporcionaban, usándolas para fabricar objetos que le eran indispensables. Dos ejemplos serán suficientemente ilustrativos: la necesidad de contar con recipientes para contener líquidos y la necesidad de un auxilio efectivo para cargar leña, frutos y pedernales.
El famoso historiador don Wilberto Jiménez Moreno decía que el aprendizaje del entrecruzamiento de fibras duras dio como resultado el nacimiento de la cestería, a la que consideraba como la artesanía más primitiva de México, y que quizá un cesto dejado en un sitio lodoso, cercano a una hoguera, por el efecto del calor coció el barro enseñando al hombre primitivo el camino de la alfarería.
Es factible que así haya sido. Sin embargo, es casi imposible demostrarlo como también lo es seguir la pista de cada una de las actividades artesanales que el antiguo mexicano fue desarrollando con el correr del tiempo.
Mucho se ha escrito sobre la importancia y diversidad de las artesanías existentes en México, fue don Rafael Carrillo Azpeitia el que al escribir la introducción a Lo efímero y eterno del arte popular mexicano nos legó la descripción más completa de lo que es este indicativo de la cultura mexicana, mal llamado genéricamente “artesanías”.
Don Rafael escribió “El arte popular”, es obra de hombres y mujeres que ponen en juego la riqueza de su imaginación y la habilidad de sus manos para lograr una obra ligada, no sólo a quien la realiza sino también a la colectividad en que se origina y cuyas formas directas descubren las necesidades que está destinada a satisfacer. El arte popular no se estudia; vive y muere sin la venia de las academias y sus creadores sólo atienden a exponer su mensaje plástico sin preocupaciones de orden formal ni afanes estilísticos, pues el estilo es convención y fruto de la “escuela”.
La auténtica obra de arte popular nos comunica diáfanamente su mensaje, ahora casi siempre independiente de su trasfondo mágico o ceremonial, si bien a menudo hallamos en ella símbolos procedentes de viejas culturas o de sincretismos no menos vetustos. Sus formas de creación y su manejo del color se han conservado durante siglos en la cerámica, en los textiles, en los juguetes y aún en panes, tortillas y dulces, belleza perecedera que fluye como un río, siempre igual y siempre diferente y que corrobora el juicio de que nuestro pueblo tiene el don de la plástica.
De esta manera se han preservado y alimentado los veneros genuinos de nuestro arte autóctono, por la devoción y entrega de sus creadores.
Con la intención de poder ubicarnos en el origen que dio lugar a la enorme producción industrial, comenzaremos mencionando las expresiones artísticas que nacieron varios siglos anteriores a la conquista de México: alfarería y textiles elaborados en telar de cintura que representan en la actualidad el porcentaje más alto de la producción artesanal nacional; cestería, orfebrería en oro, plata y cobre; lapidaria y cantería, lacas, máscaras, madera, papel amate y cuero, así como objetos elaborados con concha, hueso, coral y cuerno y el bellísimo arte plumaria, que en su conjunto se perfeccionaron conforme las culturas mesoamericanas se fueron desarrollando.
El proceso de colonización aportó el conocimiento del vidrio, el cartón, el hierro forjado y el aprovechamiento de la cera; la calamina, la laudería, la pirotecnia y los textiles tejidos en telar de pedal o “bayoneta”, e incorporó a la alfarería la técnica particular para la fabricación de la talavera.
Con el “popotillo” y el chicle se hacen cuadros y esculturas respectivamente; el empleo del popotillo coloreado con anilinas tuvo un gran auge en la ciudad de México, en tanto que el uso artesanal del chicle es una artesanía característica de la ciudad de Tenosique, en Tabasco, y en ambos casos parece que estos objetos se empezaron a producir hacia finales del siglo XIX.
Mesoamérica, crisol de artesanías
La ubicación geográfica de las mejores expresiones artesanales de Méxicose encuentra localizada del paralelo 22° hacia el sur, es decir, que sólo en aquellas regiones donde las culturas mesoamericanas alcanzaron un alto nivel cultural las artesanías florecieron en sus más diversas manifestaciones, siendo los estados de Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, con Puebla, Estado de México, Distrito Federal, Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí, donde se encuentran las producciones artesanales de mayor calidad.
El número de artesanos estimado para la década de los 70 era de cinco millones, distribuidos en el medio rural, rural-urbano y urbano. De ese enorme universo, quizá el 10% lo era de tiempo completo, ya que el resto alternaba la actividad artesanal con la agricultura de temporal. Lamentablemente, el empobrecimiento del sector, debido a muchos factores que incidieron de modo negativo en este, dio como resultado que aquella población decreciera considerablemente y que algunas expresiones del arte popular se perdieran para siempre.
Por esos mismos años proliferaron manualidades de todo tipo que conocemos con diferentes nombres, tales como “courios”, “artesanías de aeropuerto”, que son ejemplos patéticos tanto de la distorsión de la identidad cultural como del verdadero arte popular. Cabe señalar que esta clase de objetos no son privativos de México, se presentan en condiciones semejantes en todos los países que cuentan con una fuerte tradición artesanal.
Surgieron también técnicas y formas novedosas que constituyeron un naciente universo artesanal cuyo proceso de elaboración es semi-industrial y cuyos talleres, ubicados en su mayoría en ciudades, empezaron a crecer rápidamente. Esta producción “neo-artesanal” se caracteriza por su inconfundible personalidad nacionalista lograda casi siempre con éxito, pero también ha colocado en posición desventajosa a muchos artesanos tradicionales, que no tienen acceso ni forma de emplear en su trabajo máquinas o tecnología moderna.
La cultura popular de México, compuesta entre otras muchas manifestaciones por tradiciones ancestrales como la danza, la música, festividades seculares y alimentos diversos, incluye por supuesto a todas las expresiones genuinas del arte popular y las artesanías; nunca como ahora todos estos elementos inconfundibles de identidad habían sufrido un embate tan poderoso, una infiltración solapada, ajena y brutal manifestada de modo abierto y en otras disfrazada, que fuera tan tolerada y tan peligrosamente subestimada como viene sucediendo.
Es preocupante que las instancias que tienen la obligación de defender a la “Suave Patria”, aquella que describió de manera magistral Ramón López Velarde, y que hoy está gravemente amenazada, no hayan tenido la curiosidad de leer testimonios valiosos como los que nos legaron, entre otros, Gerardo Murillo (Dr. Atl), Gabriel Fernández Ledesma, Miguel Othón de Mendizábal, Rafael Carrillo Azpeitia, Alfonso Caso y Miguel Cobarrubias, sólo por citar a unos pocos, quienes de diversa manera demostraron la impostergable necesidad y obligación de defender a cualquier precio la identidad nacional.
Las artes populares y artesanías mexicanas pueden desaparecer en pocos años; no es exagerado asegurar que, de hecho, han iniciado ya su lenta y al parecer inexorable agonía.
TuriMexico.com quiere dejar un testimonio de la creatividad y calidad de infinidad de artesanos, hombres y mujeres, sencillos y humildes todos, que todavía sueñan y luchan porque la patria suave, la “Suave Patria”, no sea llevada al olvido.