Que el arrecife de Cancún sea conocido como “El acuario del mundo” no es exageración, mucho menos presunción. Se trata, sencillamente, de una colorida y mágica verdad. Los arrecifes de coral son una de las creaciones más sorprendentes de la naturaleza debido a su belleza, a su explosión de colores y a la variedad infinita de formas de vida que albergan. Su importancia radica en que son la base de la vida en el mar y, por lo tanto, la base de la vida en el planeta entero.
La riqueza de este tipo de formaciones es amplia y de generosidad ilimitada, pues lo mismo sirve como una barrera natural para detener grandes olas, tormentas y huracanes, que como fuente generadora de ingresos gracias al turismo.
Si en nuestro país podemos disfrutar, y con creces, de esta asombrosa exuberancia, no es obra de la casualidad, sino debido a una cierta peculiaridad que tiene que ver directamente con la formación de la península de Yucatán.
Por definición, un arrecife es cualquier objeto (banco de arena o roca) que se localiza a menos de once metros de profundidad durante la marea baja. Los arrecifes de coral, en particular, son estructuras geológicas de origen biológico. Podemos pensar en ellos como unas montañas hechas de carbonato de calcio.
En apariencia, esta clase de arrecifes son rocas que presentan muy diversas estructuras, texturas y colores. La realidad, sin embargo, es que se trata de gigantescos conglomerados de pequeños organismos llamados pólipos, que son animales diminutos e invertebrados que se alimentan de plancton. No obstante, su principal fuente de energía es la fotosíntesis de algas microscópicas, mismas que habitan dentro de ellos y que son las responsables de los colores magníficos que un arrecife posee.
Los pólipos, una vez fijados al fondo del mar, comienzan a absorber los minerales y lentamente secretan carbonato de calcio. La acumulación de este mineral es el origen del esqueleto que protege al pólipo. Cuando el animal ha muerto perdura su esqueleto hecho de calcio. Sobre él se desarrollará una nueva “cáscara” gracias a las nuevas generaciones de pólipos. Con el tiempo, y al paso de miles de años, llegan a moldearse verdaderas montañas que son el hogar de peces, moluscos y otras especies de corales, todas brillantes y policromadas.
La localización de los arrecifes de coral siempre es cercana al Ecuador, en aguas poco profundas y cálidas, ya que gran parte de sus ciclos biológicos se llevan a cabo con la energía del sol. Por lo tanto, no podrían habitar en aguas profundas, pues la ausencia de luz les impediría existir.
Su proceso de formación es muy lento y poseen un equilibrio altamente delicado. Los pólipos son organismos en extremo sensibles a los cambios de temperatura y a cualquier tipo de contacto. Es por ello que una de las reglas de oro en el buceo es no tocar los arrecifes. Además, estos organismos requieren aguas de no más de 50 metros de profundidad que no estén por debajo de los 18 o 20 grados centígrados.
Existe una buena razón por la cual el Caribe Mexicano presume algunos de los arrecifes de coral más hermosos de todo el mundo. Esta razón está a la vista de todos y se localiza en el sureste de nuestro país. La península de Yucatán divide al Golfo de México del Mar Caribe. Aunque básicamente se trata del mismo mar, las características propias de cada uno los hace completamente distintos, lo que también explica la existencia de los arrecifes.
Para empezar, el Golfo fue el producto de un hundimiento en la corteza terrestre, mientras que el Caribe surgió a causa de monumentales procesos de desplazamientos y plegamientos. La segunda diferencia es que el Golfo ofrece una abundancia biológica prácticamente ilimitada, que lo vuelve uno de los mejores sitios para pescar en el mundo. El Caribe, en tanto, es más bien modesto en cuanto a la flora y fauna marina se refiere. Pero esta desventaja representa al mismo tiempo la razón de la magia caribeña de la que estamos hablando. En efecto, mientras las aguas del Golfo son turbias y verdosas debido precisamente a la abundancia de vida, las del Caribe son cristalinas con tonos azulosos. Esta transparencia es causada por la “pobreza” biológica. Al existir poca vida, la contamincación es menor. Aunque el sol brilla con intensidad todo el año, la falta de nutrientes evita que el plancton prolifere, por tanto, las aguas jamás presentan un aspecto turbio. El mar cristalino, conjugado con la poca profundidad y la temperatura favorable, constituye el sitio ideal para el desarrollo de estas estructuras.
En medio de un mar escasamente poblado, las formaciones de arrecifes se convierten en el hogar de la mayoría de las especies que aquí habitan. Es similar al oasis en un desierto. Pero la relevancia de la península de Yucatán va más allá. De hecho, toda la península está formada con restos de esqueletos de corales. Se trata de una formación caliza de gran permeabilidad; una especie de esponja llena de pozos o cuevas subterráneas de agua dulce conocidas como cenotes.
El subsuelo de Yucatán y Quintana Roo, que nos indica que los actuales arrecifes han vivido durante más de veinte mil años en la zona y que se formaron sobre restos de otros mucho más antiguos es, paradójicamente, uno de los principales enemigos de los corales del Caribe.
Como el suelo es altamente poroso, el agua de los cenotes (comúnmente contaminada con bronceadores, bloqueadores solares, jabones y hasta pasta de dientes de los turistas) termina mezclándose con las aguas del Caribe y dañando el ecosistema. Lo mismo sucede con las letrinas, las fosas sépticas y, en general, con cualquier tipo de fuga en el alcantarillado.
El arrecife de Cancún no es un ecosistema aislado. A lo largo del litoral de Quintana Roo y por cientos de kilómetros desde Cancún hasta Honduras, se extiende una gran cadena de arrecifes, muy cercana a la línea costera, llamada Gran Arrecife Mesoamericano. Esta cadena, cuya longitud es de casi mil kilómetros, es la segunda del mundo por sus dimensiones después de la Gran Barrera de Australia.
Para tener una idea más clara de lo que representa para nuestro país contar con estas hermosas formaciones, debemos advertir su eficiente papel como rompeolas. Gracias a esta barrera natural, la fuerza de los huracanes es mucho menor. Pero existe algo más que repercute diariamente con el turismo: si Cancún es famoso a nivel mundial por la blancura de sus playas, es gracias al arrecife. La arena, blanquísima y fina, está formada en su mayoría por restos pulverizados de corales. Además, los arrecifes actúan como una barrera disipadora de la energía de las olas y de las corrientes marinas. En palabras simples, si no existieran los arrecifes no tendríamos playas. De igual modo, la fauna marina se multiplica gracias al hábitat estupendo que el arrecife ofrece. Los visitantes pueden acceder mediante el uso de embarcaciones motorizadas de una o dos plazas desde los diversos clubes náuticos. Gracias a la práctica del buceo, es posible sumergirse en una experiencia mágica que involucra todos los sentidos. Un arrecife es el ecosistema más complejo de toda la naturaleza. Solamente en estos sitios es posible encontrar una variedad tan amplia y asombrosa de vida vegetal y animal en un perfecto balance. Incluso, colores, formas y texturas que desafían las leyes naturales.
En las inmediaciones del lugar habitan más de 500 especies de peces, cuatro de tortugas marinas, dos de cocodrilo (de ´río y el de pantano, ambas protegidas y ambas en peligro de extinción), y once variedades de delfines y ballenas. También, 35 especies de corales escleractinios o duros y 37 de corales blandos, así como la maravillosa variedad llamada cuerno de alce, 82 especies de esponjas, 43 de moluscos (entre quitones, caracoles, ostras, pulpos y calamares), 65 variedades de poliquetos, 37 de crustáceos, 21 de supuncúlidos (gusanos invertebrados) y 24 de equinodermos (estrellas, erizos y pepinos de mar). Igualmente, aunque se localizan en los fondos marinos de las zonas más alejadas, se ha detectado la presencia del tiburón nodriza y, desde luego, del tiburón de arrecife del Caribe.
La estampa se completa con las especies desconocidas. Por su potencial, por sus características y por su estructura, algunos científicos estiman en varios miles el número de especies que aún no conocemos y que habitan a lo largo del arrecife. Estas formaciones, por lo tanto, continúan siendo un fascinante misterio en el sentido más amplio de la palabra.
NATURALEZA Y ARTE
La importancia de los arrecifes es absoluta para el balance ecológico, para preservar el entorno y para asegurar la afluencia de visitantes a la región. Por ello, y conscientes de las adversidades que enfrentan, como la contaminación de las aguas y el calentamiento global, la Armada de México donó y hundió, por la formación de arrecifes artificiales, dos barcos cañoneros en las inmediaciones de Cancún. Por otra parte, debido al alto índice de tráfico marítimo, han sido numerosos y muy costosos los accidentes en los alrededores. Miles de metros cuadrados del arrecife han sido destruidos de forma desafortunada desde los años setenta.
Como una forma de ayudar a la naturaleza y de ayudarnos a nosotros mismos se ha puesto en marcha el Museo Escultórico Subacuático de Cancún. La idea es sumergir 330 esculturas hechas a base de cemento, que permitirá a los corales adherirse con facilidad. Esto evitará que personas y embarcaciones afecten más los arrecifes. Creadas por el artista y buzo británico Jason de Caires Taylor, las obras son de tamaño natural y pertenecen a la colección “Evolución silenciosa”, la cual constituye un repaso histórico desde la civilización maya hasta nuestros días.
Atornilladas a la superficie rocosa, y a una profundidad de diez metros, las esculturas se ubican en el sitio exacto donde, en 2007, la embarcaciónDiscovery destruyó 1,200 metros cuadrados de corales. Esta idea, impulsada por la Secretaría del Medio Ambiente y la Asociación de Náuticos de Cancún, nos recordará la inigualable pero frágil belleza con que la naturaleza nos ha distinguido a los mexicanos.