Puede decirse que la tradición literaria de México va aparejada con la de su capital, pues es aquí donde se han generado y desarrollado la mayoría de los movimientos artísticos en este campo.
Un esbozo histórico de la literatura en la Ciudad de México empieza en el periodo prehispánico, cuando la lengua predominante era el náhuatl. Lamentablemente, durante la Conquista la mayor parte de la producción escrita indígena se perdió en las llamas de las hogueras, pues los primeros evangelizadores creían que los códices aztecas representaban un “peligro” para la doctrina cristiana. Sin embargo, algunos fragmentos de auténtica poesía han sobrevivido hasta nuestros días, más notablemente versos atribuidos a Nezahualcóyotl, rey de Texcoco, plenos de filosofía y sensibilidad por su entorno.
Durante la primera fase de la Colonia, la literatura como tal se reducía a textos descriptivos como las famosas Cartas de relación, en las que Hernán Cortés daba su informe al rey de España acerca del nuevo mundo que acababa de anexar a la Corona. Por tal motivo, esta época es conocida como la de los cronistas. Más tarde, en el siglo XVII, hay que destacar la presencia de la primera figura literaria mexicana, sor Juana Inés de la Cruz, notable mujer que ingresó al convento en busca de educación, un derecho entonces negado a las mujeres. Sor Juana se convirtió en un referente ineludible de las letras mexicanas merced al delicado lirismo de su obra poética.
Hacia fines del siglo XVIII la producción literaria empezó a reflejar el ánimo independentista que ya se respiraba en ciertos círculos. Es en esta época que se escribe la que es considerada la primera novela latinoamericana, El Periquillo Sarniento, obra de Joaquín Fernández de Lizardi escrita en su casa del barrio de Mixcoac. Como era de esperarse, las obras que surgieron en este periodo estaban fuertemente influenciadas por el romanticismo, aunque permeadas de una búsqueda de identidad para el naciente país. Destaca en este período la novela de costumbres El fistol del diablo, de Manuel Payno.
Ya en plena etapa porfirista, el romanticismo decimonónico cedió paso a un realismo que reflejaba las duras condiciones de la gente pobre mediante el registro de la creciente inmigración de personas del campo a la ciudad. De igual manera, el modernismo, surgido también a fines del siglo XIX, fue un importante movimiento que reconfiguró la literatura no sólo de México, sino de América Latina entera. Dos figuras destacan en este período, Manuel Gutiérrez Nájera y Amado Nervo, ambos poetas, cuya sensibilidad quedó plasmada en versos inicialmente publicados en la revista Azul, una de las primeras publicaciones literarias del país.
Ya entrado el siglo XX la historia deja de ser lineal y hay que considerar varias aristas. Por un lado, la Ciudad de México siguió siendo el epicentro de muchos autores, aunque la ciudad misma no figuraba de manera central en sus obras. Esto cambiaría en la pluma de Carlos Fuentes, quien en novelas como La muerte de Artemio Cruz y La región más transparentehace de la Ciudad de México más que un escenario, el personaje mismo. De igual manera, Fuentes es considerado uno de los pilares tempranos del realismo mágico, movimiento de alcance internacional, y México una de las sedes del llamado boom latinoamericano que se desarrolló en los sesenta.
Un nombre insustituible es el de Alfonso Reyes, prestigioso hombre amante de las letras quien fuera admirado por escritores de la talla de Jorge Luis Borges. Más allá de la calidad de su trabajo, la importancia de Reyes es la del maestro que enseñaba a base de entusiasmo y entrega. José Vasconcelos, quien fuera a su vez secretario de Educación Pública, es otro referente a tomar en consideración por su labor tanto con la pluma como en su calidad de maestro.
Otra figura notable en el siglo pasado es Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, cuya obra es fundamental en las letras mexicanas. Pero a la par de su trabajo poético y ensayístico, es de destacar su labor editorial y de difusión, ya que fundó las revistas Plural y Vuelta, de gran influencia en la escena literaria nacional y fue parte de numerosos proyectos editoriales.
Un movimiento a destacar es el de Los Contemporáneos, que agrupó lo mismo a artistas plásticos que a literarios. Nombres importantes aquí son los poetas Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Carlos Pellicer. Es de resaltar que este grupo tuvo su propio medio de difusión en la revistaContemporáneos.
Es precisamente esta veta, la de las publicaciones culturales, una de las más interesantes de explorar, pues a través de ella se dieron a conocer jóvenes escritores que más tarde tendrían coordenandas propias en la geografía literaria mexicana. La vida de la mayoría de estas publicaciones ha sido efímera, pero ya sea de manera independiente o como suplementos regulares en periódicos, su función como medios de difusión, reflexión, diálogo y creación es insoslayable. Un inventario actual incluye a las revistas Letras Libres y Fractal, y los suplementos La Jornada Semanaly El Ángel.
Mención especial merece la aportación de los migrantes españoles que llegaron al país en la década de los treinta por causa de la guerra civil. Con los miles de refugiados que huían de la dictadura franquista arribaron notables hombres de letras, filósofos y editores que se sumaron al quehacer artístico de México en la literatura y en las artes en general, José de la Colina, Ramón Xirau, Enrique Diez-Canedo, León Felipe, José Moreno Villa, José Bergamín, Pedro Salinas y Luis Cernuda, son algunos nombres a tomar en cuenta. Pero no únicamente España, sino también plumas de América Latina encontraron un espacio aquí, notablemente del Cono Sur, como el recientemente fallecido Roberto Bolaño, los colombianos Fernando Vallejo y Gabriel García Márquez, quien escribió su célebre Cien años de soledad mientras vivía por los rumbos de San Ángel.
En la actualidad, siguiendo esa tradición, escritores de puntos tan distantes como Bosnia y África encuentran techo a través de la Casa Refugio Citlaltépetl, que forma parte de un circuito de casas al rededor del mundo que alojan a escritores que por alguna razón u otra hubieron de abandonar sus países de origen.
Pero hablando de la ciudad y de sus habitantes, ¿dónde están? Se los puede hallar en la obra de Elena Poniatowska, Armando Ramírez, José Agustín y Guadalupe Loaeza, quienes en cuentos, novelas y crónicas dan palabra a los habitantes tanto de los barrios bajos como a los jóvenes de clase media y a las señoras de la alta sociedad.
La vida literaria actual transcurre entre los extremos de una buena cantidad de escritores en todos los géneros, ya sea poesía, cuento, novela y ensayo sobre todos los temas imaginables, desde la ciencia ficción hasta la crónica descarnada, la literatura light, la novela romántica y de superación personal y el análisis político; y un medio editorial poco propicio para el desarrollo de una industria fuerte y sustentable.