Historia de la Delegación Gustavo A. Madero, Ciudad de México
Desde tiempos ancestrales fue un importante centro ceremonial, cuando los aztecas que venían de Aztlán en busca de la tierra prometida llegaron a este valle, donde encendieron ritualmente el Cuarto Fuego Nuevo. Fue el “santoral” revolucionario el que le dio su nombre a esta demarcación en 1929. En la vieja estación de ferrocarril del lugar, Gustavo A. Madero, quien viajaba a Monterrey, se enteró de la conspiración para matar al presidente Francisco I. Madero, su hermano. Su firme decisión de regresar a la Ciudad de México lo convertirá en uno de los mártires durante la histórica Decena Trágica.
La delegación Gustavo A. Madero colinda al norte, al oriente y al poniente con el Estado de México, al sur con la delegación Cuauhtémoc y también al poniente con Azcapotzalco.
Este sitio es un calro ejemplo de cómo los evangelizadores construyeron templos católicos sobre los que ellos consideraban paganos, los lugares de peregrinación se conservaron y los íconos fundamentales se adaptaron a la vida colonial.
Desde 1449, en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina, el rey-poeta de Texcoco, Netzahualcóyotl, construyó un camino, hoy Calzada de los Misterios, para los peregrinos que iban a rendir culto en el cerro del Tepeyac a la diosa Cihuacóatl, llamada también Tonantzin que, según fray Bernardino de Sahagún, significa “Nuestra madre”.
El 12 de diciembre de 1531 sucedió lo que la tradición católica nombra el milagro de la aparición de una Virgen morena al indio Juan Diego, a quien ella pide que convenza al obispo fray Juan de Zumárraga para que le construya un templo, el indio fue primero ignorado por el sacerdote. Entonces, la Virgen pide a Juan Diego que lleve como prueba unas rosas en su tilma de manta. Esta historia cuenta que al dejar caer las flores a los pies del obispo, apareció en la tela, como un retrato, la imagen de la Guadalupana rodeada de rosas, imagen que hasta hoy se conserva en la Basílica de Guadalupe como el mayor símbolo de fe de los mexicanos. En su diseño, que incluye una flor de jazmín colocada en su vientre, se advierte una simbología prehispánica como el color verde-azul del manto de la Virgen de Guadalupe, idéntico al azul jade de Quetzalcóatl, color fundamental de la religión mexicana. El obispo Zumárraga mandó entonces levantar un templo que hoy se conoce como la Capilla del Pocito.
La Calzada de los Misterios, recorrida hoy por millones de fieles, se llama así porque en el año 1675 se construyeron a lo largo de ella 15 monumentos de piedra chiluca llamados humilladeros o misterios, donde la gente debía hincarse a rezar el rosario. Cada uno de ellos consta de una base, el ofrecimiento o misterio tallado, una imagen de la Virgen de Guadalupe, la escultura de algún santo, arcángel, apóstol y hasta un escudo de armas.
Dos grandes avenidas cruzan esta delegación, la Calzada Vallejo, una de las más antiguas de México, e Insurgentes Norte, que por un lado comunica esta zona con el centro y sur de la ciudad, y por el otro, entronca con la carretera que llega hasta Laredo, ciudad fronteriza con Estados Unidos, donde están colocadas dos enormes esculturas de bronce llamadas Los Indios Verdes, que el presidente Lázaro Cárdenas mandó colocar ahí como símbolo de alerta ante la ingerencia extranjera.
En el siglo XVI se construyó un templo insignificante que en 1649 fue sustituido por la Capilla Vieja de los Indios, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles. Entonces fue necesario levantar otro recinto, la Iglesia Artesonada, abierta al culto en 1622 y demolida en 1695, con la finalidad de construir en ese sitio la Colegiata o Basílica Antigua. Otra de las capillas que se encuentran en la Villa de Guadalupe es la del Cerrito. Cuentan las viejas crónicas que la antigua diosa Tonantzin estaba esculpida en una peña saliente en el lugar que ahora ocupa la escalinata occidental que conduce a la explanada de la Capilla del Cerrito, y que fue destruida durante la toma de Tenochtitlán. Junto a la capilla se encuentra el Panteón del Tepeyac, inaugurado en 1750 y reinaugurado en 1865. El sitio alcanzó su mayor esplendor a finales del siglo XIX con la llegada de escultores europeos que lo embellecieron. Ahí reposan los restos de personajes como el ingeniero Manuel María Contreras, a quien se deben las obras del desagüe de la Ciudad de México, y de Gabriel Mancera, introductor del ferrocarril desde el estado de Hidalgo hasta la Villa de Guadalupe. También Filomeno Mata, periodista opositor a la dictadura porfirista, Rafael Lucio, médico de cabecera de Benito Juárez, Lorenzo de la Hidalga, constructor de la cúpula de Santa Teresa la Antigua, el gran paisajista José MAría Velasco, y el ex presidente Antonio López de Santa Anna.
El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez construyó la actual Basílica. Dentro de los muros de la vieja Basílica se encuentra el Museo de la Basílica de Guadalupe, que alberga colecciones de retablos, pinturas, esculturas, grabados, porcelanas, tapices, cobres, platería, imaginería y grabados de afamados artistas, entre ellos muchos de la escuela barroca mexicana, como Juan Correa, Cristóbal de Villalpando, Nicolás Rodríguez Juárez, Baltasar de Echave Ibia y Miguel Cabrera.
Esta Villa se encuentra plena de sitios y tesoros, como el Convento de Capuchinas, construido en 1780 por el arquitecto Ignacio Castera, y el Carrillón de las Campanas, ubicado en el atrio de la Basílica, es una estructura de 23 metros de altura y 29 de anchointegrada por un reloj convencional, una carátula con un reloj solar y otro lunar, un calendario azteca, un astrolabio y un escenario donde desde 1991 se representan las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, con figuras manejadas por un sistema computarizado para tocar más de cien melodías.
En tiempos de la Colonia se construyó el Acueducto de Guadalupe, que transportaba agua desde el río de los Remedios hasta el Jardín Juárez. Cabe mencionar también la importancia de la Estación Terminal de la Villa de Guadalupe, ya que formó parte del primer proyecto de ferrocarril que hubo en México concebido para comunicar el puerto de Veracruz con el de Acapulco. Hoy en día aloja un museo en la vieja estación de mampostería construida en 1907 con aprobación del arquitecto Juan O’Gorman.
El origen de los pueblos de la delegación Gustavo A. Madero, según los códices, se debe a los mexicas que venían de Aztlán. Entre ellos figuran Santa Isabel Tola, Santiago Atzacoalco, Santiaguito Atepetlac y a la Magdalena de las Salinas con sus barrios.
Santa Isabel Tola fue fundada en 1438 y proviene del náhuatl “Tollan” (lugar de tules). Esta población, está en la parte baja del cerro Tecpayocan, donde los mexicas prendieron por primera vez en el Valle de México su Fuego Nuevo. Como pueblo legendario, los orígenes de “Tollan” se remontan al año 1246, 70 años antes de la fundación de Tenochtitlán. Su primer gobernante fue Inamextli, designado por Izcóatl en 1438, y también gobernó el pueblo aledaño de Zacatenco, donde ahora tiene sus instalaciones el Instituto Politécnico Nacional fundado por el presidente Lázaro Cárdenas.
El pueblo de Zacatenco significa en la orilla del zacate, está cerca de la Arquería de Guadalupe. Se han consignado fechas de su origen que datan del año 1000 a.C. En sus entierros hay indicios de un culto religioso así como ornato y cuidado de los muertos. En su santuario dedicado a San Pedro Apóstol, con vestigios del siglo XVI, hay una hermosa capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario.
El pueblo de Ticomán es un poco más reciente que Zacatenco, pues sus orígenes se remontan al preclásico superior del año 800 al 200 a.C. Según el códice de Santa Isabel Tola, este pueblo lleva el nombre de Tepecoma o Tecota, que quiere decir “cerro hecho a mano”.
El pueblo de Cuauhtepec fue fundado por el gran conquistador Xólotl, quien partió con su hijo, Amaqueme, cuando el imperio tolteca fue destruido. El príncipe Neoplatzín, hijo de Xólotl, le señaló que debía establecerse en Tenayuca y fundar el gran imperio Chichimecatlaclli. Durante los siglos XVII y XVIII se le denominó Rincón del Real Colegio de Niños de San Juan de Letrán, y se dividió en dos barrios, Barrio Alto y Barrio Bajo. En el Barrio Alto vivió el gran músico y compositor Juventino Rosas.
En los inicios del siglo XIX, la Magdalena de las Salinas tuvo su mayor esplendor junto con sus 14 barrios, entre los cuales se encontraban, Santa MAría de las Salinas, Tula, Huautla, Texacoac, Moyotla Capoltitlan, Tepalcatlitan y Tlatlacama. La denominación de San Bartolomé Atlapahuacan, barrio de la Magdalena de las Salinas, proviene de la lengua náhuatl y signific “donde principia el agua”.
El nombre de Santiago Atzacoalco viene del náhuatl “Tzcualli” y “co” (lugar donde se retiene el agua). Las crónicas relatan que el origen de este pueblo se remonta a la peregrinación mexica. Cuando la romería se encontraba en un lugar llamado Tizapán, se decidió entronizar como diosa a la hija del tlatoani, por lo que la sacrificaron. El tlatoania montó en cólera y declaró la guerra a los aztecas. Estos huyeron de los guerreros a Mexicalcingo y otros formaron el pueblo Atzacoalco.
San Juan de Aragón se originó en una hacienda que en 1713 perteneció al capitán Blas López de Aragón. Las viejas haciendas y los ejidos de los pueblos dieron origen a una mancha urbana de más de 260 colonias. Entre ellas está la colonia Lindavista fundada en 1940 para familias de clase media acomodada, y la colonia Industrial, que ocupó la zona de un antiguo barrio ondígena llamado Tepalcatitlán. San Juan de Aragón cuenta hoy con atractivos como un bosque, un zoológico y un lago artificial. Fue Benito Juárez quién expidió su acta de constitución, y el 5 de mayo se celebra ahí una representación de la batalla de Puebla, donde las tropas francesas fueron derrotadas. Y de las haciendas y ranchos ubicados en esta delegación ya no queda más que su historia, salvo el caso de las de la Patera, Santa Cruz y San Mateo Tulpa.