Hablando de Aguascalientes, no se puede dejar de recordar a Juan Chávez. Para los liberales, un bandido y para los conservadores, un paladín. El hecho es que para el pueblo era un temido matón que con sus hazañas horrorizaba a las gentes, convirtiéndose después en un hombre de leyenda que ha pasado la historia. Este personaje nació en la haciende de Peñuelas, en 1831, siendo hijo natural de Don Juan Dávalos, un hombre rico y muy conocido, en el estado por ser uno de los grandes conservadores militantes, que no solo estaba con la causa sino que ayudaba económicamente a su partido. Su madre era una humilde campesina llamada Ignacia Chávez, hija de un peón de esa finca, la que no era de mal ver, siendo este muchacho producto de una travesura de Don Juan Dávalos.
Desde que el joven tuvo conciencia, supo que su padre era Juan Dávalos que aunque nunca reconoció, este respetaba su nombre, no obstante que su madre le dio su propio apellido: Chávez. Juan Chávez, no solo heredo el físico de su padre, un hombre alto, de ojos claros, erguido, de gran personalidad aunque moreno y mirada de maldito, como su madre sino también las convicciones conservadoras de su progenitor.
Aunque Juan Chávez no tuvo estudios, tenia una inteligencia natural y una intuición que alternaba con quien se le ponía enfrente, dándole verdadera cátedra en el tema que se le tratara. Abrazó la causa conservadora y sus hazañas en toda nuestra región durante las guerras de Reforma y el Segundo Imperio (1857 a 1869) lo convirtieron en un personaje de leyenda, que perdura hasta nuestros días.
Era un hombre valiente, “atravesado”, y reconocido por ser intrépido y decidido. Se cuenta que el Emperador Fernando Maximiliano de Hamburgo le mando regalar una espada en reconocimiento a su valor. Asimismo él fue el que sustituyó a Don José Maria Chávez al nombrarlo como Prefecto Político de Aguascalientes, encargado interino de los mandos políticos y militares del Estado en diciembre de 1863, el Mariscal Bazaine, comandante General del Ejercito Francés, del Partido Conservador.
Al triunfo del liberalismo, Juan Chávez fue perseguido por los vencedores. El hombre, ya casado con doña Petra Ávila, se convirtió en un delincuente que andaba a salto de mata para tratar de conservar su vida. El día 12 de febrero de 1869, empezó a ser ferozmente perseguido por los liberales, y después de tres días de una carrera constante, llego al Monte de San Sebastián; agotado, se recostó a descansar un rato y al quedarse dormido, fue asesinado por dos de sus asistentes que le clavaron dos lanzas crucificándolo en el suelo. Era el día 15 de febrero de 1869, entre las 22 y 23 horas.
Así murió Juan Chávez, a la edad de 38 años. Cuenta la leyenda de Juan Chávez fue uno de los más famosos bandidos que ha tenido el Estado de Aguascalientes, que en contraposición a “Chucho el Roto” que robaba para los pobres, Juan Chávez robaba para los ricos, los conservadores de la región que estaban contra los liberales. Así comenzó a convertirse en ratero Juan Chávez.
Los liberales le temían por desalmado. Sin ver ni pelo ni color los despojaba de sus pertenencias y con el pretexto de que “era para la causa” de los conservadores, comenzó a amasar una fortuna, la que no repartía con sus secuaces, sino que la iba acumulando.
Sus “achichincles” le ayudaban a extorsionar a sus victimas; reunían los valores y los entregaban al jefe, quien sin que se supiera cómo, ni donde, los escondía. Juan Chávez y sus ayudantes se volvieron una amenaza, no sólo para la capital, sino para todo el Estado; si alguien decía en broma “Ahí viene Juan Chávez”, la gente corría como ratones a esconderse hasta debajo de la cama. Cuantas veces dice una de las fábulas que estando en una reunión, las mujeres hasta se tragaban las alhajas cuando se decía que iba a entrar “esta amenaza”. Pero así, también había en Aguascalientes hombres “bragados”, que pistola en mano, seguían a Juan Chávez y su palomilla para tratar de matarlos.
Pero éstos, ni tardados ni perezosos, se metían a los túneles donde se hacían “ojos de hormiga”. Dice la historia que a Aguascalientes se le llama “La Ciudad Hueca”, porque hace muchos años, nuestros indígenas hicieron un enorme túnel con muchas ramificaciones, se sabe que el templo de San Diego hasta el templo de San Marcos, tocando otros lados; los túneles iban a dar a otras iglesias, como la de Guadalupe, el Encino, la Purísima y otras, para defenderse de los Apaches y Comanches que venían del norte del país a robarse a sus mujeres. Ahí las escondían y por diferentes lados salían a contraatacar a sus enemigos. Es por eso, que muchas casas en la capital del Estado, se hundían y nadie sabia el motivo, pero… ahora se los estamos contando.
Pues bien, como hemos dicho, en ese túnel se escondía Juan Chávez y sus ayudantes. Cuando pasaba el peligro, salían por otro lado burlando así a sus perseguidores que no conocían los secretos subterráneos. Así robaba Juan Chávez. Por la noche se desaparecía de sus compañeros, y nadie sabia el lugar en donde escondía el tesoro el “capo”, audaz, inteligente y socarrón bandido.
La única que sabia del escondite en el Cerro de los Gallos, era su mujer, doña Petra Ávila.
Cuentan que en una ocasión, un conocido de Juan Chávez lo fue siguiendo sin que se diera cuenta. Era un hombre “muy de a caballo”, que se llamaba Liborio Estevanés y sabia que este “amigo de lo ajeno” había logrado reunir una gran fortuna que tenia enterrada y solo él sabia el sitio de su escondite. Desde lejos lo fue siguiendo y una vez que se había adentrado al corazón del cerro, le dijo a su yegua “La Concha”, “Ora si Conchita, no haga ruido que vamos a robar a este bandido. Ladrón que roba a Ladrón…” Juan Chávez, sintió temblar la tierra; como descuidado volteó de reojo y sin bajarse de su caballo “El Garante”, comenzó a seguir a Liborio. Fue una emocionante carrera, a sus cabalgaduras nomás les volaban los crines y así “jadeantes”, hombres y caballos llegaron hasta la plaza de armas. “La Concha”, reventó y Liborio se sacó tal paliza, que por mucho tiempo dejo de caminar… Y el tesoro escondido en el Cerro de los Gallos se siguió acumulando por otro tiempo.
En una ocasión Juan Chávez les dijo a sus asistentes que el día que se decidieran a dejar de robar, ese día haría repartición del tesoro… pero ese día, nunca llegó. No solamente el pueblo de Aguascalientes le temía a ese ladrón; sus mismos compañeros no le tenían confianza y después de la ultima hazaña y por burlarse de sus ayudantes, éstos en venganza lo “al filetearon” con sus dagas dándole muerte. Cuentan que sus asistentes después de que lo mataron, se dirigieron al Cerro de los Gallos, lo recorrieron de punta a punta, centímetro a centímetro y nunca dieron con el escondite de Juan Chávez.
Su propia mujer, acompañada de otros parientes hicieron lo mismo, renegando de él, por no haberles dicho el secreto, pero tampoco encontraron el fabuloso tesoro que Juan Chávez había acumulado. Han pasado ciento veinte años y aun no se ha encontrado el escondite en donde el más famoso ladrón de Aguascalientes guardó el producto de lo que les extrajo a los liberales, a políticos y hasta conservadores de la región, en su afán de ser el hombre mas rico del Estado convirtiéndose en el más poderoso del cementerio.
También cuenta la Leyenda que él, Juan Chávez, en el fondo tenía algo de “Señor”, de la sangre de su padre, y protegió a un medio hermano, Rumualdo Dávalos, al que auxilió con mucho dinero para que pusiera “La Primavera” , una casa de juego, la que tenia palenque, ruleta, gallos, albures, etcétera, en una enorme casa enfrente del Jardín de San Marcos (en donde estuvo el Colegio Portugal). Casa que después fue de la familia De la Peña y más tarde de los Otálora. En esto se fue algo de la fortuna de Juan Chávez, pero la mayoría sigue enterrada en el Cerro de los Gallos, aunque mucha gente se atreve a decir, que esto le dijo a su señora, pero como las mujeres son tan indiscretas, seguramente el tesoro está en alguno de los túneles que pasan por debajo de la Ciudad, y a ella le dijo que en el Cerro de los Gallos para despistarla. Lo cierto es que muchas personas a quienes no les gusta trabajar siguen buscando el tesoro de Juan Chávez que robara al pueblo, y mantienen viva la conseja.