Del extraordinario florecimiento del área, sólo las culturas zapoteca y mixteca lograron llegar a su máximo esplendor.
Monte Albán fue la metrópoli más relevante de la primera, junto con las ciudades de Yagul, Dainzú, Zaachila y Lambityeco; mientras que Mitla fue el mejor ejemplo de la segunda.
Además de sus tesoros artísticos, la mayor riqueza de Oaxaca reside en su gente, que mantiene vivas innumerables tradiciones y una de las más importantes producciones de arte popular.
Danzas como la de La Pluma y La Zandunga, las celebraciones de los santos patronos, el cambio de las autoridades civiles, las bodas, las fiestas de muertos y el carnaval convierten al estado de Oaxaca en una festividad permanente, pero es sin duda el famoso “Lunes del Cerro” o “Guelaguetza”, que se celebra anualmente en la capital los dos lunes siguientes al 16 de julio, el que ha cobrado fama internacional.
En cuanto al arte popular, la alfarería, los textiles, la cestería, la orfebrería, la talla en madera, la metalistería, los juguetes y los artículos de piel son algunas de sus expresiones más conocidas, siendo quizás el barro negro de San Bartolo Coyotepec y los textiles teñidos con tintes naturales de teotitlán del Valle los más conocidos mundialmente.
La gastronomía oaxaqueña es un verdadero “mundo aparte”, donde el famoso mole es uno de sus mayores representantes; el pan de huevo, llamado “marquesote”, el chocolate, el queso y la cecina gozan de fama nacional.