Entre los pueblos mesoamericanos, la religión y los ritos asociados a ella estaban relacionados con el mantenimiento del orden del cosmos, la fertilidad y el bienestar en general.
Los asuntos de la sociedad (incluidos el nacimiento, el matrimonio y la muerte) se encontraban inmersos en una compleja estructura de creencias que dictaba pautas de comportamiento, y que explicaba y justificaba la naturaleza del mundo. Con base en los conceptos religiosos se establecieron los calendarios, se justificaba el papel de los gobernantes y se planeaban los ciclos de producción agrícola.
Para ello se realizaba un amplio y variado conjunto de ritos, efectuados por reyes y sacerdotes, que incluían danzas, sacrificios, autosacrificios, encuentros de juego de pelota, etcétera.
Para los mayas, el creador del cosmos fue itzamná, señor del cielo, el día y la noche. Era hijo de Hunab K’u, deidad abstracta e invisible. El cielo estaba sostenido por cuatro dioses “cargadores”, los bacabes, relacionados con los cuatro puntos cardinales, en cada uno de los cuales se encontraba una ceiba sagrada, el árbol de la abundancia que había proporcionado el primer sustento a la humanidad.
Se creía que el cielo estaba dividido en 13 niveles superiores en los que residían los oxlahuntikú o trece señores del supramundo. El inframundo, a su vez, estaba dividido en nueve estratos, presididos cada uno por uno de los bolontikú o nueve señores de la noche.
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