Historia de la Delegación Cuajimalpa, Ciudad de México
El escudo de la Delegación Cuajimalpa contiene de todo, un nombre náhuatl “Cuauhximalpan, lugar donde se labra o talla madera, pues desde 1342 los tepanecas se instalaron en sus montes de ricos bosques y esa fue su forma de vida hasta comienzos del siglo XX. “Cuau(itl” (árbol), “Xima” (trabajar en), “Ipan” (encima). Su escudo existía ya en 1490 y las 371 poblaciones que rendían tributo al señor Moctezuma Xocoyotzin, último emperador azteca, se identificaban con este emblema.
Su hermoso jeroglífico ideográfico muestra un tronco con tres ramas y tres astillas triangulares, símbolo de la labranza, y tiene clavada un hacha de cobre tepaneca.
Cuauhximalpan fue dominado por Azcapotzalco durante un siglo, como lo testifica el “Lienzo de Tlaxcala”. Hacia el año 1430 fue arrebatada a ese Señorío por el guerrero azteca Izcóatl y transferida al reino de Tlacopan, que formó parte del poder tripartita con Tenochtitlán y Texcoco. La historia de México cruzó esta tierra de manantiales y naturaleza exuberante.
Cuenta la leyenda que en Acopilco, uno de los pueblos principales de Cuauhxmalpan, fue asesinado por los mexicas el príncipe Copilli, y que en su corazón arrancado se convirtió en la roca sobre la que se posó un águila devorando una serpiente, signo que llevó a los aztecas a la fundación de Tenochtitlán, según les había profetizado su dios Huitzilopochtli. A esta ciudad llegaron los invasores españoles el 8 de noviembre de 1519. Tras cometer numerosos atracos y tropelías fueron obligados a huir en la famosa batalla de la resistencia indígena el 30 de junio de 1520. Esa noche, Hernán Cortés lloró en la isla de Popotla bajo el ahuehuete llamado por los españoles “El árbol de la noche triste”. Al día siguiente, su tropas derrotadas se refugiaron en Cuauhximalpan, nombre que no podían pronunciar y que cambió poco a poco al de Cuajimalpa.
En 1535 éste y otros pueblos fueron incorporados por Cortés a su Señorío particular. El conquistador, católico devoto, decidió otorgarle tierras a Cuauhximalpan y lo llamó San Pedro Cuauhximalpan, en honor al santo de su mayor devoción. También bautizó a su primogénito como Pedro.
La Cuajimalpa colonial fue un minúsculo poblado del que dependían otros más reducidos, dedicado a aserrar, labrar y quemar madera. Era una aldea de leñadores y carboneros, con agricultura y ganadería de autoconsumo. Su vida fue apacible y ligada para bien y para mal a la Iglesia y al latifundio de Cortés.
En 1604 se comenzó la construcción de un monasterio en el llamado Santo Desierto de Cuajimalpa o Desierto de los Leones, para alojar a los religiosos. Los gruesos muros de piedra podían separar este convento de carmelitas descalzos del cercano Cerro de los ídolos, en el que abundaban las cavernas y donde moradores de los pueblos vecinos tenían lo que los cronistas llamaban “prácticas idolátricas”. Estas prácticas las conservaron hasta finales del siglo XVII. Entre lo que aún permanece en los jardines de aquel antiguo convento destaca el famoso “Secreto”, un chapitel con bóveda elíptica que transmite de un extremo a otro el susurro pronunciado. A finales del siglo XVIII los carmelitas no querían morar allí y pidieron su traslado al rey de España. Comenzaron los problemas de tierras entre los frailes y los descendientes del cacique Juan de Ixtolinque, quién terminó preso.
Junto con Santa Fe, Cuajimalpa aportó la mayor parte del agua que se consumía en la Ciudad de México, aunque la bella arcada del acueducto al norte de la Ciudad de México y comenzaba arriba de Chapultepec con 900 arcos en seis kilómetros fue destruida a finales del siglo XIX.
Durante siglos fue famosa La Venta fundada por doña Marina Gutiérrez Flores, donde había, además de albergue, cambio de caballos y carretas. Fue visitada y descrita por extranjeros como William Bullock, autor de “Diez años de residencia y viaje en México” y la condesa Paula Kolonitz, dama de compañía de la emperatriz Carlota. Allí se podía comer pescado blanco del Río Lerma, papas, chuletas y varias delicias de la cocina mexicana, acompañados con café.
El 30 de octubre de 1810 tuvo lugar la Batalla del Monte de las Cruces, el primer combate a campo abierto entre insurgentes y realistas que fue ganado por aquéllos. En la Casa de Hidalgo, junto a la Parroquia de San Pedro, en el centro de Cuajimalpa, el padre de la Patria, Miguel Hidalgo, tuvo insomnios que lo llevaron a dar la batalla decisiva en el Monte de las Cruces y no en la capital. Firmada a la una de la mañana del 3 de noviembre de aquel año, Miguel Hidalgo escribió una carta al virrey Francisco Javier Venegas en el que anotó: “Sangre y destrozo, dicha y felicidad para la América, son dos extremos, que entiendo elegirá Vuestra Excelencia el más humano, el más justo y racional”, además le pidió cesar “esa actitud hostil que se opone al movimiento nacional”.
A partir de los años treinta del siglo XX, la Ciudad de México tuvo gran desarrollo, pero al término de la gestión de Lázaro Cárdenas, Cuajimalpaera todavía zona rural, más próxima a la provincia que a la metrópoli. Su gente comenzó a trabajar en el servicio doméstico y la construcción en Santa Fe, las Lomas y Tacubaya.
San Pablo Chimalpa, un pueblo hermoso con manantiales es de los más antiguos e importantes. Fue inmortalizado en una pintura de José María Velasco. También es muy visitado San MAteo Tlatenango donde se encuentra el Valle de las Monjas, con hermosos bosques y riachuelos.
Cuajimalpa de Morelos comunica al Distrito Federal con el Estado de México por el poniente, al oriente limita con la Delegación Miguel Hidalgo y al sur con Álvaro Obregón y Magdalena Contreras, con las que comparte la cima del Monte de San Miguel, volcán extinto que es la mayor altura e icono de la demarcación. De sus 8 mil hectáreas, alrededor de 80% es suelo de conservación ecológica. Tiene 47 colonias y cuatro pueblos: Contadero, San MAteo Tlatenango, San Pablo Chimalpa y San Lorenzo Acopilco, en este último durante los años setenta floreció el ideal de la comunidad hippie, que proclamaba “amor y paz”.
Hasta el primer cuarto del siglo XX, la economía de la zona se basó en la explotación de los bosques, ya sea en forma de maderas de pino para construcción o como combustible de madera o carbón, el cual se vendía en las poblaciones de Tacubaya y San Ángel. De manera marginal de daba la cría de borregos, agricultura de temporal y actividades de mesonería en los pueblos cercanos al camino Real. Una economía paralela fue la producción de pulque, que se expendía en las postas. En lo industrial, Cuajimalpa no tuvo un gran desarrollo, salvo por su extinta fábrica de hongos, Monte Blanco, que por más de 50 años tuvo su asiento en las afueras de la cabecera delegacional. Fue reubicada en el Estado de México, por la presión de sus muy nuevos y ricos vecinos, quienes no soportaban los olores del fertilizante.
Con la expansión de la ciudad, las minas de arena y grava que se hallaban en su territorio empezaron a tomar un valor económico tan alto que desplazaron a la actividad silvícola, y la introducción del tren hizo que sus habitantes se desplazaran a la ciudad para vender su mano de obra.
En la actualidad se encuentra rodeada de lujosas colonias como Santa Fe y las Lomas de Chapultepec, las que una pequeña parte queda dentro de esta demarcación. También está la zona de Contadero, que colinda con los poblados pequeños de Cuajimalpa y la zona boscosa de la Venta. Zona de contrastes que divide la vida de los chimperinos entre ricos y pobres.