Los viñedos más antiguos de América, una historia prodigiosa y la incalculable belleza de los senderos de la sierra, son algunas de las sorpresas que Parras de la Fuente tiene preparadas para ti. A medio camino entre Saltillo y Torreón, en una región por lo demás árida, este pequeño pueblo rebosante de nogales forma, literal y figurativamente, un oasis lleno de vida en medio del desierto.
El Santo Madero es una encantadora capilla en lo alto de un pequeño volcán, vigila desde las alturas con un aire decididamente místico. Antaño en la cima, los indígenas irritilas realizaban sus ceremonias; pero cuando llegaron los jesuitas, colocaron una cruz de madera en su esfuerzo por evangelizarlos. Como el viento la tiraba una y otra vez, en 1880 se construyó la capilla para albergar la cruz que, a decir de los lugareños, es muy milagrosa.
Caminando se llega hasta la “cueva de los muerciélagos”, el nombre no engaña, dentro del Hotel Antigua Hacienda Perote hay una cueva y, si uno se sienta en silencio frente a ella cuando el sol se oculta, de sus entrañas salen miles de murciélagos que revolotean mientras se preparan para una noche de cacería.
En el restaurante La Casona tienen los mejores cortes de carne de Parras, y en Dulces Regionales Chávez encontrarás las famosas “noras”. Este dulce de leche con almendras es de una suavidad y un sabor exquisitos.
Uno de los viñedos más famosos es Casa Madero. Las bodegas más antiguas de América, fundadas en 1597, no sólo son valiosas por su fascinante historia (inseparable de la de Parras), sino también por la belleza y la autenticidad de la hacienda que las alberga y la calidad del vino que producen.
El corredor cubierto de parrales, los alambiques franceses de cobre y las gigantescas barricas antiguas son los atractivos principales. Si está disponible, pide por el guía Eugenio Álvarez quien, al igual que su padre, abuelo y bisabuelo, nació en la hacienda. Seguro te platicará las anécdotas de su familia y los sucesos poco conocidos de la hacienda si se lo pides.
Explorando el Cañón de la Lima, un hermoso cañón de piedra azulada cuyas altas paredes se cierran filtrando la luz dramáticamente y amplificando el silencio del desierto.
El Estanque de la Luz es un enorme reservorio de agua construido a mediados del siglo XIX, que da al pueblo una importancia descomunal en términos históricos. Fue aquí donde, por invitación de su amigo don Evaristo Madero (personaje ilustre y abuelo de Francisco I. Madero), Thomas Alva Edison instaló una turbina hidroeléctrica para hacer pruebas en el perfeccionamiento de la bombilla eléctrica. Así fue como Parras se convirtió en el primer poblado en América en contar con iluminación eléctrica, otra primicia singular de este oasis.
La recién restaurada Iglesia San Ignacio de Loyola fue construido en 1607, en sus muros acaban de encontrar y rescatar murales del siglo XIX, ocultos detrás de viejas capas de pintura. El altar principal es de estilo churrigueresco bañado en oro.
Imperdible:
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Ir a La Campana, que ofrece pantalones de mezclilla a precios muy bajos.
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Llevar agua, protector solar y ropa ligera.
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Realizar un recorrido histórico alrededor del centro.
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Subir a lo alto del Santo Madero y contemplar la vista del pueblo y el desierto.
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Hacer un paseo por las pinturas rupestres o el Cañón de la Lima.
Cómo Llegar:
Desde Torreón tomar la carretera federal 40 hasta el entronque con la estatal 102, y dar vuelta a la derecha hasta Parras.
Desde Saltillo las indicaciones son las mismas, sólo que en la carretera 102 la vuelta es a la izquierda.
Festividades:
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El Día de la Santa Cruz el 3 de mayo.
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Las fiestas del vino a partir del primer viernes de agosto.
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El Día de Muertos el 2 de noviembre, y el Festival de la Nuez y el Dulce, en las mismas fechas.
Información Turística:
Oficina de Convenciones y Visitantes de Parras.
km 3 de la carretera Parras-Paila.
Teléfono: (842) 422 0259