En la península de Yucatán, particularmente en la ciudad de Mérida, hay pequeños talleres artesanales dedicados al aprovechamiento del caparazón de la tortuga de carey.
Es posible que esta costumbre se haya desarrollado a partir del siglo XVII cuando era empleado para decorar muebles, sobre todo arcones y bargueños de los que venturosamente se han conservado algunos ejemplos notables.
A partir de mediados del siglo XIX y en forma casi ininterrumpida con carey se han hecho objetos muy variados: sencillas “uñas” para ayudarse a tocar instrumentos musicales de cuerda, especialmente guitarras, pequeñas cajas, abrecartas, peines y algunas variedades de peinetas, como las llamadas “tejas” o los famosos “cachirulos”, que forman parte obligada del atuendo de las veracruzanas jarochas; dichas peinetas van decoradas suntuosamente, por lo que una vez terminadas pasan a los artesanos que también en la ciudad de Mérida trabajan la filigrana de oro. A estos artistas les es encomendada la delicada labor de engastarles perlas (que son el adorno de las peinetas comunes), pero también, y sobre pedido, se decoran las verdaderamente suntuosas que suelen llevar perlas, esmeraldas y de manera ocasional pequeños brillantes, estos “cachirulos” casi siempre pasan de madres a hijas dentro de la sociedad veracruzana.
Tenemos la suerte de conocer prendas de este tipo que se han mantenido por generaciones en poder de algunas familias xalapeñas, quienes aseguran que dichos objetos fueron mandados a hacer por sus antepasados a la famosa ciudad “blanca”.