Historia de la Delegación Milpa Alta, Ciudad de México
Por esta delegación se encuentran esparcidos más de una docena de poblados. Además de Villa de Milpa Alta, San Pablo Oztotepec, San Pedro Atocpan, San Lorenzo Tlacoyucan, San Juan Tepenahuac, San Antonio Tecómitl, San Jerónimo Miacatlán, San Agustín Ohtenco, San Francisco Tecoxpa, Santa Ana Tlacotenco, San Salvador Cuauhtenco, San Bartolomé Xicomulco, San Juan Tepenahuac y San Lorenzo Tlacoyucan.
En cada uno de estos pueblos originarios, pervive la memoria de sus ancestros, que se prolonga hasta nuestros días. Prueba de ello es la proliferación imperturbable de festividades religiosas, tradiciones y actividades que reinician una y otra vez en un ciclo que refleja la vida agrícola consagrada a esta tierra situada al sur de la cuenca de México y rodeada de volcanes: el Tláloc, el Cuauhtzin y el pequeño Teuhtli.
Villa de Milpa Alta es la cabecera delegacional, y aún se escucha el acento del náhuatl de los antiguos “nahuatlatos”. En esta demarcación hay ocho capillas de siete barrios provenientes de los “calpullis” de la antigua Malachatepec Momozco o Malacatetipac, además de la capilla de la Guadalupana y el ex convento franciscano, que constituyen se Centro Histórico.
En Villa de Milpa Alta y San Lorenzo, cada año se producen entre 80 y 90 toneladas de nopal. Esta cactácea es el eje de una de las actividades comerciales fundamentales de los habitantes.
En San Antonio Tecómitl se encuentra Tecontitla, paraje donde hay una oquedad natural conocida como “La olla de piedra”, formada durante la última erupción del volcán Teutli. En San Bartolomé Xicomulco también hay restos prehispánicos: “los tecales” o restos de paredones elaborados con cal y canto que se localizan en el paraje de Tlapechcaltitla.
En San Juan Bautista Tepenahuac (que significa “cerca del cerro), subsiste la leyenda de que hay cuatro coyotes enterrados bajo el altar de la iglesia, y que están ahí para controlar la explosión demográfica. Cierto o no, el caso es que Tepenahuac es el poblado más pequeño de la región y crece muy lentamente.
Los habitantes de Milpa Alta se caracterizan por su devoción religiosa y por su defensa irrestrica de la tierra. Un caso notable que registra la historia moderna es el de Pánfilo Cabello, conocido como “El General Ayate”, originario de San Jerónimo Miacatlán. Durante la Revolución, este campesino se batió con heroísmo en las filas del ejército zapatista, lo que le mereció su grado militar. San Pablo Oztotepec recuerda al antiguo cuartel zapatista que en 1911 bajo la dirección de Antonio Beltrán Cortés, oriundo del pueblo de Ayotzingo, salió al frente de un grupo rumbo al estado de Morelos donde se unió a las fuerzas del general Emiliano Zapata.
Cada año se celebran en Milpa Alta 720 fiestas paganas y religiosas. Este dato muestra claramente el palpitar de los habitantes de esta demarcación, quienes viven prácticamente inmersos en la temporalidad eterna de lo sagrado. Por ello son notables las construcciones religiosas, sobre todo franciscanas, que datan del siglo XVI. Hay un convento con Capilla abierta en Tecómitl, mientras que San Jerónimo Miacatlán construyó su iglesia en 1713. San Pablo Oztotepec, donde en la parte alta se encuentra la Capillita de Calmita, también tiene su parroquia con capilla abierta.
San Pedro Actopan cuenta con la Capilla Yencuitlalpan, en tanto que Santa Ana Tlacotenco y San Francisco Tecoxpan poseen, cada uno, su templo franciscano. En San Salvador Cuauhtenco, que significa “en la orilla del bosque”, su templo ostenta en la fachada elementos prehispánicos: ocho figuras en forma de “cocolitos” y dos espigas de caña. Pero el caso por demás interesante es el de San Lorenzo Tlacoyucan: la historia oral narra que donde ahora se levanta una capilla a la Santísima Trinidad se encuentra la tumba del último “tlatoani momoxca”, llamado Huellitlahuilli. Eso explica que los 12 pueblos de Milpa Alta puedan organizar las fiestas comunales típicas con la modalidad de las mayordomías. Esta forma comunal data del México colonial: el mayordomo era designado por el pueblo para administrar los recursos y realizar las celebraciones religiosas. Así, sus habitantes están ligados estrechamente a los quehaceres cotidianos debido a las fiestas, al trabajo agrícola, y a los lazos familiares y de responsabilidad.
La famosa Feria del Mole de San Pedro Atocpan es en honor al Señor de las Misericordias, centinela del santuario. Instituida en 1977, se realizaba en la Plaza de San MArtín, pero su crecimiento y éxito la trasladaron a orillas del poblado, a un costado del kilómetro 18.5 de la carretera Xochimilco-Oaxtepec.
Otra festividad más es la Feria de Faroles y Globos de Cantolla en los días de Muertos, en San Agustín Ohtenco. Ahí, los pobladores hacen gala de sus talentos artesanales con sus faroles de chilacayote, los globos de frágil y colorido “papel de china” para elaborar enormes figuras de hasta 25 metros, hechas con más de tres mil pliegos que suben y se pierden en las alturas.
En Salvador Cuauhtenco se realizan la fiesta patronal del 6 de agosto al Divino Salvador y la del Día de la Candelaria, el 2 de febrero, aunque últimamente han cobrado fuerza la Feria de la Barbacoa y el Concurso de la Pera. Hay una interesante celebración el 2 de octubre, cuando se conmemora la efemérides de la introducción del agua potable a la comunidad realizada en 1934. En la celebración se incluyen carreras de atletismo de montaña, adornos y concursos de hidrantes, así como un desfile de alumnos.
En el Faro de Milpa Alta se imparten 15 talleres de serigrafía, grabado, papel hecho a mano, cartonería, fotografía, multimedia, guitarra clásica, dibujo contemporáneo, historieta, cerámica, cine y video comunitarios, cestería y telar de cintura, así como galería de estampa y muro pantalla, donde se exhibirá el trabajo de artes gráficas. Este espacio comunitario también cuenta con el Centro de Documentación de Pueblos Originarios, recopilará, conservará y difundirá los documentos relacionados con las comunidades locales.
Desde estos lugares donde aún se escucha el náhuatl y se cultiva la tierra, los pobladores bajan diariamente a la gran urbe y se confunden con el resto de los capitalinos. Pero al final de cada jornada inician su retorno, intactos, siempre hacia las alturas.