Una buena maleta es aquella en la que no tienen lugar las prendas que se llevan “por si acaso”: por si acaso hace calor, por si acaso llueve, por si hace frío o por si hay fiesta nocturna.
Hay que tener en cuenta el destino de nuestras vacaciones, porque no es lo mismo ir a la playa que a la montaña. Si el lugar elegido es la playa, y por lo tanto un clima cálido, en la maleta no deben faltar camisetas, un top, un short, alguna falda, un par de vestidos versátiles, que puedan usarse tanto en el día como en la noche, algún pantalón ancho y un par de bikinis con sus respectivos pareos.
Un accesorio básico del verano son los “fourlard”, que puede servir para tapar la garganta como para ponerse sobre los hombros por las noches. Algo complicado para elegir en un viaje es el calzado, una de las piezas más pesadas y abultadas del equipaje. Es recomendable llevar un zapato o sandalia cómodo, adaptable al resto del vestuario.
El “look” es distinto si en lugar de playa se hace turismo de montaña o por detinos menos calurosos, como en un crucero. Para este caso es mejor empacar pantalones de mezclilla, varias camisas, una chamarra cazadora y se deben sustituir las sandalias por unos zapatos cerrados para el frío y la lluvia.
El protector solar es algo que nunca debe faltar en una maleta, tanto si se va a la playa o a la montaña o a destinos más frescos. Es preciso habilitar un pequeño neceser con algunos cosméticos, entre ellos una base de maquillaje, una máscara de pestañas y un rubor, así como desodorante y perfume.
A la hora de hacer la maleta, es fundamental llevar puestas las prendas que más lugar ocupan, y tratando de doblar muy bien la ropa, a fin de optimizar el espacio disponible. Frente a las arrugas que se hacen en la ropa al meterla a presión, nada mejor que colgarla en ganchos en el baño y abrir el agua caliente para que las arrugas desaparezcan con el vapor.