En este ex convento se descubre la indiscriminada mezcla de elementos de estilos diversos tales como el gótico, plateresco y manierista.
Sin embargo, la talla ornamental dominante, es la que pertenece al arte tequitqui.
Su extenso atrio arbolado está rodeado por un muro coronado de voluminosas almenas; en el centro se exhibe una cruz atrial con los símbolos de la Pasión labrados, mientras que en las esquinas del atrio se guardan todavía dos capillas posas con pequeños nichos y adornos florales.
El templo aloja en su interior retablos neoclásicos y murales modernos. Su fachada está decorada con imágenes de querubines, flores, hojarasca, columnillas estriadas, un pequeños jarrón y coronas.
Además se dejan ver dos medallones platerescos con un escudo dominico, el sol y la luna (atributos de la Virgen), ocho estrellas que simbolizan la guía y el fervor divinos, y dos canes con la tea enhiesta en el hocico que representa el sueño de la madre de Santo Domingo en el cual daba a luz a un perro con una antorcha encendida en las fauces.
El claustro de muros extremadamente gruesos se sitúa al norte del conjunto, característica de las construcciones del siglo XVI.
En los muros se exponen frisos monocromos que ilustran grutescos, escudos de la orden dominica, monogramas marinos y unos curiosos dibujos de personajes con coronas en la cabeza.