Sólida construcción agustina de tezontle y cantera rosa que data de 1550.
La portada plateresca se caracateriza por la sobriedad en el decorado.
Anexa al templo se aprecia una torre de estilo mudéjar y almenas que no dieron utilidad como fortaleza al conjunto, ya que los otomíes pronto fueron servidores de los españoles.
En su interior se exhiben pinturas que describen escenas fantásticas ajenas totalmente a cualquier convencionalismo religioso.
En ellas figuran guerreros indígenas con peculiar indumentaria y en actitudes bélicas; terroríficos monstruos cuadrúpedos, caballeros coyotes, dragones tocados con penachos, quiméricas imágenes coloreadas en azul, rojo, amarillo y café; son el mejor ejemplo de arte hecho por manos aborígenes (tlacuilos) en el siglo XVI.
Contrastando con las fantásticas escenas de frescos en grisalla, con estampas de la más ferviente devoción cristiana, también se exponen copias de pobre factura, pero de gran dramatismo, de grabados europeos: pasajes del Evangelino, de la vida de Cristo, de la Virgen, etc.