“Carmen”, como la llaman sus habitantes, es una ciudad costera que ofrece al viajero interesantes rincones, que pueden combinarse con la vista a sus playas aledañas y con la tranquila contemplación del extenso cuerpo de agua que la custodia, la Laguna de Términos. La vida desarrolla enmedio de los últimos sucesos y noticias de la actividad petrolera en la “Sonda de Campeche”; tiene además la fortuna de contar con un gran tesoro escondido: la abundancia de camarón también llamado el “oro rosa”.
Hay atolones con destinos solitarios, ese no es el caso de Isla del Carmen, acompañada por la Laguna de Términos. Aquí llegaron Juan de Grijalva y Antón de Alaminos en 1518 creyendo que ahí concluía la entonces pensada isla de Yucatán. En lugar de ser ocupada de inmediato por españoles, esta tierra fue primero refugio de piratas. Atacaban barcos, y dedicaban tiempo a cortar maderas preciosas y palo de tinte que luego embarcaban hacia Europa.
La presencia de los corsarios fue larga, desde el siglo XVI hasta el 16 de julio de 1717, fecha en que el capitán Alonso Felipe de Andrade logró finalmente expulsar a los bucaneros en nombre de la corona española. Ese también es el día en que se celebra a la Virgen del Carmen, de ahí que la isla fuera rebautizada en su honor. Un presidio fue construido para defender el teritorio de posibles ataques, y aunque estos siguieron ocurriendo durante un tiempo, la ciudad habría de experimentar calma y buena fortuna.
Una vez expulsados los piratas en el siglo XVIII, fueron los españoles quienes constinuaron la explotación del palo de tinte y las maderas preciosas. Fue entonces cuando la villa se iría poblando de casas de teja francesa que las naves traían como lastre. Para fines del siglo XIX aparecería una nueva industria, la del chicle. La resina extraída de los árboles de chicozapote en el interior de las selvas era enviada hasta Carmen para ser exportada. El mercado decaería hasta la década de los años cuarenta del siglo XX, cuando la aparición de sustitutos químicos volvió irrelevante el producto.
Por un tiempo el coco generó riquezas, una fábrica se encargaba de transformarlo en jabones y aceites, y su cáscara servía para hacer botones. Pero fue la industria camaronera la que trajo consigo una nueva época de bonanza. Las costas carmelitas estaban llenas de bancos de camarón rosado que parecían interminables. Aparecieron numerosas embarcaciones pesqueras, se construyeron muelles y empacadoras. Hasta que finalmente en 1971 se descubrió petróleo y desde entonces la actividad económica en la isla gira en torno a su presencia.
Entre las cosas que quedan del pasado en Ciudad del Carmen se encuentra el Barrio del Guanal, llamado así por los techos de guano que antes solían cubrir las casas de los sirvientes mayas que ahí vivían. En su pequeña plaza se levanta la Iglesia de la Asunción. Y si se camina hasta la calle 25 aparece otro rincón arbolado, el Parque Benito Juárez. Es una rotonda con piso y bancas de mármol donde descansa el busto del Benemérito de las Américas. A su alrededor se amontonan bugambilias y casonas del siglo XIX pintadas de colores. En este sitio, entre tantos ventanales y balcones, aparece la Iglesia de Jesús, una sencilla construcción del siglo XVIII con un arco de medio punto y una sola torre de campanario al centro. Se dice que en ella acudió a misa la emperatriz Carlota durante su paso por la isla en 1866.
En la calle 24 se encuentra la Casa de la Cultura, ocupando una bonita construcción en rosa con ribetes blancos. A un paso del malecón, entre las calles 20 y 22, se encuentra el Parque Antón de Alaminos, un sitio cuyo nombre recuerda al navegante español que junto con Juan de Grijalva descubrió la isla. Una fuente, el edificio de correos y el Hotel Colonial forman este espacio carmelita.
En la calle 22 se encuentra el Parque Ignacio Zaragoza, construido en 1872 y que aún conserva el enrejado original, el suelo lleno de pizarras francesas y un quiosco al centro con techo de bronce. El parque está custodiado por el Santuario de Nuestra Señora del Carmen, una iglesia terminada en 1856. Tiene para atraer a sus fieles una fachada amarilla, dos torres y un portón de columnas desfilando en medio. Dentro ya no se conservan santos ni retablos, perdidos todos en la Guerra Cristera. El altar principal es un ciprés jaspeado donde aguarda la patrona de la isla, la Virgen del Carmen, la de la túnica café con ternura por debajo de su aureola dorada.
Ubicación: 212 km al suroeste de la ciudad de Campeche por la carretera número 180.