Desde su fundación en 1864, Matamoros se ha mostrado aguerrido. En aquel entonces luchó jurídicamente contra el terrateniente Leonardo de Zuloaga por la posesión de estas tierras, mismas que el presidente Juárez expropió a favor de los habitantes durante su estancia en Viesca. En recuerdo de esta acción, se erigió el Monumento a Juárez en la plaza principal de la ciudad, en cuya base se encuentran los restos de Juan Cruz Borrego y Mariano Ortiz, dos de los hombres a quienes les fue confiada la misión de resguardar los archivos de la nación en la Cueva del Tabaco. Al centro de la plaza, el quiosco es un punto de encuentro.
Caminando hacia el norte por la calle Niños Héroes, a cuadra y media se llega al Mercado Hidalgo, en cuyo centro se haya una singular torre conocida como Reloj Público, construido en 1927, fecha en que se elevó a Matamoros a rango de ciudad. A dos calles de ahí, en el cruce de Guerrero y Cuauhtémoc, se puede visitar el Templo de Nuestra Señora del Refugio, patrona de la ciudad, cuya fiesta se realiza el 4 de julio con una feria que dura dos semanas.
En el límite norte de la ciudad, sobre la carretera 40 aún se pueden admirar los grandes hornos de la Fábrica de Ladrillos, construida a principios del siglo XX con tecnología alemana y que fueron uno de los pilares de la construcción de la ciudad en aquellos años.
Para llegar a la Cueva del Tabaco, se toma la carretera federal 40 con rumbo a Saltillo, en el camino se aprecian los grandes campos de cultivo que caracterizan a la comarca, terrenos que han sido arrebatados al desierto y se han convertido en fértiles huertas de sandía, melón, trigo, maíz y algodón. En una parte de la autopista se encuentran productores de los mencionados frutos ofreciendo su mercancía a bajos precios. Unos kilómetros adelante los señalamientos marcan la desviación a la cueva. Al llegar una amplia escalinata sube hasta un basamento, antesala del histórico sitio, donde los lugareños del poblado El Gatuño, de 55 cajas de madera que les confió Benito Juárez para su resguardo en septiembre de 1864, pues ellas contenían cientos de libros y documentos con la historia de la nación, mismas que no podían caer en manos francesas ante la inminente instauración del Segundo Imperio. Los documentos permanecieron en este sitio hasta la restauración de la República, tres años después. Los nombres de quienes cuidaron con su vida este tesoro de la nación están inscritos en las colosales estelas a la entrada de la cueva.
Muy cerca de la cueva se encuentra el poblado de El Gatuño, hoy conocido como Congregación Hidalgo, nombre puesto por el mismo Juárez a causa del paso del Padre de la Patria por este poblado cuando estaba preso y en camino a Chihuahua. En este ejido se pueden conocer dos museos avocados a la historia de don Benito en estas tierras. El primero de ellos es el Museo Recinto Casa de Juárez, y es nada menos que el sitio que hospedó a nuestro personaje. Entrar es dar un repaso histórico de todo lo anterior, pero además cuenta con fotografías de los descendientes de aquellos valientes hombres que resguardaron el archivo, y fotografías actuales que narran una travesía contemporánea por los lugares que recorrió Juárez durante su gobierno itinerante. El otro archivo es el Museo Juarista que continúa en la lid del anterior, contando la historia de la llegada de Juárez a El Gatuño y del resguardo del archivo. Sin embargo, en este espacio se cuenta con un mayor número de documentos y fotografías que enriquecen la narración visual. En una de las salas se puede conocer una de las cajas de madera que contuvieron los archivos, una máscara mortuoria del presidente oaxaqueño e incluso una reproducción a escala de su carroza. También destaca una antigua fotografía firmada por Juárez. Este museo es obra de Luis Treviño Alzalde, descendiente de Juan de la Cruz Borrego, quien a lo largo de 50 años fue recopilando las fotografías y documentos que se exhiben.