Con techos de teja y dos aguas, Ayapango parece haber descendido del volcán Iztaccíhuatl. La tranquilidad y belleza de sus calles bien le valieron ganarse el título de Pueblo con Encanto.
Cargado de leyendas, este Pueblo con Encanto recibe con calidez y atmósfera única. Merecen una visita las casonas, el ancestral fresno y su artesanía.
Llegando al centro de Ayapango, en una pequeña plaza cívica donde se concentran varios de los más importantes atractivos del pueblo. Se distingue con claridad el enorme fresno que sobresale entre los techos de teja: es fácil verlo a la distancia desde varios puntos del poblado.
No se trata de un fresno cualquiera porque guarda historias y mitos de la Revolución que a la fecha son uno de los mayores orgullos de los ayapanguenses. Se dice que los valles de la zona oriente del estado, paso obligado hacia el sur del país, fueron el campo de batalla para los ejércitos zapatistas, que llegaban de Morelos, y las tropas federales a cargo de Venustiano Carranza. Si bien Ayapango se mantuvo al margen de los combates, era inevitable que ambos bandos utilizaran el fresno, cuya edad data de hace quinientos años, para colgar a los aprehendidos durante los enfrentamientos.
Con tantos caídos, es natural que hayan surgido leyendas. Los lugareños cuentan que en las noches oscuras aparecen soldados en ropas de manta y sombreros anchos gastados que permanecen sentados bajo el fresno viendo hacia los manantiales de Cuautla; o bien, militares federales con roídos uniformes que dirigen su mirada hacia el lago de Texcoco.
En la plaza se encuentra un quiosco de mediana altura y rodeado por bancas, todo muy bien cuidado como el resto del pueblo.
Justo enfrente de la plaza se encuentra la Iglesia de Santiago Apóstol, cuyo atrio, circundado por una muralla almenada, clásica de los templos de la región durante los siglos XVI y XVII, resguarda un gran jardín. Este lugar es un paso obligado para quienes cruzan el poblado a pie, ya que las bardas del atrio se abren para facilitar el traslado del oriente al poniente del pueblo. El templo tiene una base de cruz latina y se anexó a los restos de la antigua portería la actual casa cural. La fachada tiene detalles barrocos: sobresalen los ornamentos salomónicos de la portada y las columnas del primer cuerpo de la torre.
Saliendo del atrio hacia las calles de Ayapango, donde reside su principal atractivo. Tanto por los materiales (hierro, teja, madera y adobe) como por su distribución, la arquitectura civil del poblado guarda cierto aire afrancesado. Las aves se posan, para tomar el sol, sobre los techos a dos y a cuatro aguas que se juntan unos a otros en las intersecciones de los edificios, ninguno mayor a tres plantas. Los interiores de las casas presumen enormes patios centrales con jardines floreados. En las partes superiores, por su parte, abundan los tapancos de madera, utilizados alguna vez para guardar los granos o sencillamente como bodegones o viviendas. En su mayoría las casas fueron construidas entre el siglo XIX y el XX. Muchas de ellas conservan nombres que vienen de sus ancestros olmecas y así son reconocidas: Pelaxtitla, Pepetlipa, Xaltepa, etc.
Llegando a la Casa de Cultura Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli, lugar que llama la atención por su estructura con ventanales y detalles góticos que resaltan desde lejos de entre la arquitectura tradicional del pueblo. Las primeras noticias prehispánicas de estos rumbos datan de 1430, cuando nació Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli, noble y autor del canto La enemiga, el cual se entonó en el Palacio de Axayácatl en Tenochtitlan, pero que con el tiempo se adoptó como icónico de esta región.
Los atractivos turísticos se complementan con puntos localizados a escasos dos kilómetros hacia el sur de Ayapango. Uno de ellos es El Calvario, las ruinas de una construcción franciscana del siglo XVII. Los vestigios pueden apreciarse desde la carretera, a treinta metros del camino. Nos dirigimos hacia ellos para recorrerlos. Por los fragmentos de la arquería y las paredes, muchas de ellas ya en el suelo, se deduce por sus detalles que se trató de una construcción notable. En este lugar, aseguran los locales, ocurren apariciones de sombras y se escuchan las voces de los antiguos indígenas resistiéndose a la evangelización franciscana. Algo es seguro: desde aquí la vista del Iztaccíhuatl resulta envidiable para quien vive en este y el otro mundo.
Continuando por el mismo sendero se llega al Parque Unidad Deportiva, localizado a dos kilómetros. Ofrece opciones para distraerse, en especial si se es niño, ya que cuenta con juegos, aparatos de ejercicio, pista para correr y varias canchas en una planicie con una vista privilegiada.
En el centro se encuentra la Casa Tehualixpa (Ramos Millán 5, Centro Teléfono: 01 (597) 982 4126. Abierto: viernes, sábado y domingo de 9 a 20:00 horas), el lugar idóneo para comprar artesanía local. Si bien existe la tradición de confeccionar figuras de hoja de maíz y de madera tallada, recientemente un grupo de artesanos se ha dado a la tarea de promover las velas decorativas y la pintura miniatura en granos de maíz. Jorge Díaz, creador de las velas decorativas, comenzó con la manufactura en la década de los noventa del siglo pasado; hoy sus diseños se venden en el Distrito Federal, Puebla, Qurétaro y el Estado de México. Las velas se conforman por una sucesión de capas de distintos colores; una vez calientes, se cortan y doblan las hojas resultantes hasta lograr abigarrados diseños. En conjunto, se forman familias de velas de distintos tamaños de excelente manufactura. Aquí también venden las pinturas en granos de maíz: sus trazos reflejan paisajes, animales o imágenes religiosas detalladas de estilo realista cuyo lienzo es un área no mayor a un centímetro cuadrado. Empotradas en pedazos de madera, todas son piezas únicas.
Templo Evangélico Príncipe de Paz
No deje de visitar el Templo Evangélico Príncipe de Paz, que se encuentra justo enfrente de la casa de cultura. Ambos edificios se levantaron en 1880 y fueron diseñados con fines religiosos por un grupo evangelista. Sobresalen sus detalles arquitectónicos con reminiscencia gótica, ya que son obra del mismo arquitecto.
Hallazgos del pasado
Descubra en el interior de la casa de cultura una colección de figurillas y restos prehispánicos que han sido encontrados en las inmediaciones de Ayapango y que hoy son patrimonio del pueblo. Casa de Cultura Cuauhquiyahuacatzintli, 20 de Noviembre y Jaime Nunó. Teléfono: 01 (597) 982 4128.
Cómo llegar
Automóvil:
* Desde Amecameca tome el libramiento a Cuautla y doble a la derecha en el entronque hacia Ayapango. En total son 5 kilómetros.
* De la Ciudad de México salir por la carretera a Puebla y tomar la desviación hacia Chalco (190 D); seguir en dirección a Amecameca (carretera federal 115) y luego por el libramiento a Cuautla. Un kilómetro adelante doblar a la derecha en el entronque y continuar hasta Ayapango. En total son sesenta y tres kilómetros que se transitan en menos de una hora.
* Desde Toluca, vía el Distrito Federal por las mismas vías anteriores son 125 kilómetros, que se recorren en cerca de una hora y media.
Autobús:
* Central de Autobuses de Oriente (TAPO): aborde uno de la línea Los Volcanes hacia Amecameca, donde sale una ruta directa a Ayapango.