Valle de Bravo es una población muy peculiar. Situado a sólo una hora de Toluca, se ha convertido en un centro de recreo de primer orden por los innumerables atractivos que encierra y por los sitios de interés que hay en sus alrededores. Para estimar en lo que vale una visita a Valle de Bravoes conveniente conocer algo de su historia y saber el porqué de su transformación de un sencillo poblado agrícola al emporio turístico que es hoy en día.
Valle de Bravo, que originalmente se llamó San Francisco del Valle de Temascaltepec, fue por más de tres siglos un asentamiento dedicado a la agricultura y la horticultura. Rodeado de una espesa cordillera, estaba casi incomunicado, aunque era paso obligado hacia la Tierra Caliente del estado de Guerrero. La vida de la población transcurría en calma, y sólo era interrumpida por las luchas que se dieron en todo el país por el logro de mejores condiciones sociales.
Sin embargo, la paz provinciana de Valle de Bravo se rompió definitivamente cuando en 1937 se iniciaron las obras de construcción de la planta eléctrica de Ixtapantongo, que más tarde se llamaría Sistema Hidroeléctrico Miguel Alemán, un ambicioso proyecto que proporcionaría la electricidad que demandaba la cada vez más grande Ciudad de México.
Como parte del proyecto, el 16 de julio de 1946 fueron inundadas 2 900 hectáreas de tierras agrícolas que formaban la parte central del valle. Los vallesanos quedaron sin parcelas para sus cultivos y tuvieron que marcharse hacia las tierras altas, dejando bajo las aguas el hogar de sus padres y sus abuelos. El lago de Valle de Bravo que ahora conocemos es, pues, artificial, hecho por el hombre en aras del progreso; por esa razón, y como dato curioso, todas las casas antiguas “le dan la espalda al lago”, ya que sus accesos fueron orientados hacia el centro de la población.
Además de los deportes acuáticos propios de las zonas lacustres, como el esquí, el veleo, el canotaje y la pesca, Valle de Bravo ofrece al visitante muchos otros atractivos. Avándaro, localidad vecina hoy incorporada a Valle, cuenta con fraccionamientos y hoteles de gran categoría, restaurantes, club hípico y club de golf. En sus cercanías se practican montañismo, escalada en roca, ciclismo y motociclismo de campo, carreras automovilísticas, vuelo libre y vuelo ligero, entre otras actividades.
En cuanto a los lugares de interés, si usted va a Valle de Bravo no deje de visitar el barrio de Santa María de Ahuacatlán, con su famoso santuario que atrae a miles de peregrinos anualmente y en donde se venera un Cristo negro que, según la leyenda, quedó intacto, aunque ennegrecido, después del incendio de la ermita que lo albergaba.
El sitio donde en 1530 se celebró la primera misa se conoce como El Pino, tiene una placa alusiva y está celosamente custodiada por dos piezas arqueológicas encontradas en La Peña, que fuera el centro geográfico del valle y en la cual hay vestigios de un templo azteca dedicado a Quetzalcóatl.
Hoy en día La Peña es uno de los sitios favoritos para construir residencias de fin de semana, pero no por eso ha perdido su encanto.
La parroquia de San Francisco, patrono del lugar, tiene un campanario del siglo xvi, una de las pocas construcciones coloniales de la ciudad. Un paseo por las empinadas callecitas de casas de adobe, madera y tejas rojizas, casi todas construidas en el siglo xix, proporciona un gran placer. Los portales de la plaza con sus puestos de deliciosos antojitos y sus bordadoras mazahuas, el quiosco con columnas de madera y techo de tejas, la profusión de flores que adornan sus bien cuidados prados y el añoso fresno en el que se refugian ruidosamente miles de pájaros al atardecer, invitan al visitante al sencillo esparcimiento.
También en el centro de Valle se puede visitar la casa del poeta vallesano Joaquín Arcadio Pagaza, personaje muy destacado de la literatura mexicana del siglo xix. A pocos pasos del centro se localiza el mercado de artesanías, con su gran colorido y variedad de artículos. Si bien ofrece piezas de todo México, predominan los bordados y tejidos de las mazahuas, famosas desde hace siglos por su talento artístico y su laboriosidad, así como las hermosas piezas de cerámica de alta temperatura fabricadas en la región.
Para concluir el recorrido por Valle de Bravo visite Avándaro (que en purépecha quiere decir “lugar de ensueño”) y admire, entre el espeso bosque de pinos, encinos y oyameles, la cascada Velo de Novia, además de otras caídas de agua.
Tanto en Valle de Bravo como en Avándaro encontrará magníficos clubes de golf y agradables hoteles donde podrá pasar un excelente fin de semana.