Esta bonita y apacible ciudad se halla enclavada entre cerros. Desde sus orígenes la minería ha sido la actividad primordial de esta ciudad, cuya configuración geográfica no es propia de las poblaciones mineras. La talabartería es otra de sus principales fuentes de trabajo. También la agricultura y ganadería caprina son sustento de muchas familias, por el entorno y clima, pues Guadalcázar es una zona de transición entre el Altiplano y la Zona Media. De hecho, desde ahí se puede llegar a Cerritos y la Cuenca del Río Verde, si se toma una terracería en buenas condiciones. Otras industrias caseras son la elaboración de dulces de charamuscas y biznagas, así como bebidas de mezcal y cabuche.
Cuando uno anda en esta población, no debe pasar por alto visitar la parroquia de San Pedro Apóstol de estilo neoclásico. En el interior, a la izquierda de la nave principal, se encuentra un hermoso retablo de oro de hoja, estilo barroco con columnas salomónicas. Al mirarlo con detenimiento, se aprecia con facilidad que en distintas épocas ha sido objeto de restauraciones. En el mismo existen también 12 pinturas; en esta iglesia hay un Cristo cuya inscripción está escrita en hebreo, griego antiguo y latín; algo poco usual en nuestro país.
Más antigua que el templo parroquial es la iglesia de la Purísima, a la entrada del pueblo. Otras capillas dignas de visitarse son las de San Antonio y San Pedro, en el barrio de San Pedro, al noreste de la localidad.
El centro de la ciudad está muy bien conservado, con paredes pintadas, con interesante mezcla de colores, y casonas en pie. Sin embargo, internarse en las callejuelas es descubrir muchas construcciones en ruinas; fenómeno propio de los núcleos mineros que en un momento dado sufrieron una debacle.
Las minas de Guadalcázar no se ubican exactamente en la cabecera municipal, sino en el Rialejo y en Abrego. En tiempos pasados se explotaba mucho oro y plata, hoy se extrae mercurio, el cual es utilizado para beneficiar la plata.