Considerada como la obra más grande del barroco-churrigueresco de la ciudad, este templo, terminado en 1764, presenta diversas opciones dignas de ser apreciadas con detenimiento.
Primero tenemos la fachada principal, al poniente, con tres niveles de columnas y nichos barrocos, rematada con un frontón neoclásico. También en el exterior, pero en el lado norte, la Portada Josefina con sus columnas salomónicas es digna de verse, aunque casi nadie se detiene para ello.
En el interior tenemos primero la nave principal, amplia y pletórica de pinturas de Francisco Antonio Vallejo. Después, a la izquierda del altar, destaca la suntuosa portada churrigueresca que da acceso al Camarín. Esta portada, fabricada de argamasa y coloreada, es el ejemplo más exuberante de la época barroca-churrigueresca de la ciudad.
Por último el Camarín de “la Virgen Madre de Dios y de los Carmelitas y de los Siete Príncipes”, con el resplandeciente amarillo de la madera bañada en oro es una experiencia aparte, que por un instante quita el aliento de quien lo ve por primera vez.