En Revillagigedo esquina Independencia, a una cuadra de la Alameda, y en lo que fue hasta no hace mucho un cuartel de bomberos, se abre una ventana a un mundo que, no por conocido, carece de misterio y fascinación. El Museo de Arte Popular es un sitio único para encontrarse con la vida y la muerte, con la fantasía y la religiosidad, con la historia y la cultura de un pueblo que se niega a renunciar a su rica tradición artesanal.
Lo primero que se ve es un soberbio pavorreal de más de dos metros de ancho, que despliega unas plumas extrañamente pintadas. A su lado está muy tranquilo el jaguar, bello y feroz, con su piel cuidadosamente manchada de negro y café. Detrás y a los lados, más aves, perros, tortugas y otros animales, pequeños y grandes, todos reunidos en un espacio que se antoja irreal. Todos están muy quietos en este extraño ecosistema cercado con cristales e iluminado con una tenue luz que llega desde arriba.
Lo que parece un zoológico mágico está a una cuadra de la Alameda Central de la ciudad de México y es una de las salas más espectaculares del flamante Museo de Arte Popular (MAP), inaugurado el 28 de febrero de 2006 por el presidente Vicente Fox. En realidad, todos estos animales, reales e imaginarios, no sólo muestran la exuberante variedad de la fauna autóctona de nuestro país, sino también la maestría de sus artesanos tradicionales. Están construidos con diversos materiales, incluyendo barro y cerámica, hojalata, telas y fibras vegetales. Es una maravillosa demostración de lo que puede hacerse con las manos y el talento creador trasmitido a lo largo de generaciones.
El MAP es el logro de un grupo de expertos y filántropos encabezados por Marie Therese Hermand de Arango, quienes dedicaron muchos años a la tarea de recuperar y restaurar el bello edificio sede, obtener los recursos económicos necesarios para la operación, y reunir un catálogo de piezas únicas a partir de donaciones y adquisiciones directas a los artesanos. También contribuyeron el Gobierno del Distrito Federal, CONACULTA, INAH y otras instituciones. En las diferentes salas y en los nichos que dan al patio central de este edificio de cuatro niveles, se pueden ver ahora piezas de artesanía mexicana de todos los estados, realizadas con los más diferentes materiales y una gran variedad de temas.
No sólo están los animales sino las imágenes creadas por la tradición y la mitología urbana y campesina, las canastas, los cuencos y los jarrones, los juguetes, las escenas festivas y hasta el vestuario típico de las etnias más representativas.
Este es el mejor lugar para ver, en toda su plenitud, vajillas de Puebla y Guadalajara, calacas de barro y yeso, nacimientos, alebrijes, tapetes y tejidos, huipiles y deshilados, jarras para el agua y cazuelas para los guisados típicos, árboles de la vida, máscaras para las danzas tradicionales y arreglos religiosos fabricados unos barro, otros mimbre o cera de abeja. Provienen de todos los estados de la República Mexicana, lo mismo de Morelos, Puebla y Michoacán que de Guerrero y Chihuahua, de Oaxaca y Chiapas, de Jalisco, Nayarit y la ciudad de México.
Las piezas, entonces, vienen de todos los paisajes, sea los desiertos, las selvas, las costas y las montañas. Unos son sencillos y hasta rústicos, otros barrocos hasta la exageración. Una muestra única y completa para conocer lo mismo Mata Ortiz que San Bartolo Coyotepec, Capula y Tonalá.
Pero hay mucho por explicar sobre esta nueva opción cultural. Contra lo que pudiera imaginar, el Museo de Arte Popular de la ciudad de México no quiere limitarse una exhibición más o menos atractiva de técnicas y representaciones populares. Es poco lo que puede aprenderse sobre la gente que las hace, el lugar de dónde provienen, los usos que se les dan y las técnicas y materiales con que se las fabrica. Por eso están colocando pantallas y otras ayudas multimedia, que le den a estas artes populares una dimensión más completa.
No se puede entender del todo la Talavera si no se conoce la historia de la ciudad de Puebla, y tampoco se comprende el trabajo de los huicholes si se ignoran sus mitos y su estilo de vida. La cerámica de Mata Ortiz, pintada pacientemente con cabellos de niño, tampoco se entiende si no se ven los desiertos y se recupera la tradición de Paquimé y los pueblos del norte de México. En la misma dinámica educativa, el MAP tiene contemplado un programa de conferencias y talleres para el público en general, en el que no sólo los artesanos actuales, sino críticos, antropólogos y otros especialistas ayudarán a entender la riqueza de estos productos, que hoy son elaborados por unos ocho millones de artesanos de todo el país.
El MAP quiere ir incluso má allá, y meter a sus salones y espacios abiertos las tradiciones, las fiestas y las ricas manifestaciones que ni siquiera se aceptan como una auténtica artesanía, algo que se pueda comprar, usar y atesorar. Por eso tienen en su calendario una serie de actividades que llamarán la atención sobre el arte de los papalotes, que tiene su origen en China, pero también los adornos con que arreglan sus vehículos los taxistas y los choferes de autobuses; Boelsterly nos habló de los puestos de los boleros, de las fiestas regionales, de los carnavales, los albures, las representaciones de la Virgen de Guadalupe, las fiestas de los muertos y hasta las tradiciones gastronómicas asociadas a celebraciones tradicionales.
HAY QUE RESCATAR
Muchos de estos fenómenos culturales están sufriendo rápidas transformaciones y pueden incluso perderse, como el arte plumario, y el Museo se ha impuesto la misión de rescatarlos y documentarlos para el gran público. Aunque pueda resultar llamativo, no espera ser un aburrido sitio para admirar piezas estáticas, sino un centro cultural activo y siempre renovado y en movimiento.
La muestra inicial incluye varios cientos de piezas pertenecientes a famosas instituciones como las colecciones Carlota Mapelli y Banamex, los museos Sumaya, Franz Mayer y de Antropología, del Grupo Savia, y de los artistas y conocedores Juan Coronel y Teresa Pomar, entre otros. Como es de imaginar, entre este acervo hay piezas anónimas, firmadas o cuyos autoresson conocidos; lo mismo existen algunas consideradas como antiguas y hasta históricas, aunque la mayoría tiene 50 años o menos de antigüedad. Algunas son ejemplo de técnicas y decoraciones que han desaparecido o están en proceso de extinguirse, mientras otras están plenamente vigentes y se siguen produciendo en sus lugares de origen. Es decir que la exhibición es tan rica y variada como el mismo fenómeno de las artesanías y el arte popular.
SU HERMOSA SEDE
Está instalado en un edificio notable, construido en 1928 por los arquitectos Vicente Mendiola y Guillermo Zárraga. Los conocedores dicen que es el segundo mejor ejemplo del estilo art decó, sólo superado por la actual sede de la secretaría de Salud, en Chapultepec. La remodelación del inmueble de cuatro pisos fue comisionada al arquitecto Teodoro González de León, quien logró espacios muy atractivos y conservó el amplio patio interior, ahora cubierto con un enorme domo transparente. Se instalaron elevadores para comodidad de los visitantes y un sistema de aire acondicionado que permite preservar la naturaleza frágil de algunos materiales, como los textiles, fibras y cera.
En la planta baja del edificio se incluye una bonita y bien surtida tienda de artesanías provenientes de todo el país, que se venden a precios muy razonables, y una cafetería de la franquicia Punta del Cielo.