Ubicado en el llamado Palacio de Cristal, construcción metálica de estilo art nouveau traída a México pieza por pieza al iniciar el siglo XX. Fue sede de la Exposición Industrial de Japón en la década de 1910 y luego, hasta 1964, albergó el Museo Nacional de Historia Natural, con su famosa copia del Diplodocus carnegie (el dinosaurio del Chopo). Sumido en el abandono, el edificio, uno de los más bellos de la ciudad, estuvo a punto de venderse como chatarra. LA UNAM lo rescató y ahora es un centro dedicado a la extensión cultural.
Este edificio es una pieza histórica propia de un periodo del que quedan pocos restos. El fuerte impulso que alcanzó el arte industrial en Alemania a finales del siglo XIX, encuentra en esta construcción uno de sus mejores ejemplos. La zona de Ruhr, en Alemania, es una zona productora de hierro y acero, donde se realizó en 1902 la exposición industrial de Düsseldorf para mostrar al mundo la pujanza del desarrollo alemán.
Para la muestra se levantaron más de 160 edificios con grandes salas de exhibición, de arquitectura sencilla y funcional, con armaduras de acero y un diseño exterior que incluía la exuberancia del modernismo. La maayor parte de esos espacios fueron diseñados para desmontarse con facilidad y ser reutilizados como fábricas.
La gran exposición fue ampliamente visitada por ciudadanos de todo el mundo. Entre los mexicanos que admiraban los progresos se encontraban don José de Landero y Cos, empresario de Pachuca y director de la Compañía Real del Monte, quien tenía la idea de presentar ese tipo de muestras en nuestro país, por lo cual decidió comprar ese pabellón para trasladarlo a la Ciudad de México y usarlo para la Compañía Mexicana de Exposición Permanente.
Al término de la exposición, la empresa GHH vendió su parte del pabellón al mexicano José de Landero y Cos y la Deutz se llevó la otra parte a su fábrica en la ciudad de Colonia, Alemania. El edificio se desmontó, se embarcó hacia Veracruz y llegó por ferrocarril a la estación de Buenavista, en la capital de México. A pocos metros de esa estación, en la antigua calle del Chopo, en la colonia Santa María la Ribera, la estructura fue de nuevo erigida por los ingenieros Luis Bacmeister y Aurelio Ruelas, así como por el arquitecto Hugo Dorner, entre 1903 y 1905.
Desafortunadamente don José de LAndero no pudo continuar su proyecto original y en 1909 decidió arrendar el inmueble a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, con el propósito de dar cabida al Museo NAcional de Historia Natural, que a lo largo de cinco décadas se convertiría en visita obligada para habitantes y visitantes de la capital. Esa idea se fraguó en el momento en que se preparaba la conmemoración del Centenario de la Independencia, cuyos organizadores destinaron el inmueble para una exposición industrial de Japón.
El general Porfirio Díaz cortó el listón del primer acto en ese edificio el 2 de septiembre de 1910. Un Álbum Oficial, editado por el Comité Nacional de Comercio, destaca la notoriedad económica de la muestra.
Una publicación oficial de la época de los festejos por el Centenario del inicio de la Independencia proporciona mayores referencias acerca de la formación del recinto dedicado al repaso científico sobre la naturaleza: El origen del Museo Nacional de Historia. Como antecedente de la creación de un espacio museográfico de tales características, tuvimos, en el periodo virreinal, el Gabinete de Historia Natural fundado hacia 1790. Ya en elMéxico independiente, en 1825 el presidente Guadalupe Victoria encabezó la propuesta de un Museo Nacional, así nacieron colecciones de las más diversas agrupaciones científicas durante todo el siglo XIX. La Comisión Geográfico-Exploradora, el Museo de Tacubaya o el Instituto Médico NAcional, fueron algunas de ellas que, por fortuna, han sido rescatadas por la UNAM.
Las colecciones acumuladas en la sede de Santa Inés se trasladaron poco a poco al edificio del Chopo en pleno gobierno maderista, el cual terminó con el cuartelazo de febrero de 1913 que llevó al general Victoriano Huerta al poder. El 1 de diciembre de ese año, el Museo Nacional de Historia Natural fue inaugurado por Nemesio Garcia Naranjo, secretario de Instrucción Pública, y Ezequiel A. Chávez, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue designado director del recinto el doctor Jesús Díaz de León.
Cuando México pasaba por una crisis, el museo recibía una de las piezas que mayor atención recibiría: la gran osamenta de una ballena, donada por el doctor Román Flores y trasladada desde Campeche hasta el edificio. En esta época el recinto sólo abría los martes, jueves y domingos, de acuerdo con los informes de Díaz de León, el promedio de afluencia diaria era de 400 personas.
A principios de septiembre de 1914, luego del triunfo de la revolución constitucionalista, llegaron las órdenes para destruir a todos los que habían trabajado en la administración huertista, por lo que don Jesús Díaz de León pasó a ocupar la dirección de la Escuela de Altos Estudios. Su lugar en el museo fue ocupado por el connotado biólogo Alfonso L. Herrera, quien continuaría su labor.
En 1929 un movimiento estudiantil de altos alcances trajo la autonomía a la Universidad Nacional, y con ese nuevo carácter, el edificio en la calle deChopo pasaría a formar parte del patrimonio de la institución educativa.
El proceso de asignación a la UNAM y los tratos con los sucesores de don José de Landero se prolongaron hasta diciembre de 1950. Resulta paradójico que cuando finalmente la Universidad había obtenido la entera responsabilidad sobre el inmueble, el museo empezó a declinar hasta su desaparición definitiva en 1964, con lo que se dio la dispersión de sus colecciones hacia otros museos.
Tras la clausura del Museo Nacional de Historia Natural, el inmueble fue abandonado. Se convirtió en la guarida de los desamparados y en referencia inequívoca para conformar un anecdotario de historias con una fuerte carga de abatimiento. Esta imagen atrajo la mirada profesional de un par de directores de cine; quienes produjeron cintas de terror en el Chopo, las cuales fueron: La mansión de la locura y Recodo del purgatorio.
A lo largo de los años surgieron propuestas y alternativas para el rescate del edificio, pero por una cosa u otra fueron postergadas, y no faltó quien pensara en desmontarlo y venderlo como fierro viejo.
En 1974 la UNAM puso en acción un plan de rescate surgido en las oficinas de Difusión Cultural, a cargo de Diego Valadés. Se construyeron espacios para un auditorio, el Cinematógrafo del Chopo y un taller museográfico. El recinto creció, obteniendo una entrada por la calle Dr. Atl. Sus techos fueron revestidos con una nueva capa de madera y la luminosidad de sus vitrales fue recuperada.
En noviembre de 1975 se anunció la inauguración del Museo Universitario del Chopo, bajo la tutela de la artista Helen Escobedo y la escritora Elena Urrutia. Se anuncio en los periódicos donde invitaban al público a unirse a la celebración con una muestra científica llamada De recientes órbitas celestes, una mirada al universo, sobre nuevos descubrimientos astronómicos. Además se montó parte de las colecciones del Museo de Ciencias y Artes. Y para recordar el fulgurante pasado del edificio, se instaló una exposición sobre la historia del museo, la cual evocaba su gran época en la difusión de las ciencias naturales. Estas tres reflejaron la diversidad que pretendía el proyecto cultural.
Desde ese momento el interior del edificio se convirtió en inspiración para instalaciones museográficas no convencionales. Las amplias naves permitían un mar de propuestas en sus áreas de exhibición y, a partir del ingreso del rock al museo, sus puertas fueron abiertas a las diversas formas culturales, escénicas, dancísticas, literarias, visuales y auditívas.
Ubicación: Doctor Enrique González Martínez 10, Santa María la Ribera.
Teléfono: 5546 5484.
Horarios: Martes a domingo de 10:00 a 14:00 y 15:00 a 19:00 horas. Se paga admisión, martes entrada gratuita.