El Valle de Gaudalupe concentra la mayor cantidad de bodegas dedicadas al cultivo de la vid. Aquí están los poblados de Francisco Zarco, El Porvenir y San Antonio de las Minas.
No importan las hectáreas o el número de cajas producidas, lo cierto es que en cualquier casa vinícola se encuentra la misma pasión por la tierra, la uva y el proceso en transformarlas en vino.
Las primeras vinícolas que aparecen al norte de Ensenada son Tres Valles, Vinisterra, Viña de Liceaga, Xecue, Hacienda La Lomita, Viñas Pijoan y los cultivos orgánicos de Mogor Badán. Casa de Piedra pertenece a Hugo D’Acosta, el exitoso enólogo de la región que en 2004 inauguró la Estación de Oficios o La Escuelita, en donde se puede aprender a elaborar vino y aceite de oliva.
En la zona cercana a El Porvenir y Francisco Zarco surgen otras vitivinícolas como L.A. Cetto o Casa Pedro Domeq, Vinos Bibayoff, Monte Xanic, Chateau Camou y Barón Balch’e. En JC Bravo se producen de manera artesanal uvas como Carignan y Palomino.
La vitivinícola Adobe Guadalupe cuenta con un bed & breakfast con seis habitaciones y un centro de crianza de caballos Azteca. Se puede pasear porlos viñedos en uno de esos ejemplares y llevarse algún recuerdo en su boutique como mermeladas, aceitunas y esencias de lavanda o romero.
En Viníphera el aceite de oliva, el vino y las semillas de la uva sirven para preparar jabones, cremas y exfoliantes que se utilizan en los tratamientos corporales. El spa Viníphera se encuentra en la vinícola de Reinaldo Rodríguez, Quinta Monasterio, al lado de las cosechas de Zinfandel, Chardonnay, Tempranillo, Grenache y Carignan.
Otra forma de conocer el Valle de Guadalupe es en globo. La empresa Ax Balloons ofrece el recorrido que dura al rededor de una hora. Un desayuno de vuelta en tierra completa la experiencia.
El Valle de Guadalupe es el sitio que también da cabida a una de las cuatro comunidades kumiai que se encuentran en Baja California, la de San Antonio Nécua. Organizados en el Centro Recreativo Siñaw Kuatay, los descendientes de los antiguos nativos muestran con satisfacción sus costumbres a quién los visita. Un ritual de bienvenida en su anfiteatro y a la réplica de un albergue temporal hecho con ramas de sauce, tule y cachanilla son apenas el comienzo. Luego se encuentran la tienda de artesanías y el museo donde se miran morteros, ollas de barro, canastas de sauce hechas para guardar semillas, arcos y flechas, plantas medicinales, herramientas de trabajo y fotografías de los miembros de la comunidad. En su restaurante hay degustaciones de la dieta que llevaban los antepasados como tortillas de trigo, atole de bellota, pinole de trigo tostado y frijol con maíz.
En el Valle de Guadalupe se encuentra un museo dedicado a honrar la vid y el trabajo que alrededor de ella se despliega. En cuatro salas se encuentra la historia del origen de su cultivo en Georgia, su movimiento por el mundo, el vino producido aquí en la Nueva España, la industria desarrollada en Baja California y su relación con el arte. Maquinaria, barricas, botellas y pinturas al óleo dan vida a la museografía.