Los caminantes saben que el estado de Chiapas es una fuente inagotable de atractivos para los que buscan la pureza del paisaje, las huellas de la historia y el sello inequívoco de la hospitalidad. Mosaico de agua y selva, de montañas de pino y playas con manglares. Tierra de celebraciones milenarias y expresión de culturas ancestrales. Es difícil pasar por su territorio y no volver, pues siempre quedan sorpresas por descubrir y encuentros que realizar.
Más allá de Agua Azul y de Palenque, del Cañón del Sumidero o de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas es una carta turística que nunca se acaba de escribir, solamente el almanaque de sus fiestas apunta a trescientos destinos diferentes, casi uno por día, y qué decir de sus múltiples riberas, de sus rutas arqueológicas, de sus cúspides y simas, para viajar y explorar tada una vida.
El suelo de Chiapas está tejido por siete regiones fisiográficas unidas bajo la misma entidad pero con características físicas diferentes. Cada región es como un estado aparte, habitados por pueblos diferentes.
Así, podemos comenzar por la llanura, allá junto al océano Pacífico, con 303 km de dilatadas playas de mar abierto, esteros y canales de manglares junto a sitios de gran belleza, como Boca del Cielo, Barra Zacapulco, Playa Azul y Puerto Arista, por mencionar algunos de los destinos conocidos por los lugareños.
En la costa hay además pueblos interesantes como Huehuetán, el “pueblo de los viejos”; Tuxtla Chico, población pintoresca, sede de la controvertida “jalada de patos”, evento popular que mezcla la caballería con el sacrificio ritual de esas aves, y la hermosa capital de la costa, Tapachula, donde México y Centroamérica se unen.
En la Sierra Madre gobierna el Tacaná, “el Faro del Sur”, con más de 4000 msnm. A sus pies está Unión Juárez, rodeada por fincas cafetaleras, de entre las que sobresale Santo Domingo, hoy abierta y accesible para los que quieran conocer la historia de la cafeticultura en Chiapas. Toda la Sierra es rica en cascadas y reservas naturales, aunque también hay pueblos de clima muy agradable, como Motozintla o El Porvenir, en donde las heladas congelan los arroyos.
En la región de la depresión central, la tierra del poderoso río Grijalva, se encuentran numerosos afluentes de cristalinas aguas, y en sus riberas se levantan pueblos ricos en historia y tradiciones como Acala, Tecpatán y Copainalá, y las ruinas de los grandes conventos del viejo camino de Chiapas a Guatemala, como los de Coneta, Aquespala y Copanahuastla.
En la región de la Altiplanicie Central, territorio de los últimos mayas chiapanecos, conviven tanto tzotziles como tzeltales, cada uno con sus trajes y costumbres ajenas a las de sus vecinos, con rituales y fiestas que en cada poblado vibran y suenan distinto: Chenalhó y Mitontic, Chanal y Oxchuc, Chalchihuitán o Larráinzar, Chamula y Zinacantán, tan cercanos y tan diferentes. Hacia la región de las Montañas del Norte y la Planicie Costera del Golfo, es el mundo de la piedra y el agua, es la zona del volcán Chichón y todos sus misterios. En este rincón poco habitado de Chiapas se encuentra Simojovel, con sus vetas de ámbar abundante en insectos petrificados.
Y hacia las montañas refrescadas por los vientos del Golfo abundan las cascadas y simpáticos poblados como Jitotol, Tapilula y Rayón.
La sinuosa carretera le llevará hacia Pueblo Nuevo Solistahuacán, donde hay algunas simas profundas, y un poco más adelante, en el diminuto pueblo de Chapultenango, un gigantesco templo dominico parcialmente derruido.
Al final dejamos la región de las montañas del oriente, zona de los poblados lacandones y de las viejas ciudades mayas que aún esperan ser descubiertas, zona de lagunas bellísimas y paraísos ignotos que todavía tienen muchas historias que contar a los amantes de la naturaleza y a los viajeros incansables, que saben que en Chiapas las sorpresas, las historias y las aventuras nunca terminan.