En medio del semidesierto, miles de anécdotas se refugian a orillas del Bolsón de Mapimí. Es un Pueblo Mágico en cuyas calles se escribe la esencia de un pueblo guerrero, rico en cristales minerales y escenario de interesantes hechos históricos. Se rodea de impresionantes lugares que cautivan a quien los descubre. Pasear por estos rumbos, al norte del estado, es indudablemente una de las mejores experiencias para toda la familia.
La historia de este Pueblo Mágico se escribe en el Bolsón de Mapimí, una región desértica que hace más de 400 años era una cuenca cerrada alimentada libremente por el agua de los ríos Aguanaval y Nazas. Por su fisonomía y ubicación, a Alexander Von Humboldt le parecía una isla en medio de la Nueva Vizcaya. En esta tierra alejada de indios tobosos y cocoyomes, a mediados del siglo XVI, el padre jesuita Juan Agustín de Espinosa y el capitán Antón Martín de Zapata fundaron las primeras misiones en el área, entre ellas la del Santo Apóstol Santiago de Mapimí, el 25 de julio de 1598.
Con la invasión española, la vida no fue fácil en Real de Mapimí, pues los indios defendieron la posesión de sus tierras hasta el final. En el periodo de 1618 a 1652 se produjeron las invasiones más desastrosas, las cuales provocaron la desolación del área por varios años.
De entrada, Mapimí es un pueblo cálido. Sus calles nos llevan a la historia del Virreinato, la Independencia y el Porfiriato, y en este viaje por distintas épocas de México no es extraño encontrarse con personas que alegra la estancia de quien lo visita.
Ya en el corazón de MApimí, alrededor de la Plaza de Armas, algunas casonas reflejan la importancia que ha tenido este Pueblo Mágico desde mediados del siglo XIX. Otros inmuebles más tienen una personalidad histórica, comoo la casa de la familia Cigarroa, donde se alojó el presidente Benito Juárez durante su camino hacia el norte, en 1864. Luce una austera portada neoclásica y cornisa ondulante, propia de las casas de Durango. Esta construcción fue habilitada como Palacio Nacional, desde donde el presidente atendía los asuntos de la nación, incluso dictó un decreto que eleva a la rranchería de Matamoros al rango de villa. En la actualidad este recinto es conocido como el Museo Benito Juárez; al interior se aprecia la recámara y la oficina donde durmió y trabajó el Benemérito de las Américas, respectivamente. Otros espacios reflejan aspectos importantes del desarrollo de Mapimí y la contigua Mina de Ojuela.
En contraesquina al museo, está uno de los tantos edificios cuyo estilo arquitectónico se coloca en el Porfiriato por sus increíbles balcones que atestiguan la significativa bonanza económica de la cual gozó la entidad en algunas épocas gracias a la minería. En la siguiente esquina de la plaza, se alza el monumento a la Ruta de la Independencia, un inmueble con fachada de cantera y herrería de inspiración neogótica, conocido como el Recinto Hidalgo. Ahí, en el entonces cuarto viejo, del 9 al 18 de abril de 1811 estuvo prisionero el cura Miguel Hidalgo y Costilla y otros insurgentes en su camino a Chihuahua, donde fueron fusilados. Si dirije sus pasos unas cuantas cuadras al sur, sobre la calle Zaragoza, llegará al Panteón Municipal. Aun cuando puede ser extraño visitar panteones, este resulta muy interesante a nivel cultural por las diversas nacionalidades de personas enterradas aquí. Por un lado, tenemos unas lápidas finamente esculpidas, tal vez por el maestro Benigno Montoya; y por otro, se cuenta con algunas losas antiguas que datan de 1722. Dado que el descubrimiento de las minas de Ojuela fue en 1896, el desarrollo de Mapimí ocurrió durante el Porfiriato, por lo que este panteón cuenta con una zona de atmósfera francesa, donde yace una réplica del Arco del Triunfo de París. En otro extremo apreciará un arco del rincón chino donde llama la atención que todos los difuntos fueran masones.
No olvidemos que Mapimí está situado en un desierto; al mediodía reina el calor, pero por la tarde la plaza principal cobra vida y es punto de reunión para una gran cantidad de mapimenses que disfrutan del fresco del crepúsculo. Además, propios y extraños pueden asistir a la misa al Templo de Santiago Apóstol, una de las construcciones más destacadas. Como en la mayoría de las edificaciones religiosas, primero fue lugar de adoración indígena y posteriormente se convirtió en un templo católico. Su levantamiento se remonta a 1722. Tiene una estructura en cruz latina, un presbiterio rectangular y una bóveda de pechinas con arcos que dividen en ocho partes la nave. No podía faltar la escultura del patrono de Mapimí que remata la portada. En el interior, llama la atención el altar principal de monumental tamaño, construido de cantera con seis columnas estriadas soportando un remate mixtilíneo decorado y relieves plateados. En los lados del crucero encontramos dos capillas laterales; a la izquierda, la del Sagrado Corazón con la Virgen del Carmen y San Martín de Porras; a la derecha, la de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, el Señor de la Cañita y San Antonio. A la entrada, en una de las primeras capillas, está Santa Rita de Casia, una de las imágenes más importantes para los mineros, la cual fue trasladada de la Mina de Ojuela cuando destruyeron el pueblo durante la Revolución. También es la entrada hacia las escaleras de la torre donde se ubica el gran reloj Hauzer Zivy, que si bien no marca la hora desde 1944, es una de las joyas más atesoradas del templo.
Para disfrutar la auténtica cocina duranguense, recomendamos el restaurante Lejano Oriente, en avenida Benito Juárez, propiedad de don Antonio Fong y doña María del Carmen Montes de Fong, quienes ofrecen un delicioso menú con recetas propias y originales. Al mediodía, le sugerimos probar el caldo de res o unas enchiladas, platillos tradicionales mapimenses. Diariamente, los alrededores se llenan del aroma que despide el pan de caja y pan dulce, acompañados de una taza de café de olla.
Su cercanía con las minas de Ojuela y debido a su actividad minera de antaño, en Mapimí no falta la venta de cristales. Los creadores cuentan con orgullo sus proezas al bajar varios niveles de las minas, en busca de vistosas piedras.
El área de Mapimí también es famosa por sus cristales de mineral. Cuenta con más de cien tipos: seis de ellos son endémicos. La joya de Mapimí, el cristal Irandai, tiene un solo ejemplar a nivel mundial en exhibición en la Universidad de Arizona.
En 1715, durante la procesión del Jueves Santo, Mapimí sufrió un temible ataque de los indios tobosos, tarahumaras y tepehuanes en el que murieron más de cien españoles. La imagen de Jesucristo Crucificado fue escondida en la Sierra de Jimulco. En agosto del mismo año fue encontrada y depositada en el Templo de Cuencamé. La imagen del Señor de Mapimí, como ahora se le conoce, nunca regresó a su lugar de origen. La leyenda dice que cada vez que los lugareños querían regresarla a Mapimí, la imagen crecía para no poder pasar por la puerta del templo.
SI VIAJA CON NIÑOS
– Puente de Ojuela es una opción para comunicarlo y obtener una vista impresionante de la barranca. Seguro la tirolesa les encantará. – Grutas del Rosario es el paseo donde harán uso de su imaginación al crear figuras con las formaciones geológicas. – Una noche en la Reserva de la Biosfera del Bolsón de Mapimí y una visita a la Zona del Silencio es una oportunidad para conocer nuevos ambientes naturales y enigmáticos.
CÓMO LLEGAR
De Gómez Palacio – Taxis inter-ejidales Escobedo, Centro. – Autobús Rural Madero, Centro. Corridas cada media hora. – En Autobús: Las líneas de autobuses que dan servicio son Estrella Blanca y Omnibus de México. – Central Camionera de Gómez Palacio Blvd. Erobollo Aresta y Lázaro Cárdenas s/n. Teléfono: (01871) 719 0185.
INFORMACIÓN TURÍSTICA
Dirección de Turismo
Avenida Hidalgo 1, Centro, Mapimí.