Encañonado entre cerros boscosos de pino y encino, con calles empedradas, arquitectura variable donde predomina lo antiguo; casonas y balcones de herrería austera, además de callejuelas y callejones, Alaquines sin lugar a dudas es la joya más reluciente de la Zona Media. Esta armónica y hermosa ciudad se halla dividida por un río. Tres puentes lo cruzan, dos de ellos antiguos con arcos de sillar.
Los invitamos a recorrer las calles para ir admirando la sobria y bien conservada arquitectura. La Presidencia Municipal, las casonas y otras construcciones hacen de este pueblo algo más que pintoresco. La parroquia de Santiago Apóstol, de torre inconclusa, presenta dos arcadas con doble campanario. Del atrio sólo queda un arco de sillar blanco con columnas dóricas.
El interior de la iglesia es austero, de estilo neoclásico, sin pinturas murales notables. Sin embargo, adentro destaca el púlpito de madera, que está “sostenido” por algo así como una sirena masculina. También la capilla de El Santo Entierro es relevante por su escultura guatemalteca del siglo XVIII.
La población de Alaquines es mestiza, y los pames de hecho viven en Colonia Indígena, a 1.6 kilómetros por una terracería. Allá se localiza un ojo de agua o nacimiento, que surte de vital líquido a toda la región. Los pames de aquí han perdido la mayoría de sus costumbres, y los jóvenes ya ni siquiera hablan su lengua materna. Ellos subsisten gracias a los cultivos de maíz, frijol, tomate “milpero” o de fresadilla.
Una fecha importante para visitar esta bonita población, es en mayo, cuando se celebra la fiesta del Santo Entierro. Pames y mestizos organizan múltiples actividades folclóricas. Además, a 9 kilómetros, rumbo a Cárdenas, se encuentra el casco de la exhacienda de Martínez que fue un punto de gran relevancia en el pasado. Hoy sólo restan un par de sólidas construcciones.