En estas grutas los mayas excavaban a una altura de poco más de un metro del suelo para extraer sacab, una arena delgada y blanca que utilizaban para fabricar el mortero con el que levantaban sus estructuras.
Del techo y de los muros escurre agua en pequeñas cantidades, ya que la roca es porosa. Esta incursión del agua hace que se formen estalactitas y estalagmitas de diferentes colores, según el mineral que prevalezca en cada sección de la mina.
El color blanco por lo general es de cal, el negro es de azufre y el rojo o el amarillo es debido al óxido.
También podrás ver muchos fósiles, como corales, caracoles y conchas de mar, las cuales recuerdan la época en que la costa estuvo sumergida bajo el mar. A la salida de las minas podrás admirar una réplica de un altar maya.
Los mayas dividían su universo en tres niveles: el primero era el cielo o kaan, el segundo era la tierra o el kaab y el tercero era el inframundo, o mundo de los muertos, llamado Xibalbá, al que pertenecía todo lo subterráneo.
Debido a esto, se piensa que después de haber excavado las minas, las utilizaban como sitios para hacer rituales a los dioses de la muerte.