En este extenso territorio encontramos distintos grupos mayas que fueron conquistados y evangelizados por capitanes españoles y diversas órdenes religiosas, cada uno de los cuales imprimió su sello propio.
A partir de 1516 se reiniciaron los reconocimientos de tierras mayas. En la región hondureña se realizó la conquista militar de Gil Dávila que le fue disputada en un primer momento por Pedrarias Dávila y arrebatada más tarde por Pedro de Alvarado. En la península de Yucatán el contacto fue a través de los náufragos de las excursiones españolas a tierra firme y posteriormente a través de las expediciones de Hernández de Córdoba, Juan de Grijalva y Hernán Cortés.
La caída de Tenochtitlan tuvo gran repercusión en el mundo indígena de aquél entonces. Tres de los capitanes de Cortés, se interesaron por las tierras mayas: Francisco de Montejo, Cristóbal de Olid y Pedro de Alvarado. El primero logró de la Corona la concesión de conquistar y colonizar las tierras yucatecas independientemente de la autoridad de Cortés, Olid y Alvarado, bajo las órdenes del conquistador de Tenochtitlan, iniciaron la de Honduras y Guatemala, respectivamente.
En Honduras, el sometimiento armado se desarrolló en dos etapas: en la primera sobresalieron Pedrerias Dávila, Gil González Dávila y Cristóbal de Olid, imponiéndose a éstos Hernán Cortés. en la segunda cobraron figura Francisco de Montejo, Andrés Cereceda y Pedro de Alvarado.
La conquista de Guatemala significó para Cortés la prolongación de la de México y la extensión de los límites de la Nueva España, así como también la definición de la frontera del Itsmo. De todas las del área maya, ésta fue la más espectacular sobre todo por la rapidez con que fue realizada. Remesal la describió en una síntesis sin igual: “corrió Pedro de Alvarado con su ejército toda la tierra como un rayo, sujetando a la mayor parte de ella por armas, y lo demás por miedo”.
La de Chiapas la lograron Diego de Mazariegos y Luis Marín. Se llevó a cabo en dos etapas y en breve tiempo, sin grandes combates. De los encuentros más serios destacó la toma de la cabecera chamula que tuvo lugar en marzo de 1524 y la batalla de Tepetchia en noviembre de 1526. Dos años más tarde fue fundada ciudad Real cerca de la destruida población chamula, en el asiento que actualmente tiene San Cristóbal de las Casas. Con la fundación de Villareal de Chiapas de los españoles y de Villareal de Chiapas de los indios, fue denominada esta región provincia de las Chiapas estableciéndose con ello la dominación española.
El descubrimiento de Yucatán, desde principios del siglo XVI, abrió nuevos horizontes de expansión a las autoridades españolas de la isla de Cuba. Sin embargo, la conquista no se inició hasta 1527, año en que el adelantado Francisco de Montejo desembarcó en las costas orientales de esta península.
Fueron tres los intentos de penetración militar en tierras mayas. Francisco de Montejo hijo, logró la conquista y fundó Mérida el 6 de enero de 1542 en el asiento indígena de T’ho. El Adelantado consiguió el gobierno de Tabasco y poco después el de Chiapas. La conquista de Yucatán se logró después de veinte años.
La de la región llamada “Tierra de Guerra”, estuvo intimamente ligada a fray Bartolomé de las Casas, cuya filosofía fundamental fue la reducción pacífica del indio, ampliamente tratada en la obra De unico vocationis modo, y la aplicación de la justicia a los naturales, plenamente reconocida y aprobada en las Leyes Nuevas. Estas ideas pueden traducirse en su oposición a la intervención armada contra los indígenas y al sistema de encomiendas como control político-económico de los naturales.
En la conquista de todas estas provincias, los capitanes españoles encontraron a los indígenas organizados en pequeños grupos, con su cabecera y parajes aledaños, los cuales guardaban entre sí una constante rivalidad. Las relaciones escritas nos hablan de esta situación antagónica que traía en guerra a unos pueblos contra otros, lo que facilitó su tarea a los españoles por las alianzas y apoyos que obtuvieron de los indígenas contraponiendo a unos contra otros para favorecer la penetración y el establecimiento de su dominio.
Otra constante en el comportamiento indígena maya fue la resistencia al sojuzgamiento militar y al abandono recurrente de sus asientos buscando refugio en zonas selváticas y de difícil acceso de donde partirían un buen número de los levantamientos indígenas que ocurrieron durante los tres siglos de dominación española.
La conquista espiritual del área maya la iniciaron los capellanes que acompañaron a las expediciones invasoras. Esta acción se redujo a la predicación del evangelio y tal vez a la introducción del bautizo como práctica en algunos de los grupos indígenas.
Las órdenes religiosas que misionaron en estas tierras fueron los franciscanos y los dominicos quienes compartieron esta tarea, en menor escala, con mercedarios y agustinos, a excepción de Yucatán donde la presencia franciscana fue exclusiva.
La evangelización de los naturales consistió en la predicación del cristianismo en sus aspectos fundamentales presentados de una manera sencilla para poder administrar el sacramento del bautismo. Una vez lograda la conversión vino la etapa de adoctrinamiento en la cual la nueva religión fue expuesta de acuerdo con la mentalidad indígena tratando siempre de convencerlos de que vivían en el error, que sus creencias eran artimañas del demonio, quien los tenía engañados para lograr su perdición.
La desconfianza del indígena ante las nuevas creencias, su imposición y el carácter monoteista de ésta, trajo como consecuencia a lo largo de la Colonia periódicos brotes de idolatría que más trade se asimilaron en un sincretismo religioso que aún sobrevive.
LA VIDA COLONIAL
El mundo colonial se inició con la implantación de instituciones decisivas que dieron carácter de colono al grupo conquistador. Lograda la sumisión de los naturales se realizaba la fundación de la ciudad y los gobernadores eran nombrados rey.
La dominación armada proporcionó esclavos indígenas, los cuales eran repartidos en encomiendas lucrativas según los méritos de cada conquistador, quienes al no encontrar en estas tierras, a excepción de Honduras, las minas esperadas, fincaron su riqueza en otras actividades con la explotación de la mano de obra indígena.
Pasados los primeros años de ajustes de toda índole, las poblaciones y ciudades fundadas tomaron un ritmo de vida rutinaria y hasta cierto punto apacible que se vio turbada desde mediados del siglo XVI hasta fines del siglo XVIII por las incursiones, ataques y saqueos de los piratas. Una de las causas que provocaron la aparición de estos personajes en las Antillas y el Caribe, fue el cierre del comercio de las colonias con los países extranjeros, pues las colocó en posición muy desventajosa.
Se construyeron fortificaciones en sus puertos y costas: Campeche y Boca del Río en Méxicoy San Juan, en Honduras, fueron ejemplo de este esfuerzo. Se impusieron contribuciones para el sostenimiento de la armada de Barlovento y la obligación de que todos los pobladores tuvieran armas para la defensa de las provincias. La piratería desapareció casi por completo al promulgar Carlos III la famosa pragmática llamada “del comercio libre” el 12 de octubre de 1778. Se derogaba el sistema arancelario establecido y Sevilla y Cádiz perdían el monopolio comercial que hasta entonces habían gozado.
Otros males que asolaron periódicamente a las provincias, debido en parte a las sequías, fueron el hambre, las epidemias y las plagas. Sin embargo, se dieron también impulsos positivos humanitarios de personas adineradas o generosas para socorrer, a veces en forma temporal, otras en forma permanente, grandes necesidades. Así surgieron valiosas instituciones de beneficencia y de educación: hospitales, casas de recogidas, hospicios, conventos de monjas, colegios de los jesuitas para instrucción media y superior, entre otros.
Muchos gobernantes encaminaron sus esfuerzos en dotar de vías de comunicación a sus provincias; favorecieron la introducción de ganado y el desarrollo de la agricultura y propiciaron la construcción de casas de mampostería entre los particulares y de casas reales en la plaza principal de los pueblos.
Los obispos, al igual que los gobernantes, fueron conformando la vida cristiana de su grey con la doctrina y el fortalecimiento de la fe de sus creyentes. El impulso y desarrollo cultural que la Iglesia Católica dio a la Colonia es innegable; colegios, universidades, estudios lingüísticos y etnográficos, construcciones arquitectónicas (catedrales, iglesias, conventos), música, pintura y otras muchas manifestaciones son testimonios de su amplia obra.
Políticas económicas equivocadas y errores administrativos avivarían el espíritu criollo de estas colonias introduciéndose en ellas ideas de un liberalismo arrollador que prepararía y dispondría el medio para movimientos libertarios de independencia.
El mundo maya fue exponente de una civilización con características de grandeza. La transparencia de su cielo y la observación de sus astros les confirieron precisiones matemáticas insospechadas y manifiestas en sus construcciones arquitectónicas. Los mayas del siglo XVI, en el momento de la conquista militar y religiosa, distaban en mucho de ese pasado glorioso de florecimiento intelectual.
Las crónicas indígenas son elocuentes en la descripción del dolor profundo de la Conquista, del sometimiento que imprimió a la vez melancolía y resistencia a su ser. El transcurso de los siglos, la imposición de creencias, de instituciones y de costumbres, crearía un mundo diferente al cual, el indígena maya, impregnaría de sus propios rasgos y matices culturales, mismos que hasta el presente siguen definiendo.