Al escuchar la palabra Cancún, el pensamiento nos remite a un paradisiaco escenario de sol, mar y playas acompañadas de palmeras, pero este destino turístico va mucho más allá de su belleza física. Cancúnposeedor de un pasado rico, inexplicablemente poco difundido.
La isla de Cancún se formó hace 5,000 años, como una alargada duna de 12 kilómetros de largo, que va de lo que hoy se conoce como Punta Cancún a Punta Nizuc. Esta formación arenosa se creó cuando el nivel del mar estaba cinco metros por debajo del actual. En tiempos más recientes, 1,500 años atrás, se formaron los tómbolos (brazos de arena) que la conectaron con el macizo continental, marcando así el número “7” que la caracteriza.
El vaivén del oleaje, con la duna de frente y con los tómbolos a los costados, formó la laguna Nichupté, que tiene contacto con el mar gracias a dos accesos naturales: hacia el norte el Canal Nichopté y hacia el sur el Canal Nizuc.
La laguna Nichupté tiene una superficie de 4,774 hectáreas y una profundidad promedio de entre 1.5 y 2 metros. Al igual que la mayor parte de Quintana Roo, la isla de Cancún y Nichupté son zonas de humedales en la que predominan los manglares. Es por ello que entre la fauna local, unos de sus más antiguos residentes son los cocodrilos, tanto los de la especie moreleti como de la acutus, que coexisten en la región sin representar peligro para los humanos.
La isla de Cancún puede considerarse un santuario de aves pues dentro de este hábitat los expertos han registrado hasta 241 especies, lo que representa el 23 por ciento del total de especies del país.
En la enorme duna que abarca de Punta Cancún a Punta Nizuc, son cuatro las especies de tortugas marinas que llegan a las playas para anidar: la blanca, la caguama, la carey y, con menor frecuencia y mayor rareza, la tortuga laúd. La ingesta de huevos y carne de tortuga es una tradición milenaria dentro de la gastronomía nativa, sin embargo, los quintanarroenses han respondido favorablemente a las campañas para protegerlas.
Para los amantes del buceo, parte fundamental de la promoción turística local son los arrecifes cancunenses, clasificados de manera técnica como polígonos y protegidos por la declaratoria de Parque Marino Nacional, realizada el 19 de julio de 1996, y por la recategorización del 7 de junio de 2000 en la que ambos, junto con el de Isla Mujeres, se convirtieron en Parque Nacional.
En Cancún sí hay tiburones, pero no es noticia nueva. El registro más antiguo donde está asentada su existencia es un relato del explorador norteamericano John Lloyd Stephens, quien pasó por esta isla en 1842 durante su segundo viaje por la península de Yucatán; incluso se han visto al interior de la laguna Nichupté. Gracias a investigaciones científicas, sabemos que estos animales de mala prensa no están ahí para atacar a nadie, sino para desparasitarse con la poca salinidad que existe al interior de la laguna.
LOS PRIMEROS CANCUNENSES
La presencia humana en esta zona se remonta hasta el año 200 a.C. En este periodo conocido como preclásico tardío, los primeros mayas cancunenses se dedicaron a la pesca y a la recolección de moluscos. Posteriormente hubo un enorme vacío y no fue sino hasta el postclásico tardío cuando surgieron las mayores evidencias constructivas en Cancún, cuya comunidad dependió de la provincia prehispánica de Ekab, una de las cuatro demarcaciones políticas en las que nuestros ancestros dividieron el territorio del actual Quintana Roo.
Geográficamente, su posición le permitió tener un papel preponderante en el intercambio comercial, no sólo con los puertos de la península de Yucatán, sino también con sitios lejanos como Naco, en Honduras, y Xicalango en la costa del Golfo de México.
Con base en los vestigios arqueológicos hallados a lo largo de la isla, podría auponerse que ahí se asentaron varias poblaciones, pero lo cierto es que se trató de una sola. La llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI provocó que los mayas se replegaran tierra adentro y abandonaran buena parte de sus antiguos puertos, sin exceptuar aCancún. Si bien la civilización autóctona ya estaba en decadencia, comparada culturalmente con el esplendor del periodo Clásico, la presencia de los ibéricos fue el acabose. Los indígenas fueron sometidos y esclavizados bajo un sistema disfrazado de “buenos propósitos”, conocido como la encomienda.
ANTES FUE NIZUC
Gracias a los trabajos de investigación historiográfica, hoy sabemos que durante buena parte de la Colonia a Cancún se le conoció como Nizuc, como lo estipulaban documentos de 1604, 1610, 1636 e incluso de 1847. El significado de Nizuc es difícil de descifrar, ya que se trata de una voz maya castellanizada. La Enciclopedia de Quintana Roo la escribe como Ni su’uk que significaría “punta de hierba”, pero esta información debe tomarse con reservas. El nombre sufrió varias deformaciones pues de Nizuc pasó a Nizucté y después derivó a Nichupté. Además, con el tiempo se encontró con otra denomincación: Cancún, un vocablo que tampoco es reciente, ya que aparece en un mapa de 1734 elaborado por el cartografista yucateco Joseph de Guelle. Desde entonces, Cancún se escribe exactamente con la misma grafía con la que le conocemos actualmente.
LA NOCHE TRISTE DE LOS LAFITTE, EN CANCÚN
Olvidada a su suerte, despoblada durante buena parte de la época colonial, la isla sirvió como escondite de piratas que realizaban fechorías en el Golfo de México. Éste fue el caso de los hermanos Lafitte, Jean y Pierre, cuya guarida era una rancho a la orilla del mar ubicado en Punta Cancún.
En aquel tiempo las autoridades novohispanas instalaron una guarnición en Nueva Málaga, al norte de Quintana Roo, en la frontera que divide las aguas del Golfo de México y el mar Caribe. La idea era combatir a quienes venían asaltando los pueblos y las embarcaciones, de manera que el 30 de octubre de 1821, trece soldados de Nueva Málaga, al mando del comandante Miguel Molas, desembarcaron en Cancún para capturar a los Lafitte y a su banda de 22 rufianes, en su mayoría italianos.
Pierre sorprendió a los soldados a punta de trabucazos, pero pronto fue superado y herido de muerte, quedando prisionero junto con otros cuatro cómplices. Una parte de los delincuentes huyó a Isla Mujeres. El comandante Molas inició la persecución, pero Jean Lafitte anticipaba su llegada y abrió fuego contra él. Tras lograr que los soldados se dispersaran, el célebre pirata francés pudo rescatar a su hermano y al verlo mortalmente herido buscó ayuda médica en Dzilam, Yucatán, pero Pierre falleció el 10 de noviembre.