Historia de la Delegación Magdalena Contreras, Ciudad de México
El Río Magdalena corre por el surponiente de nuestra ciudad, y da vida a los cuatro pueblos originarios (Atlitic, Totolapan, Aculco y Ocotepec) que desde 1929 abarcan la delegación Magdalena Contreras. En la actualidad, estas comunidades incorporaron a su nomenclatura nombres del santoral cotólico: Santa MAría Magdalena Atlitic, San Nicolás Totolapan, San Jerónimo Aculco y San Bernabé Ocotepec.
Entre el montañoso terreno se pueden ver tres gigantes, tres chacuacos o chimeneas, restos erguidos del pasado textil industrial. Y es que donde estuvo la estación Contreras del Ferrocarril México-Balsas, que no sólo comunicó a los habitantes de la región sino que fue soporte importante de la actividad económica, ahora hay un parque público que mantiene vivas las viejas instalaciones usadas por última vez el 16 de junio de 1997.
Los templos del siglo XVI y la Unidad Independencia conviven con la vitalidad de la fauna natural; salamandras, ranas y ajolotes, lagartijas, camaleones, víboras de cascabel, culebras, mariposas, luciérnagas, libélulas, alacranes, escarabajos, tlacuaches, armadillos, musarañas, liebres, conejos, teporingos, ardillas arbóreas y terrestres, tuzas, ratones, zorrillos, ratas de campo, cacomiztles, colibrí, gorriones, golondrinas y saltaparedes.
Magdalena Contreras posee áreas naturales protegidas, como la zona forestal del Río Magdalena, decretada como tal el 27 de junio de 1932, el Parque Nacional Lomas de Padierna, por decreto en 1938, asimismo, colinda con parte del Parque Nacional Cumbres del Ajusco. En la cima del Mezatépetl o Cerro del Venado hay cinco estructuras prehispánicas que forman un rectángulo en torno a la plaza principal. Las construcciones labradas en la roca madre original, únicamente tienen sus réplicas en Chapultepec, Malinalco y Tetzcotzingo, es decir, sólo cuatro en toda Mesoamérica. Este promontorio ahora se conoce como Cerro del Judío porque una gran roca que se encuentra en su cima tiene orificios en forma de pisadas. De acuerdo con los viejos pobladores, estas perforaciones representan las huellas de los pasos del judío errante.
En esta localidad todo está relacionado con el agua. Los afluentes de los ríos Eslava, De la Barranca, El Potrero, Las Regaderas, Puente Volador, Chichicaspa, y barrancas como las de Anzaldo, La Coyotera y Texcalatlaco son el paisaje sobre el que se proyecta la diversidad de estos pueblos de la sierra hermanados por sus costumbres y tradiciones. Entre ellos destacan Tetelpan, San Bartolo Ameyalco, Santa Rosa Xochiac, San Mateo Tlaltenango y Cuajimalpa, todos ellos del lado de la Sierra de las Cruces, y por la parte de la Sierra del Ajusco, al sur, se localizan San Miguel y Santo Tomás Ajusco en Tlalpan.
El 20 de enero de 1897, el presidente Porfirio Díaz otorgó una concesión al señor Ángel Sánchez para que instalara plantas generadoras de energía eléctrica que fueron conocidas como dínamos. De esta manera se aprovechaba el torrente del Río Magdalena. En esta zona también existieron dos fábricas de paños, que formaron parte de un corredor fabril textil y papelero, conformado por haciendas, ranchos, molinos, batanes y obrajes, un corredor que iba de Contreras hasta Tizapán, e incluía la papelera de Loreto. Aquel tiempo quedó atrás, pero aún permanece la belleza del paisaje natural en el Parque y Corredor Ecoturístico “Los Dínamos”.
El pueblo de Santa María Atlitic fue fundado en los márgenes del río Magdalena, en el siglo XVI. El nombre está compuesto por las partículas “atl” e “itic”, de “ititl”, que significa donde abunda el agua. La hacienda de Contreras, establecida en el siglo XVII, tenía su templo dedicado a la Inmaculada Concepción de María. En este sitio estuvo el Cristo conocido como Señor de Contreras, que hoy se encuentra en el Convento del Carmen en San Ángel. Alrededor de este obraje se desarrolló un importante núcleo de población, en lo que hoy forman las colonias La Concepción, el Barrio de las Calles de Contreras y la Plazuela del Pedregal. En esta zona también se encuentra la Hacienda de la Cañada. Ahora, el Foro Cultural ocupa los espacios que fueron de la Fábrica El Águila, aún se conserva un dínamo y parte de la tubería por la que se conducía el agua desde un tanque, que se hallaba donde ahora se alza la Escuela Secundaria No. 27. Estas construcciones y los restos de la maquinaria son monumentos históricos.
En los cuatro pueblos tradicionales se producía pulque para la población local, que abastecía también a Tizapán, San Ángel, Mixcoac y algunas pulquerías del centro de la Ciudad de México. Sus bosques daban carbón, leña, hongos, plantas comestibles y medicinales, así como madera para construcción. Aún ahora se fabrican objetos decorativos que recuerdan la producción alfarera de antaño, principalmente las macetas para el cultivo y venta de plantas de ornato en algunos invernaderos.
La instalación de la sede del gobierno en el edificio que aún se conserva y ocupa el número 1563 de Álvaro Obregón, hicieron relevante este espacio, declarado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
En el atrio del templo de Ocotepec, que data del siglo XVI, hay un aro de juego de pelota y una vasija prehispánica labrados en piedra, y en la sacristía el lienzo cartográfico de San Bernabé Ocotepec. La palabra ocotepec está formada por las partículas “ocotl” y “tepetl”, y significa cerro del ocote. El pueblo resguarda el Parque Ecoturístico San Bernabé Ocotepec, abierto el 12 de diciembre de 2005. En sus 338 hectáreas de bosque, los visitantes pueden hacer recorridos a caballo o en bicicleta hasta el Ojo de Agua, el escalódromo y el venadario.
San Jerónimo Aculco hubo grandes haciendas y ranchos como, Padierna, El Rancho de Anzaldo, El Toro, San Ramón, La Providencia y un batán, que se transformaron en la Unidad Independencia, La Casa Popular y en otras nuevas colonias.
El 9 de junio de 1942 los nazis llegaron al pequeño poblado de Lídice, cercano a Praga. Ahí fusilaron a 340 inocentes, mujeres, niños y hombres. El pueblo totalmente destruido se convirtió en cementerio para las víctimas. Tal atrocidad motivó a la solidaridad mundial, y personas y poblaciones fueron nombradas Lídice para rememorar la tragedia, de ahí que parte de San Jerónimo reciba este nombre, porque los pueblos no olvidan.