Antiguamente, ocupaba la manzana completa pero sobre sus ruinas se levantó la Torre Latinoamericana.
El ex convento era considerado el más grande e interesante de los construidos en el Distrito Federal, además de ser el primero en erigirse en la ciudad.
Actualmente queda sólo la iglesia, mínima parte del gran conjunto que existió. Allí habitaron fray Pedro de Gante, Martín de Valencia, Toribio de Benavente, Bernardino de Sahagún y otros insignes misioneros.
Este edificio custodiaba una excesiva riqueza de alhajas, pinturas, reliquias, vasos sagrados y muebles. El altar mayor (que ya no existe) tenía pinturas de Baltazar de Echave y una sillería de caoba ricamente tallada.
Alrededor de 1860 se ordenó la demolición de los claustros por instrucciones del entonces presidente Ignacio de Comonfort, quien conjeturaba que los religiosos tenían juntas sediciosas en su recinto. Además, declaró bienes de la Nación los que pertenecían a los franciscanos.
El terreno se dividió en lotes que se vendieron a particulares. Una buena parte del templo fue ocupado por caballerizas y bodegas del circo Chiarini, pasando después al culto protestante, hasta 1895 que volvió al culto católico.
Hoy podemos observar la portada lateral del templo con acabados del estilo churrigueresco, así como una sola arcada que formaba parte del claustro.
A un costado se alojaba la capilla de Nuestra Señora de Aranzazú, la cual desapareció para levantar en su lugar a la iglesia de San Felipe de Jesús en 1886.