El edificio se erigió en 1606 como asilo para las señoras cuyos maridos se encontraban ausentes, pero éstas se rebelaron por lo que el edificio albergó a mujeres de vida “licenciosa”.
Sor Juana Inés de la Cruz fundó aquí un colegio para doncellas y viudas sin recursos y después lo convirtió en monasterio de monjas agustinas.
Su claustro conserva una fuente de azulejos en el centro del patio lleno de tupida vegetación.
Actualmente el ex convento aloja el Museo de Arte Religioso donde se exhiben pinturas sobre terciopelo, óleo de los siglos XVII y XVIII, miniaturas, vestimentas sacerdotales, bordados, curiosidades hechas por las monjas, una colección de muebles de madera con incrustaciones de concha, piñatas de gran riqueza imaginativa y otras piezas manufacturadas en la región durante la Colonia.
De gran interés resulta la vieja cocina revestida de azulejos en la que, cuenta la tradición, se inventó el mole poblano por sor Andrea de la Asunción, cuando trataba de agasajar a personajes ilustres que visitaban el monasterio.