Muchas leyendas se hilvanaron alrededor del Marqués de Guadalupe, uno de los hombres más ricos de la Villa en el siglo XVII, se dice que sus dominios eran tan vastos que comprendían hasta una buena parte del sur del Estado de Jalisco. Se habla de él como un hombre enérgico, organizado, de una pieza. Pero a la vez bondadoso y justo, por lo que tenía la consideración y el respeto de sus empleados, a los que veía poco, sólo cuando recorría sus haciendas para recoger las cosechas y hacer recuento de su ganado que cada año aumentaba considerablemente.
En uno de sus más grandes ranchos, el Marqués había puesto a su cuidado y administración a un hombre muy hábil, Resendes el que conocía mucho de ganado y era un trabajador incansable a quien por su agilidad para todos los ejercicios ecuestres, llamaban los campesinos del rumbo ” El caporal Ardilla “.
Resendes era persona agradable, así como le gustaba trabajar hasta agotarse, también se divertía de lo lindo. Era “fanfarrón, dicharachero, amante de los fandangos, coleaderos y rodeos”, y mujeriego de ley. Los padres y los maridos cuidaban a sus mujeres, porque Resendes no dejaba a ninguna para comadre. Le gustaba derrochar el dinero, decía “se hizo redondo para que ruede..” y era tan espléndido, que las bailadoras y cantadoras se peleaban por estar cerca de él, así como los músicos que las acompañaban porque sabían les daban mucha plata.
No había fiesta o fandango en donde no estuviera presente, alegrando con su buen humor todos los sitios en donde él estaba. Por mucho que ganara un caporal, no era posible que gastara así Resendes.
Nadie se explicaba de dónde le llegaba tanto dinero para poder dilapidar fortunas enteras en una noche, y al preguntarle los peones cómo le hacia, con gran fanfarronada decía que el Marqués lo compensaba con magníficas propinas por ser uno de sus mejores trabajadores y acrecentar considerablemente su ganado. Cuenta la leyenda, que por muchos años corrió como reguero de pólvora por toda la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, que Resendes para poder gastar a sus anchas había hecho un pacto con el diablo.
El demonio le proporcionaba todo el dinero que necesitara, siempre y cuando en un plazo fijado, éste se apoderara de su alma.
El trato fue hecho y como término pusieron el 24 de diciembre de 1870 es decir la noche buena de ese año. El joven Resendes dio ” rienda suelta ” a sus impulsos y las juergas eran casi todos los días. Organizaba jaripeos, verbenas y fandangos, Los amigos y las amigas se multiplicaban y el dinero lo gastaba a manos llenas. Según la leyenda, al acercarse la época de los herraderos el Márques iba a sus haciendas, donde pasaba la temporada del invierno, tanto para recoger las fabulosas cosechas, como para hacer el recuento de su ganado, presentando ante la vista del amo, enormes partidas de ganado vacuno y caballar e inmensos rebaños de cabras y carneros, con gran asombro de vaqueros que no se explicaban de dónde procedía tanto ganado.
Dentro del pacto que Resendes tenía con Satanás se había estipulado que los esqueletos de todas las reses que el “Caporal Ardilla” vendía, sólo con sonar un cuerno como trompeta apocalíptica, las osamentas recobraban vida y como por arte de magia se reunían en los potreros en donde el amo iba con su ganado.
Así pasaron varios años y Resendes gozaba de la vida, gastando a discreción y viviendo como un potentado, ante el asombro de los campesinos, que trabajaban de sol a sol y escasamente tenían para alimentar a su familia. Pero llegó el fatal día que tendría que presentarse ante el diablo.
Como en una película retrospectiva empezó a repasar su vida de disipación e inconciencia. Lloraba de angustia pues era irremediable su situación, la suerte la había echado y estaba a punto de cumplirse la fecha señalada. Ante la desesperación se le agudizó el ingenio y pensó pedirle una prórroga a Satanás, el que se estaba relamiendo al pensar que a pulso se había ganado el alma de Resendes.
Al entrevistarse con Satanás le dijo que le diera más plazo por tener que cumplir con un compromiso con el Marqués, ya que le había pedido hiciera una barda en toda la extensión de sus tierras y habiendo sido el Marqués de Guadalupe tan bueno con él, no podía negarse a esa petición.
También picándole el amor propio al diablo, le dijo que para él sería fácil ayudarle a realizar este cercamiento. Y dice la leyenda que “Satanás creyendo que nada perdería con prolongar unos cuantos momentos el cumplimiento del pacto, le dijo que aceptaba la prórroga, pero con la condición de que si para la hora que cantaran los primeros gallos ya había terminado el vallado, inmediatamente cargaría con Resendes para dar con él en cuerpo y alma en el más profundo de los infiernos, si no, Resendes estaba exonerando del compromiso”.
Resendes, aceptó el reto y más pronto que inmediatamente, montó en el caballo más ligero de la hacienda, escogiendo de antemano el mejor gallo, que puso debajo de su brazo y emprendió la carrera por los montes, ahora si, “como alma que lleva le diablo”. Satanás tenia que ir haciendo la valla en la dirección que le iba señalando el Caporal Ardilla.