En este suelo ocurrieron dos sucesos revolucionarios poco conocidos: la primera, cuando en 1908 el Partido Liberal Mexicano enfrentó a los soldados federales de Porfirio Díaz, y la segunda cuando Primitivo Gutiérrez, siguiendo las ideas de los hermanos Flores Magón, tomó la villa e instauró un insólito régimen de comunismo anárquico en el que se expropió fábricas, haciendas y transportes, experimento romántico que solamente quedó para recuerdo de los acuñenses.
En Acuña se ubican dos plazas: la Benjamín Canales, que reproduce los elementos de las plazas mexicanas típicas, el Templo de Guadalupe y la Macroplaza con la nueva Presidencia Municipal, de una modernidad asombrosa, con amplios espacios para las bicicletas, los temerarios adolescentes de las patinetas y los madrugadores que corren y hacen ejercicio. La primera plaza remite el orígen de Acuña, y la segunda a su apuesta por la actualidad. Una tradición cercana y una modernidad que apenas alcanza la década explicarían esa curiosa aglomeración de objetos que reúne el Museo José Ángel Villarreal, en lo que fue la antigua estación de ferrocarril. El lugar es pequeño, se perdería si no fuera por el mural exterior que remiten a fósiles y los primeros habitantes del lugar que están en su entrada. Y al interior hay objetos varios, la gran mayoría donados por los habitantes de la ciudad. Junto con fósiles encontrados en la Presa de la Amistad, hay armas de las tribus originarias, pero también fotografías del último siglo, piezas ordinarias disímbolas y viejos billetes.
Ciudad Acuña tiene su contraparte estadounidense. Del Río, un pequeña ciudad de poco más de 35 mil habitantes, cuyo rasgo más sobresaliente es una base de entrenamiento de las fuerzas aéreas de Estados Unidos, que lo dota de una población juvenil, con ganas de fiesta los fines de semana. Apenas a 240 kilómetros se encuentra San Antonio Texas, ciudad que crea con la frontera mexicana un vínculo estrecho en términos sociales, comerciales y turísticos. Los estadounidenses bajan a Ciudad Acuña para adquirir servicios médicos, sobre todo dentales y para visitar la calle Hidalgo, donde los fines de semana estalla la fiesta en bares y cantinas.
El 23 de octubre de 1960 hubo un importante encuentro en Ciudad Acuña, la reunión del presidente de México, Adolfo López Mateos, con el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. De los varios temas que trataron, el que importó para Ciudad Acuña fue el anuncio de la construcción de una presa, que al inicio se llamaría Presa del Diablo en alusión al Río del Diablo, afluente del Río Bravo, bronco y amenazante. Pero el nombre que tendría la presa, tan tenebroso, no agradó a ninguno de los mandatarios. En su lugar propusieron el actual: Presa de la Amistad. Se construyó a lo largo de los años sesenta del siglo pasado, vio pasar dos presidentes mexicanos y tres estadounidenses, para 1969 la inauguraron Gustavo Díaz Ordaz y Richard Nixon. Muestra de la buena voluntad entre los dos gobiernos, a la mitad del puente de la presa puede encontrarse un monumento con las dos águilas: la estadounidense y la mexicana. La presa es un portento de ingeniería, cuenta con 77 metros de altura sobre el nivel de las aguas y 665 metros de longitud. Crea un lago con una superficie de 30 mil hectáreas y es capaz de almacenar millones de metros cúbicos canalizados por el Río Bravo. Se ha considerado a esta presa como uno de los más importantes cuerpos de agua en el mundo para pescar lobina y róbalo, aunque también hay especies como pintontle, robaleta, mojarra y bagre. Para los que no estén interesados en la pesca deportiva, el área de Playa Tláloc tiene servicios de palapas y asadores, para paseos familiares los domingos y Semana Santa. Además, el 24 de octubre se conmemora la Fiesta de la Amistad y la Buena Vecindad, en la que se hacen desfiles de carros alegóricos, charros, exposiciones ganaderas y agrícolas que conmemoran la buena voluntad de los dos países alrededor de esta presa.