Durango es el corazón de esta ruta y no solo por su ubicación en la parte central de ella. El número de conjuntos monumentales duranguenses considerados por la UNESCO como parte del Patrimonio Mundial, así como la belleza de todos estos rincones y el escenario natural que los enmarca, lo convierten en el estado idóneo para disfrutar y conocer esta vía histórica.
A mediados del siglo XVI, el descubrimiento de ricas vetas de plata en el Septentrión de la Nueva España dio origen al Camino Real de Tierra Adentro, que por 300 años fue la principal ruta comercial americana. A lo largo de esta vía, que para fines del siglo XVI ya conectaba a la capital del virreinato con Santa Fe, Nuevo México y más allá; México creció y se convirtió en el reino más grande y esplendoroso del continente.
En las últimas décadas, investigadores, organizaciones no gubernamentales y autoridades de distintos niveles en Estados Unidos y México han sumado esfuerzos para recuperar la memoria de este camino, conservar y restaurar sus espacios monumentales y promoverlo como ruta turística y cultural. Como culminación de tales esfuerzos, el primero de agosto de 2010, la UNESCO declaró esta ruta Patrimonio Mundial. Ahora, el Camino Real de Tierra Adentro, a manera de itinerario que recorre una serie de tesoros históricos, artísticos y naturales, es una de las propuestas de viaje más fascinantes del Centro y Norte de México; y el tramo de Durango, su sección estelar.
COLUMNA VERTEBRAL DE NORTEAMÉRICA
El Camino Real de Tierra Adentro fue la ruta establecida por los españoles en la parte central de la Nueva España. Nació al calor de los descubrimientos de la plata de Zacatecas y Durango, para unir las nuevas riquezas con la capital del Virreinato. Aunque muchos de sus extremos eran pueblos mineros nuevos, este camino seguramente se apoyó en antiguos senderos prehispánicos recorridos antes por guerreros y comerciantes. Desde el siglo XVI muchos tramos de esos caminos fueron revestidos con piedra, al estilo romano, y quedaron unidos por elegantes y eficientes puentes para que por ellos pasaran carretas llenas de herramientas y mercancías para las minas, o bien, si iban en sentido contrario, carretas cargadas de plata. Junto a los caminos se establecieron pueblos de indios y españoles que daban cobijo a las caravanas y abastecían a las minas. Con tales pueblos se fundaron también templos, conventos, hospitales, colegios, haciendas, ventas, ranchos, presidios y misiones.
A partir del descubrimiento de las minas de Zacatecas en 1546, el camino se volvió un proyecto urgente. Poco a poco, no obstante, esa vía se fue alargando, porque a los pocos años también fueron descubiertaslas fabulosas vetas de la Nueva Vizcaya: Avino, Topia, Mapimí, Indé, Santa MAría del Oro, en lo que hoy es Durango; luego, Santa Bárbara y San José del Parral, en el actual estado de Chihuahua.
Para fines del siglo XVI, lo que originalmente había sido un camino de 650 kilómetros, ya era cuatro veces más largo, tenía múltiples ramales y llegaba hasta las remotas regiones del Nuevo México. Quien quisiera ir de la Ciudad de México a la de Santa Fe demoraba probablemente más de un año en llegar allá, si es que los indios bárbaros, las enfermedades, el sol inclemente o los ríos crecidos lo dejaban llegar.
Con todo, el camino prosperó gracias a la plata. Pero fue mucho más que plata lo que circuló por él. Insumos y provisiones, empresarios y trabajadores también lo usaron. Y por él caminaron también colonos tlaxcaltecas, purépechas, aztecas y chichimecas; castellanos, extremeños, vascos y andaluces; yorubas, portugueses e italianos, y también mestizos. Y por esa ruta, América del Norte se integró culturalmente a la Nueva España. Su relevancia como senda histórica fue mucho mayor de lo que podemos imaginar, porque fue un camino creador de la nación. Si hay que compararlo, sería con la ruta de la seda en Asia Central: vía de mercancías, sí, pero también de contactos culturales, transmisor de ciencia, fe y valores. Incluso, como mero camino material, hay que considerar que muchas de las carreteras actuales en el centro y norte de México no son otra cosa que meras cintas asfálticas que siguen los mismos trazos de aquellos primeros caminos de tierra y piedras.
PATRIMONIO MUNDIAL
La UNESCO ha considerado con toda razón al Camino Real de Tierra Adentro como ruta cultural. Al momento de otorgar el nombramiento, el organismo tomó en cuenta dos motivos fundamentales: su importancia como vía destacada de intercambio de valores humanos y su gran riqueza arquitectónica como muestra de una etapa significativa en la historia de la humanidad. ¿Riqueza arquitectónica de un camino? Sí, por todos los edificios, poblados y estructuras que se levantaron junto a él.
La UNESCO seleccionó 59 espacios que de una u otra manera fueron parte del Camino Real de Tierra Adentro y que por ello ameritan el nombramiento de Patrimonio Mundial. Cuatro de ellos son tramos específicos de ese camino, otros ocho son los centros históricos de ciudades destacadas que nacieron o se desarrollaron gracias a esta ruta durante el Virreinato, como la Ciudad de México, Zacatecas y Durango. Los demás son de diversa índole: puentes, pueblos, haciendas, iglesias, presidios y pinturas rupestres. Todos ellos tienen en común, además del valor histórico, su inobjetable excelencia artística.
De estos sitios incorporados al nombramiento dado por la UNESCO al Camino Real de Tierra Adentro, 19, es decir, casi la tercera parte, corresponden a Durango, lo cual hace de este estado el más importante de la ruta entera.
DE NOMBRE DE DIOS A DURANGO
De sur a norte, el primer tramo del Camino Real de Tierra Adentro corresponde aproximadamente a la carretera panamericana que viene de Zacatecas y Sombrerete rumbo a Durango. A 39 kilómetros del límite entre ambos estados está el primer sitio designado Patrimonio Mundial por la UNESCO en esta entidad: la hermosa Capilla de San Antonio de Padua de la Ex Hacienda de Juana Guerra, cuyo nombre se lo debe a su primera dueña, hace más de cuatro siglos. Esta capilla barroca es digna señal de bienvenida para los viajeros que recorren el Camino Real en Durango. Unos seis kilómetros más al poniente está Nombre de Dios, el pueblo más antiguo del estado, fundado como villa de españoles en 1563. La UNESCO incluyó en la lista del patrimonio mundial a los templos de este poblado. Quien lo visite no debe perderse las ruinas de la Iglesia de San Francisco y el Templo de Jesús Nazareno, lleno de obras de arte y curiosidades de antaño. Además, Nombre de Dios es recomendable por su excelente comida y sus alrededores arbolados.
De camino al poniente visite El Saltito, un paraje donde el río Tunal forma una bella cascada en temporada de lluvias. Un poco más adelante, ya en las afueras de la ciudad de Durango, está Navacoyán, también nombrado Patrimonio Mundial. Ahí hay que admirar la Capilla del Señor de Santa Teresa y frente a ella, la casa grande de la Hacienda de San Diego de Navacoyán, de mediados del siglo XVIII. Entre 1782 y 1788, los propietarios de esta hacienda mandaron construir, a medio kilómetro al sur, el famoso Puente del Diablo; de 61 metros de longitud y 12 arcos de medio punto. Se trata de la mayor obra de ingeniería del Camino Real de Tierra Adentro, según la leyenda fue edificado por el mismo diablo. De ahí su nombre.
De Navacoyán son 14 kilómetros al cuarto sitio designado Patrimonio Mundial: el Centro Histórico de la Ciudad de Durango. Fundada en 1563 por el explorador Francisco de Ibarra, Durango fue durante siglos la gran urbe del norte de la Nueva España. Sus grandiosos edificios históricos dan testimonio de su grandeza: la Catedral, el Palacio de Escárzaga, la Casa del Conde del Valle de Súchil, el antiguo Colegio de los Jesuitas. Y más allá de su perfil arquitectónico, el centro histórico es un lugar muy disfrutable gracias también a sus paseos peatonales, su teleférico, sus museos, bares y restaurantes.
Nombre de Dios es un lugar para comer muy bien y comprar comida para llevar. Las gorditas locales son excelentes, en especial las de doña Aleja, quien las vende desde 1955 en su casa, frente a la Plaza de Armas. Las hay de picadillo rojo, picadillo sin chile, frijoles con queso, rajas con queso, huevo verde y rojo, chicharrón y otros deliciosos rellenos.
En el pueblo también se preparan espléndidas conservas de chile güerito y frutas, así como ates y dulces de leche. En el terreno de las bebidas alcohólicas, los licores de frutas son muy sabrosos, como también lo es el mezcal local. Hay varias tiendas, sobre todo en la carretera, que venden todo esto.
RUTA DE LA LIGERA
Saliendo hacia el norte de Durango, lo esperan los sets cinematográficos de Paseo del Viejo Oeste y Chupaderos y a 38 kilómetros de la ciudad aparece una “Y”. Por la derecha va a la carretera a Parral que más o menos corresponde a la ruta que en 1596 siguió el explorador zacatecano Juan de Oñate cuando salió de Durango para conquistar Nuevo México y a la que más adelante se llamó “el camino de la ligera”. Si uno continúa unos cien kilómetros por esa vía pasa primero por el pueblo histórico de San Juan del Río y luego llega a lo que antiguamente fueron las Haciendas de El Palmito de Arriba y El Palmito de Abajo. Estas dos haciendas gemelas, distantes entre sí cinco kilómetros, tienen sendas capillas designadas Patrimonio Mundial. La del Palmito de Arriba es la Capilla de la Inmaculada Concepción. Fue hasta 1856 y cuenta con una cara cúpula de planta ovalada. La del Palmito de Abajo es la Capilla de la Limpia Concepción. Ubicada en el pueblo de El Resbalón, se trata de una preciosa capillita con su techo de viguería original del siglo XVIII y un retablo churrigueresco. Por la carretera a Parral se llega también al entronque que lleva a Nazas y al crucero de La Zarca, que corresponden a otros tramos del Camino Real de Tierra Adentro.
El otro brazo de la “Y” es la carretera a Guanaceví que a unos 50 kilómetros lleva al ramal del pueblo de San José del Molino. Ahí, a unos 4 kilómetros se abre una cañada donde está el séptimo monumento considerado por la UNESCO como Patrimonio Mundial: la Cueva de las Mulas. Esta cueva, de unos 15 metros de profundidad, contiene pinturas rupestres realizadas por los indios tepehuanos en el siglo XVI o XVII y que muestran figuras de cuadrúpedos y jinetes. Las pinturas son pequeñas, pero la cañada, las montañas que la forman y el río que por ahí pasa son muy bellos y recompensan todo el esfuerzo por venir hasta acá. Desde ahí, por cierto, Nuevo Ideal y los campos menonitas de la zona quedan ya a escasos 20 minutos.
RUMBO A LA LAGUNA
Es uno de los tramos fundamentales del viejo Camino Real de Tierra Adentro; sale de Durango hacia la Laguna. A unos 60 kilómetros de la capital del estado sobre la carretera federal 40 se encuentra el poblado de Francisco I. Madero. Ahí se dobla a la izquierda y a 18 kilómetros se llega al viejo pueblo minero de San José de Avino. La UNESCO nombró patrimonio mundial a la increíble capilla de este pueblo. Dotada de un bello retablo churrigueresco y más de una docena de lienzos virreinales de gran calidad artística. Uno apenas puede creer que esta grandiosa pinacoteca se encuentre perdida en las montañas duranguenses.
Muy cerca de la carretera a Gómez Palacio hay otros poblados como Santa Catalina del Álamo y Pasaje, cuya historia es también tributaria del Camino Real de Tierra Adentro. El más importante es, desde luego, Cuencamé. Ahí se juntaban los caminos sureños provenientes de Durango y Zacatecas, para poco más adelante bifurcarse en los caminos que iban a Parral y la Sierra Madre Occidental, o bien a La Laguna y Parras. Cuencamé fue originalmente una misión franciscana fundada en 1583; después se transformó en un pueblo de españoles. La UNESCO designó Patrimonio Mundial a sus templos antiguos: la Capilla de la Virgen de la Soledad, el Santuario de la Virgen de Guadalupe y la Parroquia de San Antonio. Esta última, del siglo XVIII, es quizá la más interesante. En ella se venera la imagen del Cristo de Mapimí, que sobrevivió a un ataque de los indios cocoyomes en 1715. Sus devotos lo celebran a fines de julio y principios de agosto con peregrinaciones que se hacen en carreta, como en los tiempos del camino real.
A cosa de media hora de Cuencamé por la libre a Gómez Palacio está la exhacienda virreinal de Cuatillos, tmabién conocida como de Pedriceña o San Juan de la Noria. El viejo casco de la hacienda y algunas estructuras aledañas han sido adaptadas como un bonito hotel, que resulta muy adecuado para el viajero que recorre estos caminos de antaño. A su vez, el Templo de Nuestra Señora del Refugio, que fue la capilla de la hacienda, fue también designado Patrimonio Mundial. De fines del siglo XVIII, aunque muy modificada en tiempos del presidente Porfirio Díaz, es otra joya de arte sacro, solo que en medio del desierto.
Muy cerca de Cuencamé, en el entronque con Yerbanís y a pocos kilómetros del poblado Covadonga, se localiza este peñón, catalogado por los escaladores como el más espléndido del norte de México y excelente opción para la práctica de esta actividad. Los expertos, tienen la oportunidad de realizar ocho rutas, algunas de gran dificultad. Para subir a este majestuoso cerro es indispensable contratar los servicios de un guía experimentado y toma alrededor de 22 horas subirlo. Si viaja en familia, puede explorar el peñón a bordo de una cuatrimoto o bicicleta de montaña, o por medio de una caminata. En todos los casos, obtendrá una vista única de La Comarca.
LOS INDIOS BRAVOS
Muy cerca de Cuatillos inicia la carretera federal 34 que se dirige al poniente, siguiendo en gran medida la ribera del Río Nazas y lo que antiguamente fue el trazo del camino real que salía de Cuencamé rumbo al noroeste. Por esa vía, a unos 50 kilómetros se encuentra la antigua misión jesuita de Cinco Señores, que ahora es el pueblo de Nazas. Por su Parroquia Señora Santa Ana y por la elegancia de sus casas de los siglos XVIII y XIX, este pueblo también fue incluido en el nombramiento de Patrimonio Mundial.
Quien recorra este tramo ahora puede hacerlo cruzando el Río Nazas en automóvil a través de un cómodo puente que se extiende desde el pueblo homónimo. Hace siglos, el río se cruzaba aquí, pero por un vado. Los viajeros entonces continuaban su camino en dirección noroeste rumbo al presidio de San Pedro del Gallo. La UNESCO designó Patrimonio Mundial tanto al antiguo camino real entre las dos poblaciones, como a este otro pueblo. Aquí, el camino real se confunde con las terracerías, tanto que hasta se usa como una de ellas. En estos rumbos llanos de la Nueva Vizcaya no hacía falta revestir el camino con piedra, como más al sur del virreinato. El puro suelo desértico, polvoriento pero firme sostenía el lento avance de las carretas y las cabalgaduras. Si hoy se sabe que ese fue el camino real, es porque quedó marcado por las ruedas y los cascos de los caballos. Para quien quiera ver este tramo del camino, le recomendamos buscarlo a la salida sureste de San Pedro del Gallo. Por otra parte, hay que mencionar que esta parte del Camino Real de Tierra Adentro ofrece panorámicas bellísimas de cerros erosionados que se levantan en medio del desierto.
San Pedro del Gallo es un pueblo pequeño y hermoso: con sus casas antiguas de un solo piso, sus acequias y su bonito templo de fines del siglo XVIII. No obstante, la estructura que más llama la atención en este poblado se localiza en su orilla norte: altos y gruesos muros rectos de puro adobe que al llegar a la esquina forman torres cilíndricas con aspilleras para los mosquetes. En realidad se trata de la réplica casi exacta de lo que fue el presidio de San Pedro del Gallo, que hace más o menos tres siglos se levantó en el centro del actual pueblo para defender las caravanas de los frecuentes ataques de indios bravos. Estos presidios fueron necesarios mucho más de lo que nos imaginamos. A unos 60 kilómetros al noreste de San Pedro del Gallo, está Mapimí, hoy Pueblo Mágico. Este poblado, distante unos 65 kilómetros de Gómez Palacio nació como misión jesuita en 1598 y luego se transformó en Real de Minas. Pero su ubicación al borde del inhóspito Bolsón de Mapimí lo hizo especialmente vulnerable a los ataques de los indios. Tobosos, apaches, cocoyomes, tepehuanos y salineros lo asolaron una y otra vez a lo largo de los siglos XVII y XVIII. A pesar de ello, el poblado siempre pudo recuperarse y hoy es uno de los asentamientos más bonitos del estado. No por nada la UNESCO también lo incluyó, junto con la mina cercana de Ojuela y su famoso puente colgante, entre los 19 sitios Patrimonio Mundial del Camino Real de Tierra Adentro en Durango.
LOS CAMINOS DEL NORTE
De Mapimí o San Pedro del Gallo, los ramales del camino real enfilaban al poniente o al noroeste hasta un punto que hoy también es un cruce de caminos: La Zarca. Ahí se juntan ahora las carreteras federales 30 y 45. Ahí, la UNESCO marcó el décimo sexto sitio que forma parte del nombramiento de Patrimonio Mundial: la Ex Hacienda de La Zarca y su capilla de San Mateo. Ambos fueron erigidas en 1890, pero la propiedad se remonta a 1586. Aparte de ser un imprescindible punto de pernocta para los viajeros del camino real, era un lugar donde se reunían los hatos ganaderos procedentes de Chihuahua y Nuevo México para enviarlos a las ciudades del centro y sur de la Nueva España. Más adelante, en el siglo XIX se convirtió en una de las mayores haciendas ganaderas del país.
La carretera que del crucero de La Zarca enfila al poniente, lleva 40 kilómetros más adelante a la bonita Presa El Palmito, del río Nazas. Desde ahí son unos 50 kilómetros al noroeste por carretera estatal pavimentada hasta una de las joyas más hermosas y menos conocidas de este itinerario cultural: el pueblo de Indé. Originalmente fue el Real de Minas de Indehé, cuya riqueza había sido descubierta por Francisco de Ibarra en 1563. Luego vendría la sucesión de épocas de bonanza y decadencia típica de los pueblos mineros, pero toda esta historia al menos dejó un poblado en verdad encantador, con casonas de elegantes fachadas de cantera y muros de adobe, calles retorcidas, plazuelas entrañables y la bonita Iglesia de San Juan Bautista. También este conjunto arquitectónico fue integrado al nombramiento de Patrimonio Mundial.
No lejos de ahí hay otros sitios históricos muy relevantes, como el poblado minero de Santa María del Oro, el pueblo de San José del Tizonazo con su Santuario del Señor de los Guerreros, y un poco más allá Villa Hidalgo, que 300 años atrás fue el presidio de San Miguel Cerro Gordo. Sin embargo, si uno se atiene solo a los pueblos incorporados por la UNESCO a la designación del Camino Real de Tierra Adentro como Patrimonio Mundial, los últimos dos se encuentran en el extremo norte del estado, sobre la carretera a Parral. Se trata de Canutillo y Villa Ocampo.
En Canutillo, el edificio que ameritó la distinción fue la Ex Hacienda de la Limpia Concepción de El Canutillo, fundada en el siglo XVII, aunque su casco y su capilla fueron edificados en el siglo XVIII. Esta notable construcción a orillas del río Florido fue una próspera hacienda agrícola, aunque su fama le viene más bien de haber sido la residencia del general revolucionario Francisco Villa los últimos tres años de su vida. El casco de la hacienda está adaptada como museo de este personaje.
Otros 20 kilómetros más al noroeste se localiza Villa Ocampo, poblado fundado en 1630 como la misión jesuita de San Miguel de Bocas entre los tarahumaras. Aquí, el Templo de San Miguel Arcángel, de 1736, es el que recibió el nombramiento de la UNESCO. Se trata de una iglesia llena de detalles sobresalientes. En el exterior: una exquisita ventana coral, delicados monogramas y escudos labrados en piedra y una linda espadaña de tres arcos. Adentro, un grandioso techo de viguería y una hermosa escultura de San Miguel Arcángel como niño, quien es el personaje que despide a los viajeros que recorren esta grandiosa ruta.
La Reserva de la Biósfera del Bolsón de Mapimí es una de las primeras áreas creadas y reconocidas en América Latina por el programa Man and Biosphere de la UNESCO, cuya finalidad es integrar al hombre con la naturaleza para crear una relación armónica con el entorno y al mismo tiempo favorecer la instauración de actividades económicas sin afectar el ambiente. Aquí se da un despliegue de riqueza biológica: 350 especies de flora y alrededor de 270 especies de vertebrados, entre ellos fauna endémica como la tortuga del bolsón, el aguililla de cola roja, el cernícalo, entre otros. Para preservar este ecosistema es importante que evite el contacto directo con la flora y fauna, no tire basura y siga los caminos establecidos.
TOME EN CUENTA
* En Nombre de Dios: Si encuentra los atrios de los templos cerrados, solo recorra el pestillo para entrar. Si están cerrados los templos de los pueblos del camino real, pregunte por los encargados y pídale que los abran.
* El Templo de San Miguel en Villa Ocampo abre de martes a domingo de 10 a 13 y de 16:30 a 18 horas.
* En el Palmito de Arriba, el templo suele abrir entre semana de 10 a 14 horas y de 17 a 18:30 horas.
TURIMEXICO RECOMIENDA
* En toda la ruta no faltan las fondas y las tiendas de abarrotes. Aunque lo ideal para comer es Nombre de Dios, por sus antojitos, su mezcal y sus conservas; o la ciudad de Durango, por su gran oferta de restaurantes. En el rumbo de la cueva de las Mulas, como en la zona menonita de Nuevo Ideal: pueden ser sitios originales. No deje de probar las hamburguesas de salchichón y queso menonita que son ricas. Mapimí también tiene algunos restaurantes llamativos.
* Para pernoctar, las abundantes opciones de hospedaje de la ciudad de Durango son apropiadas para los tramos más sureños del camino. Para los tramos del oriente y el norte, es mejor buscar hotel en Lerdo, Gómez Palacio, Cuencamé, Las Nieves o la presa El Zarco.