Los grupos indígenas que vivían en lo que hoy es el estado de Sinaloavieron rota su cotidianidad con la irrupción de un ejército de españoles e indios aliados, que al mando de Nuño Beltrán de Guzmán buscaban abrir nuevos espacios al dominio de Castilla.
En 1531 Guzmán fundó en el margen del río San Lorenzo, cerca del poblado de Navito, la villa de San Miguel, cambiada después de asiento a la confluencia de los ríos Tamazula y Humaya, y llamada posteriormente San Miguel de Culiacán. Su disposición urbana fue la clásica retícula a partir de una plaza donde se situaron la casa de gobierno y la iglesia.
Durante casi todo el siglo XVI Culiacán fue la población española más septentrional pues fracasaron los varios intentos de penetrar más al norte, a la zona llamada Cinaloa. Fue en 1591 cuando los jesuitas llegaron a establecerse en esta región. Por su parte, los pueblos de la zona, acostumbrados a disfrutar de una gran movilidad, no aceptaron ser reducidos a pueblos, y menos a ser forzados a prestar servicios o a tributar; esto hizo que las misiones dependieran de la hacienda real durante un tiempo, pero luego las autoridades virreinales amenazaron con retirar su ayuda. Los padres jesuitas, que no querían abandonar su labor, idearon una comunidad donde no sólo se evangelizara sino que también se produjeran los elementos necesarios para la subsistencia de indios y misioneros; y gracias a ello pudieron ocupar las regiones del hoy norte deSinaloa y el estado de Sonora.
El desarrollo de los pueblos al sur de Culiacán fue diferente. La existencia de metales preciosos propició la fundación de importantes reales de minas y una considerable actividad agrícola y ganadera. Se encontraron así dos formas diferentes de organización; una semejante a la que existía en el centro de la Nueva España, con pueblos cuyas autoridades civiles eran un gobernador, corregidores y alcaldes mayores, y otras religiosas, en su mayoría miembros del clero secular, bajo la autoridad de un obispo.
Los monumentos más representativos de los pueblos de origen minero son tres: la iglesia de San Sebastián, en Concordia; la de Nuestra Señora del Rosario, en la población del mismo nombre, y la de San Juan Bautista, en Copala, construcciones estas del último tercio del siglo XVIII, con fachadas barrocas de cantera finamente labrada. En los tres se advierte una distribución semejante de los cuerpos, con arcos de medio punto enmarcados en columnas con decoración vegetal.
Hacia el norte, el sistema misional tuvo un gobierno y una organización especiales, donde el jefe militar actuaba de acuerdo con los jesuitas. La arquitectura religiosa corresponde a las misiones jesuitas, aunque varias de sus construcciones sufrieron daños después de la expulsión de éstos. Ejemplo de ellos son los templos de San Ignacio de Choix, con una portada sencilla y espadaña de doble campanil; el de San Juan, en El Fuerte, cuya fachada barroca muestra un interesante cortinaje labrado en piedra sobre el arco de acceso; y Nío, construcción inconclusa cuyos muros se mantienen en pie y presentan un bello arco de medio punto decorado con estrías.
Las ciudades de Culicán y Mazatlán poseen magníficos monumentos del siglo XIX. En la capital del estado llaman la atención la Catedral, por la esbeltez de sus torres y por la interpretación de su estilo neoclásico, propio de esa época, y el Palacio Municipal, destinado inicialmente a seminario, sobria edificación cuyo atractivo es el juego de volúmenes.
Por su parte, Mazatlán tiene uno de los teatros más hermosos, ejemplo de la influencia francesa en la arquitectura de la segunda mitad del XIX. En la Catedral de Mazatlán es apreciable el eclecticismo propio de principios del siglo XX, en la interesante mezcla de estilos que le da su peculiar encanto.