Catalogada como monumento histórico, esta bella ciudad se forjó de minas a partir de los últimos años del siglo XVII.
Entonces, la riqueza de las vetas ahí encontradas le dio una imagen de ciudad adinerada, pero después, cuando la bonanza se vino abajo, entró en decadencia.
Hoy se levanta de aquellas viejas ruinas, rescatando poco a poco sus antiguas y señoriales casonas, su agradable plaza de armas y su bella iglesia parroquial, que son como un símbolo que recuerda la antigua gloria de sus minas y que reafirma a la ciudad como la joya colonial de Sonora.