Desde hace varios siglos, los insectos han servido para el consumo humano y México es un país con una gran variedad de ellos.
De los cerca de 100 millones de insectos que existen en el mundo, el 70% son comestibles y altamente nutritivos.
Los insectos aportan aminoácidos esenciales, es decir, proteínas que el ser humano utiliza para construir órganos y tejidos, y repararlos si se encuentran dañados.
Los insectos no contienen grasas saturadas que dañen las arterias.
Según datos del Instituto de Biología de la UNAM, en México hay 549 especies de insectos comestibles, mientras que en China documentó 170 clases.
Antes de la Conquista española, en 1521, los insectos eran parte importante para el consumo en las culturas que conformaban el México antiguo. Desde el origen de la humanidad, han formado parte de la dieta, principalmente en regiones de Asia, África y América Latina.
Con el paso de los años, en México se fue perdiendo la costumbre de consumirlos. Tan es así, que en las zonas urbanas de nuestro país en gran medida ya no forman parte de la dieta diaria, aunque en muchas zonas rurales se mantiene su consumo especialmente por necesidad alimenticia y carestía de otros alimentos.
Por un asunto de moda, en las grandes ciudades su consumo se ha impulsado, pues la gente acude a restaurantes en donde ofrecen costosos platillos elaborados con insectos.
En las zonas rurales mexicanas los insectos se consiguen con facilidad, pues es su lugar de origen y prácticamente son gratuitos, o bien, su precio es muy accesible, no así en restaurantes, en donde un platillo de apenas unos gramos puede costar $30.- dólares.
Entre los que son más buscados se encuentran los chapulines, el gusano blanco, rojo o rosa de maguey, chicatanas, escamoles, jumiles, gusano elotero, abjeas y escarabajos, entre muchos otros.
Los estados en donde es más común consumirlos son Oaxaca, Chiapas, Morelos, Hidalgo, Estado de México, Guerrero, Veracruz, Yucatán, Puebla, Tabasco, Jalisco, Quintana Roo y Campeche.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), considera que para el año 2030 el mundo tendrá que alimentar a más de 9 mil millones de personas, y el espacio designado para llevar a cabo la agricultura será el mismo de hoy en día, por lo que ya no es una opción sostenible.
Agregando a lo anterior, la escasez de agua y el cambio climático complican aún más la producción masiva de alimentos. Por esto, una dieta que incluye insectos podría convertirse en la solución que evite la hambruna en nuestro planeta. Los insectos son los recursos nutricionales que brindan los campos de todo el mundo, incluso tienen la capacidad de alimentar a más de 2 mil millones de personas y especialmente a quienes viven en países pobres.
Especialistas de la UNAM, afirman que la bondad de los insectos radica en que pueden guisarse de muchas maneras. Al ser guisados, pierden sus propiedades nutrimentales, debido a su estructura y características fisiológicas.
Existe un proyecto entre México y Canadá para elaborar harina de insectos, la cual podría sustituir a la de trigo.