La ciudad de Santiago de Querétaro cuenta con numerosos vestigios arquitectónicos del siglo XVIII, época en que gozó de gran auge político y económico, y gracias a ello hoy podemos admirar bellas casonas, edificios religiosos y gran variedad de construcciones públicas.
Un claro ejemplo de las construcciones públicas lo constituyen las instalaciones hidráulicas que se levantaron por diferentes rumbos de la ciudad, entre las que destacan los puentes, las fuentes y el impresionante acueducto que se ha convertido en símbolo e identidad de todos los lugareños.
Probablemente la principal obra hidráulica de Querétaro del siglo XVIII sea el famoso acueducto, cuya importancia radicó no tanto en sus dimensiones, sino en la sobresaliente necesidad de agua que cubrió en beneficio de la población queretana de esa época.
La construcción del acueducto comenzó por iniciativa de Juan Antonio de Urrutia y Arana, marqués de la Villa del Villar del Águila, y fue terminada doce años después, el 19 de octubre de 1738. El acueducto inicia en el oriente de la ciudad, en una “alberca” construida para almacenar el agua de diferentes manantiales que después surtirá a la ciudad de Querétaro, y finaliza en una fuente o “caja de agua” localizada en la plazuela de la Cruz.
Esta magna obra tiene una longitud de 1,280 metros y se encuentra formada por 74 arcos, construidos de mampostería en sus pilastras y de cantera en sus dovelas.
En el Querétaro del siglo XVIII se empezaron a construir diversas fuentes que distribuían por toda la ciudad el agua que el acueducto bajaba hasta el convento. De este sinnúmero de fuentes todavía nos quedan algunas que, junto con otras más recientes, decoran y dan vida a las calles del centro queretano. De estas fuentes la mayoría aún permanece en servicio y sólo unas cuantas se encuentran en el abandono.
La primera que se construyó fue la de la Virgen del Pilar, que más que fuente es una “caja de agua” localizada sobre la calle Manuel Acuña, a las afueras del convento de la Santa Cruz de los Milagros. Esta pequeña fuente, adosada a uno de los muros del convento, fue construida en septiembre de 1735, en la parte más alta de su decoración sobresale de un pequeño nicho una estatua de San Francisco de Asís, y debajo de él está un escudo con una cruz coronada. En la salida del agua se encuentra un león de cantera en altorrelieve, y una placa, también de cantera, a ambos lados del surtidor de agua, nos explica que: “Reinando las Españas nuestro católico rey don Felipe V, que Dios guarde, y siendo virrey en esta Nueva España el excelentísimo señor marqués de Casafuerte, se empezó esta magnífica obra en la alberca, el día 26 de diciembre de 1726 y se concluyó, hasta esta caja, el día 19 de octubre de 1739, siendo virrey y arzobispo de México el ilustre y excelentísimo señor don Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta y corregidor en esta muy noble y leal ciudad de Querétaro don Gregorio Ferrón, fue juez superintendente de ella don Antonio Urrutia y Arana, caballero del orden de Alcántara y Marqués de la Villa del Villar del Águila, natural de la provincia de Álava, que, deseando el bien común, pueso en ella, con todo esmero, desde su primer fundamento, no sólo el trabajo de su trazamiento y cuidado personal, sino también las expensas de 88,287 pesos, a que contribuyó el vecindario de dicha ciudad, así eclesiástico y regular como secular, con la cantidad de 24,904 pesos, por cuyo beneficio debe esta ciudad mostrársele perpetuamente agradecida y encomendar a Dios que le dé por obra tan heroica la bienaventuranza”.
Frente a la “caja de agua” de la Virgen del Pilar se encuentra la plazuela de la Cruz, en donde existe una fuente octagonal con decoración fitomorfa, construida en 1738. De ese mismo siglo aún conservan las fuentes de “la Garmilla” de diciembre de 1780, y la de “Los Ahorcados”, localizada sobre la calzada Ignacio Zaragoza y que fuera terminada en abril de 1791.
La fuente de “Los Capilines” está en la esquina que forman la Avenida del 57 y Nicolás Campa, y fue construida en mayo de 1796.
La “Fuente de Neptuno”, de 1797, obra del arquitecto celayense Francisco Eduardo Tresguerras, se localiza en la esquina sureste del jardín de Santa Clara. Esta fuente es una de las más elaboradas y llamativas de Querétaro. En ella Neptuno, con tridente en mano, cabalga sobre un pez mientras a sus pies brota el agua que alimenta la fuente. Todo el conjunto está enmarcado por un arco triunfal de cantera rosa y gris, en cuyo remate se lee: “Para ornamento y comodidad pública, el M.I. Ayuntamiento, año de 1797”.
También se encuentran las fuentes de “Santo Domingo”, la de “Cantoya” y la de “La Rinconada” que aunque sabemos que son del siglo XVIII, se desconoce el año exacto en que se construyeron.
El ex convento de Santa Rosa de Viterbo también posee una fuente sobre la calle de Ezequiel Montes, que se supone es contemporánea al claustro.
En pleno centro de la ciudad se encuentra la fuente del jardín Zenea. Esta fuente se encuentra rematada por Hebe, la diosa de la juventud, quien desde lo alto deja caer el agua por un ánfora hacia unos cisnes que, a su vez, la brotan por entre sus picos hacia la base. Todo el conjunto se encuentra elaborado en hierro forjado.
A espaldas del conjunto conventual de San Francisco, por los andadores 5 de Mayo y de Vergara, se encuentra un conjunto de fuentes cuya evocación son las musas de la música, pues una de ellas toca un arpa, otra un violonchelo y una más un violín.
Muy cerca del acueducto, sobre la calzada Ignacio Zaragoza, se encuentra lo que todos los queretanos conocen como “El Tanque”, una especie de fuente de tamaño monumental que en la actualidad funciona como glorieta.
Casi todos los claustros conventuales de las diferentes órdenes religiosas poseen en uno o dos de sus patios alguna fuente, que además de surtir de agua el edificio, servía de relajante por su sonido.