Las fértiles tierras del Bajío guanajuatense dan origen a la dinámica actividad agrícola y ganadera.
A mediados del siglo XIX los fecundos campos de Irapuato dieron la bienvenida a la deliciosa fresa, considerada un manjar de dioses en muchos otros países.
En Irapuato pueden disfrutarse las fresas cristalizadas, en chocolate, con crema o vainilla, y hasta con picante.
Los trabajos de cestería son otras de las maravillas de Irapuato. Algunos investigadores proponen que dicha actividad, en México, nació en el año 6000 a.C.
La investigadora Laura Zaldívar cuenta que “La cestería es actualmente en México una actividad realizada, casi siempre, por campesinos muy pobres, la calidad de su trabajo es pocas veces reconocida, y casi nunca bien remunerada… Comprender el esfuerzo que se ha invertido en producir algo, aparentemente tan sencillo como una canasta, y reconocer que se necesita usar la imaginación y tener sensibilidad para hacer de un montón de varas o zacates algo útil y hermoso, nos permitirá disfrutar más de ese objeto y reconocer la capacidad creativa que sus autores tienen, a pesar de las condiciones en que viven”.
En Salamanca la receta de la nieve de pasta, producto capaz de deleitar a los más exigentes paladares, pertenece solamente a algunas familias.
Nos atrevemos a decir que el sabor de la nieve salmantina es uno de los más apetitosos de México.
En Celaya encontrará sus deliciosos dulces típicos.
En esta ciudad vivía una cuantiosa cantidad de cabras, lo que propició el nacimiento de la cajeta, la cual adquirió su nombre y peculiar sabor por el envase hecho de madera y utilizado desde fechas remotas, el cajete.
Esta tradición ha quedado en manos de familias celayenses, la cual se remonta a 1820.