Edificado en 1539, es uno de los mejores conservados del país.
Es el ejemplo más puro del estilo plateresco en México.
Construido a manera de templo-fortaleza, se puede admirar su cruz de piedra del siglo XVI que se sitúa fuera del atrio.
La fachada está ornada con ángeles músicos, frutas, viandas y uvas talladas.
En su interior conserva tres retablos del siglo XVIII dorados y estofados.
En los muros del presbiterio y en la capilla del Santísimo, se exhiben pinturas al fresco con motivos geométricos.
Aún se conserva la capilla abierta con un arco ricamente decorado.
En el claustro se dejan ver pinturas murales y una portería de columnas románticas y arcos rebajados y decorados.
El ex convento aloja actualmente un museo de pintura, escultura y orfebrería.