Nombre de sonido romántico, paraje de fantásticas virtudes, pueblo de leyenda viviente. Tierra de culto milenario, donde se fusiona la prehistoria inescrutable, el pasado glorioso pero efímero, y el presente de letargo. Catorce es uno de los muchos núcleos de asentamiento minero que se encuentran abandonados.
Contados, por no decir ninguno, son los lugares en México donde se da la convergencia de razas, credos y lenguas como en Real de Catorce. Ahí se pueden ver a campesinos, pueblerinos y citadinos mexicanos, de piel blanca o cobriza, entremezclados con los extranjeros blancos, rubios, morenos o amarillos, siempre con la esperanza de encontrarse con una de las etnias más míticas de nuestro país: los huicholes, a quienes en verdad pocas veces se les ha visto caminando por las calles empedradas, angostas y empinadas, las cuales hacen de él un sitio bastante pintoresco.
Por ser un lugar de mito, leyenda y fantasía, Catorce se ha convertido en una suerte de icono entre ciertos grupos de la sociedad mexicana. Para el turista, los fines de semana son las mejores fechas para visitar esta localidad. El medio de transporte es lo de menos, lo primordial es hallar alojamiento, en caso de que se tenga planeado pasar la noche. Dos hoteles, más algunas casas de huéspedes, son las laternativas; el campismo, sin embargo, también se ha vuelto muy popular, principalmente entre los jóvenes. Ellos instalan sus tiendas de campaña en la antigua plaza de toros, por tratarse de un sitio tranquilo y seguro. Los hoteles ofrecen servicio de comedor, aunque igual existen otros restaurantes, fondas y cenadurías, cuya minuta es limitada pero aceptable.
Las opciones turísticas en Real de Catorce son muchas y variadas, casi para todos los gustos. Entre ellas se puede incluir al poblado de La Luz (al otro lado del cerro, cruzando el túnel Ogarrio), que también tiene puntos de interés.