Los pájaros chillan sorprendidos a cada vuelta que da la lancha en este indescifrable laberinto verde impregando de vida en todos sus rincones: mientras un pejelagarto chapotea en el agua y los cangrejos azules toman el sol, en tierra firme corren dos mapaches, la tucaneta reposa entre las ramas, los cormoranes cruzan el cielo como dardos negros y la tremenda maraña de mangle estira sus largas piernas por encima del agua, como queriendo tapar el paso.
Curvas más adelante, un sonoro chapuzón delata la presencia y el enfado de un cocodrilo, verdadero dueño de este sitio al que dio su nombre: Estero Lagartos.
UNA SELVITA INUNDADA
Unos 15 kilómetros al norte de Tocolutla, Veracruz, por una terracería que atraviesa los llanos costeros, se encuentra Boca de Lima, la desembocadura del afluente (estero) en el mar, barra arenosa que se abre y cierra según suben y bajan los niveles del agua del mar y del estero. Por esta boca penetramos el intestino verde, laberinto del que no se quisiera salir.
Como en otros humedales, la riqueza natural que se aglutina en esta red de canales no se percibe a primera vista; se requiere de la experiencia y del ojo agudo de los lugareños, para observar en el agua a los cardúmenes de peces y camarones que burbujean cerca de la superficie del agua; para distinguir a las cuatro variedades de mangle del lugar: blanco, negro, amarillo y tinto; para ver a un mapache, a un tejón, a un armadillo y hasta una que otra nutria. Con suerte y paciencia se llega a ver al catán, como llaman por acá al pejelagarto, y a la tucaneta, e incluso algunos hablan del manatí, del que ya casi no se han visto ejemplares. Y cuando se asolea a pleno día o caza en la noche, no es raro ver al poderoso cocodrilo, importante riqueza de estos manglares y tan abundante en otros tiempos.
Todavía hay una población importante de la especie que vive aquí, una de las dos especies de México, el llamado cocodrilo de pantano que alcanza los 3.5 metros de longitud. La caza furtiva que aquí como en todo México azota al reptil tiene su contraparte en la conciencia de muchos lugareños que se esfuerzan por protegerlo, como a todo el estero.
ES AHORA O YA NUNCA
La cacería furtiva no es la única amenaza para el estero Lagartos; la expansión de terrenos dedicados a la ganadería y a la agricultura es un cáncer que se extiende por todo México todos los días.
Hoy, cuando la conservación de las riquezas naturales pasó de ser labor útil a urgente y finalmente a vital, la protección del Estero Lagartos constituye un reto, tremendamente difícil e importante, para algunos habitantes y personas afines a Tecolutla que se están organizando con ese fin, y que actualmente realizan los trámites para solicitar que el estero se decrete área natural protegida. El mayor reto será el material con que se haga el decreto: que no sea de papel, como tantos, sino de realidad, es decir, que logre generar vigilancia eficaz y honesta; alternativas económicas y, sobre todo, conciencia de la importancia del estero y de toda la región.
El deterioro de años de los dos esteros turísticos junto a Tecolutla es ejemplificador: los cocodrilos ya son raros, como la fauna en general, a causa de la captura desmedida y de la perturbación turística; los esteros, como el río, ya muestran síntomas de contaminación. No puede ocurrir lo mismo con el Estero Lagartos.
ES UN LUGAR MUY ATRACTIVO
Tecolutla, tierra de tecolotes, que todavía abundan, también tiene multitud de atractivos. (Un barquito panorámico recorre en algunas horas el tramo entre Tecolutla y la población cercana de Gutiérrez Zamora). El paseo en lancha por los esteros permite observar parte de la fauna representativa de este ecosistema: garzas y otras aves, cangrejos rojos y morados, muchos peces; con algo de suerte, tortugas y con más fortuna, algún cocodrilo pequeño.
Cada años y desde hace cinco, a finales de febrero y principios de marzo, pueblo, ayuntamiento y comerciantes de Tecolutla se reúnen para elaborar la cocada más grande del mundo, récord Guiness que se rompe año con año. En 1999 se requirió de cinco mil cocos para hacer una cocada de 15 sabores de frutas que midió 150 metros de largo.
El pescado y los mariscos también son el alma alimentaria de esta tierra deliciosa. Son muchas las especies comestibles que se encuentran tanto en el mar como en el río. Un buen filete gordo de pescado, por ejemplo, suavecito y relleno de camarón, pulpo y caracol, bañadito de queso y acariciado por el horno, es soberbio manjar digno del dios Neptuno.
Prueba de la variedad piscícola de esta costa es el torneo anual de pesca del sábalo. Patrocinado por un club de pesca de Gutiérrez Zamora, durante el torneo, a mediados de mayo y con 40 años de tradición, se lanzan al mar las embarcaciones en busca del sábalo más grande. La presa ha de llegar frente al jurado fresca, sin maltratar, capturada sin ayuda, con el equipo de pesca y dentro del tiempo reglamentario. El récord hasta ahora, cuentan, es un “sabalito” que pesó casi 100 kilogramos y midió cerca de dos metros.
POR AMOR A LAS TORTUGAS
La de Tecolutla es la playa más cercana a la ciudad de México, a 300 kilómetros, y está a un paso de la soberbia ciudad arqueológica de El Tajín, ahora restaurada.