La población civil de Zacatecas no salió de sus casas ya que se encontraban aterradas por el inicio del conflicto armado.
Antes de las 11 de la mañana los combates se llevaban a cabo en la periferia, pero conforme pasó el tiempo los tiroteos invadieron las calles de la ciudad.
Después del mediodía, la ciudad se convirtió en un verdadero infierno, varios relatos de la batalla coinciden en el término de “lluvia de balas”.
En medio del tiroteo se escuchó una terrible explosión la cual sacudió tres veces a la ciudad. Se trataba del Palacio Federal, un edificio virreinal en pleno centro de Zacatecas que la tropa federal había utilizado como jefatura de armas y arsenal.
Hasta la fecha no se sabe con certeza como fue que estalló, se suele creer que un oficial federal lo voló deliberadamente, quizá para no dejar el material de guerra en manos del enemigo.
Muchos soldados de ambos bandos murieron en este sitio, junto con muchos civiles de los edificios vecinos.
La explosión del Palacio Federal fue el evento de destrucción física más importante dentro de los límites de la ciudad y transformó el miedo de los civiles en pánico.
Con la caída del Cerro de la Bufa, los federales quisieron evacuar la ciudad, pero el pánico se apoderó de la mayoría de los soldados de modo que la salida se convirtió en un verdadero caos.
La gente intentó huir por el camino a Guadalupe, en donde miles fueron acribillados por las ametralladoras y fusiles de la División del Centro.
Antonio Terrones Benítez, que se encontraba entre los revolucionarios de Durango posicionados en ese sector, escribió en sus memorias: “para las seis de la tarde el combate se había generalizado sobre todo en el cañón de Guadalupe, cuya calzada se encontraba casi materialmente cubierta de cadáveres de hombres y caballos porque aquello era una terrible carnicería, también el número de prisioneros era numeroso y no nos dábamos abasto para capturarlos y custodiarlos, al grado de que permanecían en el campo bajo su palabra de no fugarse”.
Los siete kilómetros de carretera entre Zacatecas y Guadalupe, y las regiones próximas de uno y otro lado de esa carretera estaban llenas de cadáveres, al grado de imposibilitar el tránsito de carruajes.
Se dice que los últimos tiroteos de la contienda se escucharon hasta que se metió el sol.