Los vestigios humanos más antiguos que se han localizado en la sierra, en un sitio cercano a Sonora, son las famosas puntas clovis, armas típicas de los cazadores de la megafauna del pleistoceno. Estas puntas, con una antigüedad de entre 10,000 y 15,000 años, nos permiten datar la presencia de los primeros pobladores de la Sierra Tarahumara.
Tiempo después la sierra fue ocupada por grupos recolectores que se desplazaban desde el norte, habitaron cuevas y se fueron adaptando a la región hasta que llegaron a dominar la agricultura dando origen a la cultura Paquimé. El desarrollo de esta cultura se presentó en el actual municipio de Casas Grandes, en el límite norte de la sierra, donde existen los vestigios de una ciudad que conocemos como Paquimé, que es el sitio arqueológico más importante del norte de México.
En el corazón de la sierra, la cultura Paquimé tuvo su máximo desarrollo hacia el siglo XIII. De innumerables testimonios de su presencia descuellan los conjuntos de casas de adobe construidos dentro de cuevas, que en algunos casos eran como pequeños pueblos incrustados en las cavidades. En la región de Madera, dentro de la Barranca de Huápoca, hay una de estas construcciones. El sitio más conocido de este tipo es el de Cuarenta Casas, zona arqueológica abierta y acondicionada para recibir visitantes.
Los especialistas suponen que la ocupación de estas barrancas por la cultura Paquimé se debió a que estos sitios constituían parte de la ruta de comunicación de Paquimé con la costa del Golfo de California y el Océano Pacífico. De haber sido así, lugares como Cuarenta Casas y La Ranchería entre otros, eran guarniciones que protegían a los grupos de la región, cuidaban las rutas comerciales y proporcionaban a los viajeros alimento para el trayecto, ya que sus habitantes cultivaron el maíz y la calabaza y complementaban su dieta con algo de cacería y recolección.
La ciudad de Paquimé, cuya construcción se inició hacia el 1200 alcanzó su apogeo como centro comercial y ceremonial entre 1300 y 1450 cuando dominó un amplio territorio que llegó hasta Sonora, fue destruida por sus enemigos y abandonada hacia finales del siglo XV. Con la caída de Paquimé las rutas comerciales a través de la sierra dejaron de funcionar y las cuevas con casas fueron también abandonadas, sólo eran reocupadas para celebrar ritos y ceremonias. Parte del grupo original que habitó las cuevas existía todavía a la llegada de los españoles, eran de una amplia familia de grupos indígenas que se llamaban jovas, hoy extintos.
LOS DESCENDIENTES
En nuestros días viven en las Barrancas del Cobre cuatro grupos indígenas que en su conjunto suman aproximadamente 60,000 personas. En el municipio de Guadalupe y Calvo, el más austral de la sierra, en los poblados de Boborigame y Nabogame principalmente, habitan unos 3,000 tepehuanos. En varios pequeños caseríos del municipio de Chínipas, en los límites con Sonora, viven unos 2,000 varohíos.
Principalmente en el municipio de Uruachi y en los poblados de Matachí, Tutuca y Yepachí, en la colindancia con Sonora, se encuentran unos mil pimas. El resto, más de 50,000 indígenas, son rarámuris que habitan en casi toda la sierra, pero sobre todo en los municipios de Becoya, Urique, Guachochi, Batopilas, Carichí, Balleza, Guadalupe y Calvo y Nonoava.