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El origen de este carnaval se pierde en el tiempo. En realidad es una mezcla de costumbres paganas y católicas, donde también subyacen algunas raíces de los lejanos ancestros prehispánicos. Como todo carnaval, se ha ido nutriendo de corrientes populares, tanto en la música como en el baile, por lo que es notoria su paulatina transformación. Desafortunadamente, en los últimos años, la influencia de la televisión ha desvirtuado en cierta medida la forma de festejarlo. Así podemos contemplar, por una parte, una tarima sobre la que se coloca una banda con instrumentos como saxofones, trompetas, guitarras y contrabajo y, frente a ésta, a una distancia aproximada de 100 metros, un grupo “moderno” que toca “El baile del perrito”, “La MAcarena” y otras canciones trilladas. Lo peor del asunto es que llevan unas bocinas muy potentes, y tocan cuando el primer grupo también lo está haciendo, en una actitud que adolece de todo respeto por los participantes, en general.
El tremendismo de la televisión también ha impulsado a muchos jóvenes a disfrazarse de gorilas, vampiros y otros seres horripilantes engendrados por la fantasmagoría yanqui, y mezclados con el surrealismo folclórico de los luchadores actuales. Resulta imposible evitar estas aportaciones pues muchos de los habitantes de la región trabajan o han trabajado de braceros en Estados Unidos. En el desfile de monstruos también aparecen algunos políticos mexicanos mucho más siniestros que Drácula y Terminator, capaces de matar de hambre al país entero. Sin embargo, no faltan los héroes que les hacen frente, en pleno sainete, mientras el pueblo aprovecha para ridiculizar a aquellos otros.
Durante todo el carnaval, principalmente el domingo, los comerciantes aprovechan para vender su mercancía en el tianguis que se levanta junto al terreno donde se realizan los bailes. Todas las comunidades aledañas acuden al pueblo para ofrecer sus productos, entre los que se distinguen los tradicionales dita nduchi (tortillas de frijol con chile y hoja de aguacate) y el tempezquixtle, una fruta similar a la uva que se hierve o se hornea y se condimenta con sal. Y los comerciantes, como parte del festejo, también son víctimas de algunas vaciladas de los personajes picarescos que deambulan por todas partes.
Concluida la ceremonia, el gallo se cuelga por las patas de una estructura de madera. Ahí será desplumado y descuartizado por los danzantes mientras la banda entona una canción simbólica. Cada pluma y pedazo de carne, arrancados a manotazos, son echados a una fogata construida con tunales secos. Cuando se están consumiendo los últimos vestigios del gallo, los danzantes aprovechan para descubrir sus rostros y algunos de ellos queman su indumentaria. Terminada la inmolación se coloca sobre la estructura de madera una cruz hecha con carrizos secos y flores. Entonces se inician el Rosario y los cánticos de alabanza a Dios.La ciudad de Oaxaca es reconocida por ser la meca[...]
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